“Lieben und arbeiten”
Carlos R. Navarro (*)
Se cuenta que le preguntaron a Freud cuáles eran para él las características o condiciones de una persona para funcionar bien psicológicamente. Quien le hizo la pregunta imaginaba una respuesta muy elaborada, pero Freud se limitó a decir: “lieben und arbeiten”, “amar y trabajar”. En realidad, no hay muchos datos de que dicha frase fuese dicha por el maestro del psicoanálisis, pero no caben dudas de que en su obra se refirió muchas veces a estos temas. Ya en 1921 había destacado la importante función del amor en la evolución de la humanidad como factor socializador que ayuda a superar el egoísmo con el altruismo. Y mucho antes, en 1910, había destacado también la importante función del trabajo en la salud mental, por el hecho de vincular al individuo con la realidad. Si bien es cierto que ambas actividades se encuentran íntimamente relacionadas, vamos a realizar en este artículo solo un análisis de lo que significa y, por qué no, dignifica el trabajar, dejando para otra entrega la importancia del amor en la sociedad. “Trabajo” tiene como significado la realización de una actividad cuyo objetivo es alcanzar una meta, solucionar un problema o producir bienes y servicios. El trabajo lleva al ser humano a superarse, a que cumpla sus sueños y objetivos de vida. Se constituye como una forma de afirmar la dignidad del mismo. Es decir que el sujeto, al trabajar, crece como ser humano. Para cumplir esto es necesario que el trabajo dé al hombre la oportunidad de desarrollar su creatividad, su iniciativa, y sobre todo mejorar sus habilidades. Le enseñará a compartir con los demás, a sociabilizarse, a pensar en equipo y no como individuo aislado. De estos conceptos nadie duda, salvo en los momentos históricos que nos toca vivir, en que el trabajo ha dejado, para gran parte de la sociedad, de cumplir estas funciones debido a la falta genuina del mismo y al sostenimiento mediante subsidios (necesarios en forma temporal) y asignaciones de empleos que no existen. En estas circunstancias en que el trabajo ha dejado de ser digno para convertirse en la retribución de un favor o gestión realizada por y para el beneficio de algunos, los sujetos “beneficiados” terminarán, seguramente, con algún trastorno en la salud en un futuro no muy lejano. Mirándolo desde este punto de vista, el trabajo perdió todo el sentido constitutivo que tiene en una sociedad. Dejó de cumplir un rol fundamental en el crecimiento, ya sea individual o social. Los que ofrecen un subsidio de por vida sin generar trabajos genuinos que cumplan las condiciones señaladas solucionan un problema económico actual pero hipotecan el futuro de toda la sociedad al generar un individuo incapaz de desarrollarse como tal. Una sociedad que lleve a la cultura del subsidio o del “no trabajo” está condenada al fracaso. Esto mismo sucede cuando el trabajo es ofrecido como “favor”. Solo se soluciona un problema económico actual (seguramente grave y urgente), pero terminará enfermando al beneficiario al frustrar sus aspiraciones de crecimiento, ya que no podrá desarrollar su creatividad para lograr sus objetivos como persona. Ahí reside el porqué de la conocida frase “el trabajo es salud”; no sólo es ir al lugar del trabajo: es ir a un lugar a desarrollar ideas, realizar tareas en equipo. Es el lugar donde se generará altruismo y confianza en uno mismo y, sobre todo, en el otro. Por supuesto, esto queda totalmente sin sentido en el caso de los subsidios permanentes, que no ayudan sino que solo hipotecan el futuro de la sociedad. Es obligación de esta sociedad propender a mejorar su condición de vida. Y esto solo se logrará cuando se generen situaciones de trabajo real, cuando se utilicen los subsidios como corresponde y cuando se entienda que “lieben und arbeiten”, “amar y trabajar”, conduce a la salud del sujeto y, por ende, de todo el pueblo. (*) Especialista en clínica médica y en psicología clínica
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