ANALISIS: Dos fuegos

HÉCTOR MAURIÑO

El gobierno tiene motivos para sentirse incómodo. A pesar de que difundió un diagnóstico que da cuenta de la grave situación financiera que heredó, ha hecho hasta aquí lo posible para suavizar la carga de responsabilidades sobre la gestión que lo precedió. Sin embargo, un connotado representante de esa gestión, el ministro de Hacienda de Jorge Sobisch, acaba de patear el tablero negando total entidad a la crisis y tachando al nuevo gobierno, de su mismo signo político, de «inoperante e inepto».

Para colmo de males, el desplante de Claudio Silvestrini cae como nafta en el fuego, en momentos en que los gremios estatales se empeñan en arrancar un fuerte aumento al gobierno.

No es imposible que Sapag haya exagerado un tanto el dramatismo de la coyuntura, empero quedan pocas dudas de que la administración Sobisch ha sido ruinosa y ha estado salpicada por múltiples sospechas de corrupción.

En ese contexto, la reacción de los principales hombres del gobierno frente al descaro del sobischismo suena demasiado tibia. Acaso ninguno quiere escupir para arriba, pero seguramente algunos desearían mucho menos que eso. Es un secreto a voces que en el gabinete actual existen dos sectores bien diferenciados: los que reportaron activamente en las filas del gobierno anterior y los que no tuvieron nada que ver. Así las cosas, más que nunca debería ser el gobernador quien salga a poner las cosas en su lugar. Convendría que lo hiciera antes de que se encuentre entre dos fuegos.


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