Baja temporada en Bariloche: estrategias para salir del paso

Cuando los turistas ya no llegan de manera masiva los hoteleros aprovechan para cerrar, darle vacaciones al personal y hacer arreglos en los edificios. Los que abren bajan el precio a la mitad.

El vaivén propio de la economía turística tiene ciclos prefijados que dejan poco margen a las sorpresas. Y el descenso brusco en el flujo de visitantes que se instala inexorable después de cada domingo de Pascua obliga a los hoteleros y comerciantes a buscar estrategias para sortear esa caída.

La llamada “baja temporada de otoño” es un clásico que todos los prestadores conocen bien y que tiene fechas bastante previsibles. Empieza a notarse a fines de febrero, tiene un paréntesis en Semana Santa (a veces en marzo, otras en abril como este año) y luego se acentúa entre Pascua y el comienzo del invierno.

El día preciso en el que comienza otra vez la curva ascendente fue fijada por algunos entre el 18 y el 22 de junio.

Como pasa con cualquier actividad cíclica, quienes viven del turismo están habituados a tomar previsiones y también a buscar mecanismos para evitar que una “baja” muy pronunciada signifique el quebranto liso y llano.

“En estos meses uno trabaja para perder lo menos posible, y si cierra sería peor”, reconoció Mateo Pavic, propietario del hotel Pacífico, ubicado en Moreno al 300.

Explicó que las tarifas bajan casi a la mitad respecto del verano, aunque ese hoy es un número relativo “porque también pesa la inflación”. Son habituales además las promociones y descuentos por tres o más pernoctes.

Si se lograra mejorar la demanda turística en la baja temporada, podrían reducirse los precios de hotelería y otros servicios en la alta”.

Gastón Burlón, secretario de Turismo municipal.

El presidente de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica, Claudio Roccatagliata, refirió que este mes es el de menor ocupación en todo el año y “se trabaja a pérdida”. Indicó que algunos establecimientos cierran para realizar mejoras de infraestructura y también aprovechan para dar licencia al personal, pero otros siguen abiertos “porque los empleados no tienen vacaciones o por una cuestión de caja”.

Basta con recorrer la zona céntrica para comprobar que hay un alto porcentaje de hoteles con sus fachadas empapeladas, en especial los que trabajan con turismo estudiantil. Lo mismo pasa con muchas cabañas y bungalows.

Las reformas edilicias también se hacen en mayo. (Foto: Alfredo Leiva)

Pavic dijo que el hotel Pacífico funciona durante la baja con 22 empleados, que suben a 40 cuando trabaja a pleno. El pasado domingo, por ejemplo, llegó a tener 80 pasajeros (con una capacidad de 190) pero el promedio de ocupación en baja temporada varía entre el 20 y el 30%.

Esos mismos números fueron confirmados en el hotel Nahuel Huapi, que el mismo día tenía 23 habitaciones ocupadas sobre un total de 80.

El público extranjero y los grupos de jubilados son la demanda más corriente en estas fechas. Con los segundos, un mecanismo que se repite es el de abaratar costos mediante el recurso de facturar sólo una parte de los paquetes. “Por ejemplo, llegan a cobrarles el alojamiento con pensión completa a 700 pesos por día. Eso sólo se puede hacer en negro”, dijo una fuente bajo reserva.

Los precios del alojamiento y otros servicios turísticos hacen obviamente a la competitividad del destino y constituyen una preocupación central para el sector.

Este año la crisis es muy fuerte, porque Bariloche depende del turismo nacional. En mayo en los hoteles se trabaja a pérdida”.

Claudio Roccatagliata, presidente de la Asociación Hotelera.

El secretario de Turismo del municipio, Gastón Burlón, dijo que trabajan en forma constante para atenuar las bajas temporadas y aseguró que “la de septiembre y octubre ya no es tal, es una media temporada”, porque hay turismo estudiantil y se programan numerosos congresos.

Pero en la previa del invierno el pozo es más notorio. Según Burlón la promoción está dirigida a valorizar “el otoño, que tiene en la región unos colores y paisajes que son inigualables”.

En relación con las tarifas, Burlón dijo que se trata de un asunto nada menor porque “si se lograra mejorar la demanda turística en la baja temporada, podrían reducirse los precios de hotelería y otros servicios en los meses de alta”.

