ANALISIS: El juego del comodín
Desde el comienzo de los desórdenes en el Tíbet, el mundo ha apremiado al gobierno chino a entablar diálogo. Pero cuando los dos emisarios del Dalai Lama se reunieron ayer con representantes del gobierno chino, los periodistas extranjeros se quedaron fuera ante las puertas cerradas.
Como muy pronto, el mundo averiguará a mediados de semana cuál fue el resultado. Los expertos suponen que no habrá mucho que informar.
El resultado provisional fue sólo que las dos partes acordaron celebrar otra ronda de «contactos y consultas», tal como informó por la tarde la agencia noticiosa oficial Xinhua. Cuándo y dónde podría ocurrir no se dijo. Sólo en el «momento adecuado» fue la escueta explicación.
Esta fue acompañada de repetidas inculpaciones de que el Dalai Lama y sus seguidores querían «escindir» a China, azuzar a otros a ejercer la violencia y «sabotear»los Juegos Olímpicos.
Según la opinión generalizada, China quiere darse un respiro antes de los Juegos Olímpicos de Pekín. El gobierno, criticado por el proceder en el Tíbet, gana un tiempo precioso con su postura conciliadora. Las protestas masivas a lo largo del itinerario de la antorcha terminaron al llegar ésta a China.
El gobierno de Pekín ha demostrado habilidad diplomática con la oferta de diálogo. «Quizá reaccione China a una más seria presión por el posible temor a perder su autoridad y credibilidad en grandes partes de la población tibetana», dice Robert Barnett, experto del Tíbet de la Universidad de Columbia en Nueva York a la dpa. De todos modos el experto no lo considera muy probable.
«La gente que representa a Pekín en la conversaciones es la misma gente responsable de la política que al parecer ha fracasado», agregó. El dilema de la política china respecto a las minorías sigue siendo que ha sido hecha por funcionarios del partido comunista que deben su carrera a la lucha contra el separatismo en el Tíbet y en otros lugares. Entre ellos figura el jefe del partido del Tíbet, Zhang Qingli, y el jefe del partido Wang Lequan de la provincia vecina de Xinjiang, donde vive también la minoría descontenta de los iugures musulmanes.
Los «duros» creen seguir un buena tradición: Pues también el jefe de Estado Hu Jintao adquirió importancia política en la inquieta provincia del Tíbet cuando en 1989 ordenó aplastar disturbios antichinos. (DPA)
Desde el comienzo de los desórdenes en el Tíbet, el mundo ha apremiado al gobierno chino a entablar diálogo. Pero cuando los dos emisarios del Dalai Lama se reunieron ayer con representantes del gobierno chino, los periodistas extranjeros se quedaron fuera ante las puertas cerradas.
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