Arroyo Valcheta: una sed patagónica
Por Jorge Castañeda
Según cuenta la pluma del padre Raúl Agustín Entraigas, el paraje del río Balchitas era conocido y citado desde mucho antes que se produjera su épico descubrimiento un 5 de octubre de 1833, cuando el sargento mayor Leandro Ibáñez librara batalla contra los bravos del cacique Cayupán.
En esa oportunidad narra el historiador Adolfo Saldías que Ibáñez, después de concluir con los últimos indios, deja una inscripción con fecha 5 de octubre cerca del río «Valchetas».
En una obra casi inhallable del entonces mayor Juan Domingo Perón publicado por la Escuela Superior de Guerra en 1934, también cita que «el sargento mayor Leandro Ibáñez después de varios días de penosa travesía llegó al río Valcheta, sorprendiendo y destruyendo a la tribu de cacique Cayupán».
Sin embargo, apelando a los conocimientos del padre Entraigas y de Rodolfo Casamiquela, nos enteramos de que en 1782 un cautivo de los indios patagones, Fernando Zárate, daba testimonio del «río chiquito» donde había visto cuarenta toldos acampados en las márgenes del mismo.
También el explorador Basilio Villarino y Bermúdez dejó constancia del paraje en su plano del «Río Negro de Patagones», datado en los años 1782-1783, con un dibujo minucioso del arroyo y de la huella que denominara como «el camino de los Balchitas». Luego, en 1798, el marino cartógrafo don Féliz de Azara menciona el lugar aludiendo a los «indios Balchitas» en su reconocido mapa esférico de la Patagonia. Y afirma Casamiquela citando a Deodat y Rey Balmaceda que en el año 1855 Jones levantó un mapa en el que figura el «arroyo Balchitas», el que hacía llegar equivocadamente hasta el Atlántico.
Luego de ellos otros ilustres viajeros exploraron la región dejando noticias de las bondades del lugar, como el antropólogo Jorge Claraz, Ramón Lista, el célebre marino George Musters que viera desbordado al «pequeño río», el perito Francisco Pascasio Moreno, quien describió que «el valle o bajo de Valcheta, en el descenso de la meseta es pastoso y abunda el sulfato de sodio. El arroyo que corre de sudoeste a noroeste jamás se seca». Pero tal vez el más relevante de los estudiosos de la cuenca fue el científico y geólogo norteamericano Bailey Willis, quien lo recorriera en todo su curso y dejara valiosos estudios sobre el mismo que se pueden consultar en su libro «El norte de la Patagonia».
En él menciona que «el arroyo Valcheta fue objeto de estudios ciudadosos, especialmente con referencia al aprovechamiento de sus aguas para el abastecimiento de la ciudad de San Antonio Oeste y del ferrocarril. En el invierno de 1911 se practicaron estudios topográficos, mediciones del caudal del arroyo y una investigación de los orígenes y la constancia de las aguas, y preparóse un informe que se encontrará entre los de ingeniería de la Comisión de Estudios Hidrológicos».
Desgraciadamente, debido a un «infortunado incendio ocasional» ocurrido en la vivienda de un empleado menor de la Dirección de Irrigación, se «queman» los proyectos para la construcción de tres embalses, perdiendo así Valcheta por primera vez la construcción de su anhelado dique.
El arroyo Valcheta abasteció de sus aguas la sed de la localidad de San Antonio Oeste, hacia donde era transportada por largas formaciones de trenes aguateros, hasta la construcción del canal Pomona-San Antonio, que cubre hasta el día de hoy la necesidad de la importante localidad atlántica.
La toponimia del vocablo Valcheta tiene dos posibles significados. Uno de ellos expresaría: «Algarabía de gente junto al agua». Y la acepción de más crédito aludiría a las condiciones del arroyo cuando hay creciente: «Donde se colma».
El arroyo Valcheta distingue a la localidad homónima asentada en sus márgenes como «el oasis de la Línea Sur», siendo realmente todo un acierto porque el viajero que accede a ella luego de transitar kilómetros de paisaje agreste al divisar el valle sentirá la sensación de hallarse en un verdadero jardín en medio del desierto.
Una treintena de chacras conforma a lo largo de su curso la colonia pastoril Valcheta, fundada por un decreto del presidente Julio Argentino Roca el 19 de junio de 1889, que no debe confundirse con la fecha de su descubrimiento y que es en la que se conmemoran sus aniversarios.
Existe también una particularidad que distingue a este curso de agua en la comunidad científica, pues en sus nacientes tiene su hábitat natural una variedad de mojarra desnuda, especie única en el mundo que dataría del Terciario. Su nombre científico es «Gymnocharacinus Bergii Steindachner».
Nada más apropiado que los versos de nuestro cantautor José Tatano Lucero cuando augura que «algún día los hombres/ lo atajarán en un dique/ y el valle que está dormido/ se hará un coro bullicioso/ de un canto nuevo a la vida».
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