Explicó que sería así porque los empresarios suelen buscar un reaseguro en enero/febrero y en julio/agosto para cubrirse de la caída de ingresos de primavera y de otoño.

Roccatagliata admitió que existe un efecto “colchón” pero relativizó el argumento del secretario. Afirmó que el mercado turístico “es muy sensible a precio” y no es tan fácil subir tarifas en alta temporada a modo de resguardo, “porque la competencia es mucha y no siempre el cliente las convalida”.

Según el dirigente, “este año la crisis es muy fuerte, porque Bariloche depende del turismo nacional”. Señaló que para mejorar la performance en estos meses la Asociación Hotelera apuesta para mejorar a la construcción del Centro de Convenciones y también a la realización de encuentros culturales y deportivos que aumenten el flujo de pasajeros.

El hotelero Pavic aclaró que el manejo de las tarifas debe ser muy afinado y se monitorean “día a día”. Se bajan o se suben de acuerdo a la demanda. Señaló que ahora están “un 50% más bajas que en febrero”, y que las aprovechan entre otros los extranjeros, quienes además volvieron a reparar en Bariloche porque los beneficia el cambio “y la devolución del IVA”.

Aclaró sin embargo que bajar mucho los precios “es contraproducente”, porque se le quita público a las franjas de alojamiento de categoría inferior. Señaló que aun en mayo y junio “hay hoteles tradicionales que trabajan con buena ocupación, pero son muy poquitos. Y los hostels también tienen una ocupación pareja todo el año”.

Más pesimista, la comerciante Cecilia Villacura consideró que Bariloche pierde público en forma constante con San Martín de los Andes, con Villa La Angostura e incluso con Esquel, “que antes en la baja no existía y ahora empieza a recibir gente”.

Depresión en números: hasta un 80% menos

La caída abrupta en la cantidad de turistas que se produce en esta época llega a niveles del 80% en relación con las vacaciones de invierno en Buenos Aires y su Conurbano, cuando la ocupación se acerca al ideal.

El rango que separa los mejores momentos de los peores demuestra que es un tema a manejar con cuidado, si se conjuga la facturación con las dotaciones de personal, la infraestructura instalada y la calidad de servicio, que no se puede resentir porque también funciona como factor promocional.

“Hay que ser cuidadoso en todo, si planificás mal fuiste”, aseguró uno de los hoteleros consultados.

Si se toman los últimos tres años el ingreso promedio de turistas en mayo fue de 19.174, mientras que en julio alcanzó los 96.176 y enero (el segundo mejor mes) promedió los 91.950 visitantes. Es decir que la relación entre alta y baja es de 5 a 1.

Según la estadística turística que lleva el municipio, la ocupación hotelera en mayo ronda entre el 15 y el 23%, mientras que en enero y julio supera el 60%.

El número de pernoctes registran un piso de 68.000 en el peor mes y suben hasta un asombroso 514.000 cuando la ciudad desborda de turistas, en temporadas altas.

Estos datos dan una idea del peso que tienen las “bajas”. Pero los conocedores advierten que el impacto más visible aparece al considerar el nivel de gasto. Porque el turismo invernal –por ejemplo– tiene alto poder adquisitivo y no se puede comparar con los jubilados y otros segmentos “gasoleros” que eligen Bariloche en las semanas de tarifas promocionales.

El recurso de cerrar las puertas

Ante el escenario que impone la falta de turistas, a partir de Semana Santa numerosos comerciantes deciden acortar sus horarios de atención o cerrar los domingos, algo que no se permiten de ningún modo en enero o en julio.

Esta última práctica se explica por razones económicas, pero fue cuestionada por Cecilia Villacura, de la agencia de alquiler de autos A10 Rent a Car, que funciona en una galería sobre Mitre. Mientras limpiaba en soledad los vidrios de su local el domingo, a la espera de clientes, opinó que “en una ciudad turística deberían estar todos los negocios abiertos, porque el turista demanda servicios y no sabe qué día es. Le da lo mismo domingo que martes. Entiendo que es la baja temporada, pero la gente se queja y falta cultura del trabajo”.


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