Primer balbuceo de una patria todavía confusa

El Congreso de Tucumán, dos siglos atrás, sirvió para gritarle al mundo que nacía una patria independiente, con contradicciones y desencuentros que el tiempo potenciaría.

Redacción

Por Redacción

No estuvo destinado a organizar un país desde lo que en todo caso era un intento de país. Un balbuceo en esa dirección. No más. Tucumán de julio de hace dos siglos, su Congreso, aquel 9 de Declaración de Independencia no podían tener aquella aspiración.

Su meta fue otra. La posible, la única posible. Ser un acto de autoestima de cara a un mundo que tenía saberes muy dosificados sobre estas tierras, que no eran un país.

Tucumán de hace dos siglos hoy fue eso: chillar a los cuatro vientos que comenzaba la aventura de ser independientes. Que nadie se engañara: nacía una patria. Confusa. Pariendo contradicciones. Acunando desencuentros que se potenciarían en los tiempos por llegar.

El desencuentro como terrible cariocinesis que signaría la vida argentina hasta 1880. O un poco antes. O desencuentros que aún persisten larvadamente. Ese choque desaforado de intereses que hicieron y hacen –al menos de tanto en tanto– a la Argentina.

Acierta José Luis Romero cuando afirma que Tucumán de hace hoy dos siglos fue un acto de audacia. Y que es quizá esa característica –acota– la que debemos rescatar ahora, en el tiempo del recuerdo. De la memoria que nos remite a los años escolares.

Y formación de idea de patria. Sana idea de patria, no de patrioterismo.

Audacia ante un proceso revolucionario que,a escala de la larga América Latina, retrocedía. España lejos estaba de marcharse.

Y la revolución politizaba los espacios por los que transitaba. No creaba ciudadanos, claro. Injusto sería hoy reprochárselo.

Pero politizaba verticalmente las sociedades. Integraba en esta causa. O en la otra.

El pueblo contaba. Estaba. Participaba. Luchaba. Moría. Contaba. Laten con vigor que emociona las páginas que aquellas sociedades escribieron en la lucha por sacudirse a España.

Sí, ya llegaría el tiempo de los demagogos. Pero en aquel Tucumán de hace hoy dos siglos, aun en los desencuentros que definieron el derrotero de aquel Congreso, el pueblo contaba.

“Los dirigentes de las independencias tuvieron que hacer frente a elecciones difíciles, cuando no imposibles”, sentencia un francés enamorado de esto llamado América Latina, Alain Rouquié.

Y acota: “Un solo punto no era discutible: la soberanía del pueblo como única fuente de legitimidad. Pero las guerras de emancipación se habían transformado en luchas intestinas. Como las ambiciones personales, habían agravado los enfrentamientos regionales, los defensores del statu quo que, una vez vencidas las tropas españolas, se vuelven contra los partidarios de las libertades republicanas. Los revolucionarios se desgarran entre ellos”.

Tucumán de hace dos siglos estuvo inserto en esa incipiente dialéctica. Pero comenzaba a formatear aquellos tiempos de encuentros y desencuentros.

Esos trámites feroces que harían blanco en –por ejemplo– el hombre que hace hoy dos siglos leyó la Declaración de la Independencia en aquel Tucumán de casas encaladas: Narciso Laprida…

El Laprida del “Poema Conjetural” de Jorge Luis Borges…

El Laprida de “Al fin me encuentro con mi destino sudamericano…”.

El morir violentamente en estas tierras donde aún impera mucho desencuentro…

“Los dirigentes de las independencias tuvieron que hacer frente a elecciones difíciles, cuando no imposibles”.

“Los dirigentes de las independencias tuvieron que hacer frente a elecciones difíciles, cuando no imposibles”.

Alain Rouquié, politólogo y escritor francés.

Datos

“Los dirigentes de las independencias tuvieron que hacer frente a elecciones difíciles, cuando no imposibles”.
“Los dirigentes de las independencias tuvieron que hacer frente a elecciones difíciles, cuando no imposibles”.

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