La vendetta contra Clarín
Según algunos, la reanudada ofensiva del gobierno kirchnerista contra el Grupo Clarín se debe a la conciencia oficial de que la lucha retórica contra “los buitres” ya no produce muchos beneficios políticos, mientras otros conjeturan que se trata de un intento desesperado de impedir que se difunda más información acerca de temas tan urticantes como el estado desastroso de la economía nacional, la tensión social y la corrupción galopante. En cambio, virtualmente nadie fuera de las filas gubernamentales supone que tiene algo que ver con “democratizar la palabra” asegurando la “pluralidad de voces” que, según los voceros kirchneristas, se ve imposibilitada por la existencia de un grupo de medios a su entender demasiado grande. Para un gobierno tan autoritario como el de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la libertad de expresión propia de la democracia y el pluralismo resultante son amenazas temibles, sobre todo en una etapa como la actual en que el país está hundiéndose en otra crisis cíclica provocada por la insensatez populista. Luego de haber aceptado la propuesta del “monopolio” de dividirse en seis unidades distintas a fin de adecuarse a la ley de Medios, la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), un organismo encabezado por Martín Sabbatella que, a juzgar por su forma de actuar, siente nostalgia por la Unión Soviética de Joseph Stalin en que la prensa estaba debidamente disciplinada, optó por rechazarla, so pretexto de que el multimedio procuraba “burlar la ley”, para ordenar que sea desguazado “de oficio”. Con toda seguridad, lo que Sabbatella, un funcionario que no hace nada sin contar con el aval explícito de Cristina, tiene en mente es que el gobierno se encargue de subastar pedazos de la empresa, privilegiando, como es su costumbre, a amigos dispuestos a aprovechar una oportunidad acaso irrepetible para participar del negocio periodístico. De tal modo, enviaría un mensaje nada tranquilizador a otros medios que se resisten a ser meros transmisores del descabellado “relato” kirchnerista. Al fin y al cabo, si ni siquiera el grupo más fuerte de todos está en condiciones de oponérsele, se supone que a otros, que son más vulnerables, les sería más difícil hacerlo. Una razón por la que el gobierno quiere desmantelar cuanto antes el Grupo Clarín consiste en la frustración que le ha ocasionado el evidente fracaso del imperio mediático que ha creado con la ayuda de empresarios amigos. A pesar de la cantidad impresionante de dinero aportado por los contribuyentes que ha invertido en propaganda, los diarios, emisoras radiales y canales televisivos militantes no son comercialmente viables. Así, pues, los vinculados con ellos saben que pronto tendrán que ponerse al servicio de otro “relato”, el del eventual ganador de las próximas elecciones, o dedicarse a otra cosa, dilema que, huelga decirlo, ha tenido consecuencias desmoralizadoras para todos los involucrados. Mientras tanto, el gobierno tratará de ayudarlos atacando a la competencia, es decir, los medios independientes, con el propósito de intimidarlos. El Grupo Clarín nunca ha vacilado en debilitar económicamente a medios rivales con métodos que, sin ser ilegales, en opinión de las víctimas de sus maniobras eran reprobables. Fue a causa de la reputación así conseguida que muchos apoyaron en principio legislación supuestamente destinada a impedir que un grupo determinado se apropiara de una proporción excesiva del mercado periodístico disponible, pero sucede que el conflicto entre los Kirchner y Clarín no estalló a raíz de la harto improbable voluntad de la pareja santacruceña de estimular el pluralismo sino del enojo que sintieron por la negativa del multimedio a respaldarlos en su batalla contra el campo. Antes de producirse la ruptura, Néstor Kirchner y su esposa, monopolistas natos, querían hacer de Clarín un aliado estratégico, colmándolo de favores a cambio de su apoyo. Parecería que en aquel entonces los ejecutivos del grupo creían que el kirchnerismo tenía los días contados. Se equivocaban. Aunque Cristina demoraría varios años en vengarse de la “traición” que tanto le indignó, quiere asestarle a Clarín el golpe de gracia antes de irse del gobierno, de ahí el intento de la Afsca de pulverizarlo “de oficio” mientras le quede tiempo.
Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.196.592 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Lunes 13 de octubre de 2014
Según algunos, la reanudada ofensiva del gobierno kirchnerista contra el Grupo Clarín se debe a la conciencia oficial de que la lucha retórica contra “los buitres” ya no produce muchos beneficios políticos, mientras otros conjeturan que se trata de un intento desesperado de impedir que se difunda más información acerca de temas tan urticantes como el estado desastroso de la economía nacional, la tensión social y la corrupción galopante. En cambio, virtualmente nadie fuera de las filas gubernamentales supone que tiene algo que ver con “democratizar la palabra” asegurando la “pluralidad de voces” que, según los voceros kirchneristas, se ve imposibilitada por la existencia de un grupo de medios a su entender demasiado grande. Para un gobierno tan autoritario como el de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la libertad de expresión propia de la democracia y el pluralismo resultante son amenazas temibles, sobre todo en una etapa como la actual en que el país está hundiéndose en otra crisis cíclica provocada por la insensatez populista. Luego de haber aceptado la propuesta del “monopolio” de dividirse en seis unidades distintas a fin de adecuarse a la ley de Medios, la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), un organismo encabezado por Martín Sabbatella que, a juzgar por su forma de actuar, siente nostalgia por la Unión Soviética de Joseph Stalin en que la prensa estaba debidamente disciplinada, optó por rechazarla, so pretexto de que el multimedio procuraba “burlar la ley”, para ordenar que sea desguazado “de oficio”. Con toda seguridad, lo que Sabbatella, un funcionario que no hace nada sin contar con el aval explícito de Cristina, tiene en mente es que el gobierno se encargue de subastar pedazos de la empresa, privilegiando, como es su costumbre, a amigos dispuestos a aprovechar una oportunidad acaso irrepetible para participar del negocio periodístico. De tal modo, enviaría un mensaje nada tranquilizador a otros medios que se resisten a ser meros transmisores del descabellado “relato” kirchnerista. Al fin y al cabo, si ni siquiera el grupo más fuerte de todos está en condiciones de oponérsele, se supone que a otros, que son más vulnerables, les sería más difícil hacerlo. Una razón por la que el gobierno quiere desmantelar cuanto antes el Grupo Clarín consiste en la frustración que le ha ocasionado el evidente fracaso del imperio mediático que ha creado con la ayuda de empresarios amigos. A pesar de la cantidad impresionante de dinero aportado por los contribuyentes que ha invertido en propaganda, los diarios, emisoras radiales y canales televisivos militantes no son comercialmente viables. Así, pues, los vinculados con ellos saben que pronto tendrán que ponerse al servicio de otro “relato”, el del eventual ganador de las próximas elecciones, o dedicarse a otra cosa, dilema que, huelga decirlo, ha tenido consecuencias desmoralizadoras para todos los involucrados. Mientras tanto, el gobierno tratará de ayudarlos atacando a la competencia, es decir, los medios independientes, con el propósito de intimidarlos. El Grupo Clarín nunca ha vacilado en debilitar económicamente a medios rivales con métodos que, sin ser ilegales, en opinión de las víctimas de sus maniobras eran reprobables. Fue a causa de la reputación así conseguida que muchos apoyaron en principio legislación supuestamente destinada a impedir que un grupo determinado se apropiara de una proporción excesiva del mercado periodístico disponible, pero sucede que el conflicto entre los Kirchner y Clarín no estalló a raíz de la harto improbable voluntad de la pareja santacruceña de estimular el pluralismo sino del enojo que sintieron por la negativa del multimedio a respaldarlos en su batalla contra el campo. Antes de producirse la ruptura, Néstor Kirchner y su esposa, monopolistas natos, querían hacer de Clarín un aliado estratégico, colmándolo de favores a cambio de su apoyo. Parecería que en aquel entonces los ejecutivos del grupo creían que el kirchnerismo tenía los días contados. Se equivocaban. Aunque Cristina demoraría varios años en vengarse de la “traición” que tanto le indignó, quiere asestarle a Clarín el golpe de gracia antes de irse del gobierno, de ahí el intento de la Afsca de pulverizarlo “de oficio” mientras le quede tiempo.
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