Cambio de hábitos: negocios que dejan de ser negocio

Locutorios, cibers, casas fotográficas, disquerías, video clubes son algunos de los comercios que perdieron auge por modificaciones en el consumo. La mirada de los que resisten al paso de la moda.

Como ocurre con cualquier ecosistema, la actividad comercial de Bariloche tiene entre sus primeras reglas el cambio constante. Nada es eterno. El tiempo, los gustos y las modalidades de consumo acomodan las preferencias.

En esa dinámica hay rubros que prosperan y se consolidan, otros se reconvierten para sobrevivir y algunos se extinguen sin remedio.

Basta recorrer las calles Mitre, Moreno, Onelli o San Martín para descubrir que las casas de fotografía, tan consustanciadas con el paisaje urbano de los años 90, dejaron un importante vacío. A cambio tomaron auge las cervecerías artesanales y en el último tiempo los pequeños locales cargadores de growlers.

Mauricio Maldonado es casi un especialista en comercios con caducidad asegurada. Hace diez años compró el fondo de comercio del Centro Cultural del Disco, que ya tenía una historia de dos décadas en su clásico local de Mitre 318.

Mauricio tenía no lejos de allí un comercio de revelados fotográficos y cerró en 2001, cuando “ya se venía lo digital” y el material analógico se encareció mucho porque “es todo importado”.

Hoy la realidad lo empujó a una encrucijada parecida. “Cuando empezamos había 6 ó 7 disquerias en Bariloche. Rock and Pop, Rincón Musical y Musimundo eran las más grandes -recordó-. Ahora sólo quedamos nosotros. Musimundo en Onelli ya casi no tiene discos, vende más que nada electrónica”.

El también tuvo su reconversión parcial, porque la música grabada dejó de ser el único rubro. Ahora también ofrece pendrives, auriculares, pilas, relojería, cargadores de celular y otros accesorios.

“El disco no puede competir con el streeming, spotify, e incluso con el cd virgen. En uno o dos años me imagino haciendo otra cosa, pero por ahora sigo -contó-. Es un rubro difícil porque el disco es un artículo suntuario y las caídas de consumo se notan en seguida. Además hay que estar actualizado, tener el último de Madonna, todo lo que sale. Y si no lo vendés te queda. Hoy debo tener unos 10 mil discos. Además están los vinilos, que volvieron y se venden, pero son para un público selecto. Cuestan 1.000 pesos en promedio. Y el reproductor no menos de 6.000 pesos.”.

También trabaja con turistas de Chile, especialmente en verano, y con argentinos “que ven a la disquería como una rareza”.

Cabinas en retroceso

Con los locutorios y los ciber ocurre algo similar. Su período de auge fue alrededor de 2010, cuando llegó a haber no menos de 20 sólo en la zona céntrica. Hoy queda uno en la calle Mitre, otro en la San Martín y uno más en Moreno, con varias cabinas. En todos los casos tienen el complemento del kiosco multirrubro.

En San Martín funciona el local de Alejandro Alcoba, con más de 10 años en la especialidad. Hoy mantiene una cabina de teléfonos y cinco máquinas con internet, como parte de un surtido “minishop”. Dijo que aun en la era de los celulares hay gente que busca un locutorio, especialmente turistas para hablar con el exterior. “Las tarifas son de dos años atrás”, explicó.

Las computadoras son buscadas por quienes necesitan imprimir un texto, hacer un trámite, el “check in” de un vuelo, el registro de trekking o bien “pasar el rato”. También los turistas para “hablar por skype”. El costo es de 15 pesos los 15 minutos.

Entre los pocos ciber que perduran también está G2, en Palacios y Gallardo. Un empleado, Rodrigo Bobadilla, dijo que tienen 19 máquinas y todavía se juntan los chicos a para jugar en red. “Lo pueden hacer desde la casa pero les gusta venir acá, porque pueden comentar con los otros jugadores cara a cara. Es mejor que interactuar sólo por la máquina”, explicó.

Allí la hora cuesta 35 pesos y también tienen café, bebidas, helados y artículos de kiosco. La edad de los habitués va de los 12 a los 30 años.

Fuerza mayor

Otro rubro que cede ante el avance de las nuevas tecnologías es el de la fotografía. En su mejor momento, como corresponde a una ciudad turística, los locales de revelado y copias al instante competían en precio y velocidad. Llegó a haber en el microcentro hasta 3 ó 4 locales por cuadra.

Hoy uno de los sobrevivientes es Andino Color (Mitre 515) cuyo titular, Oscar Banegas, incorporó la foto digital y todos los artículos afines, pero aun vende rollos y mantiene el laboratorio de “analógico”.

“Es una actividad en desaparición, pero se puede subsistir un poco más con la foto comercial”, aseguró.

La gente saca muchas más fotos que antes, pero la que “copia” para guardar en papel es absoluta minoría.

Oscar dijo que algunos rollos analógicos todavía se venden y revelados también, “a razón de una decena por mes”. Las copias cuestan 35 pesos cada una. “La gente que busca rollos es por nostalgia, o porque encontró la cámara del abuelo y quiere probar -agregó-. También están los fanáticos de la fotografía”.

Fuera de los usos y costumbres, consideró que la situación económica también fue determinante para la caída de la actividad, porque “el potencial de imágenes es impresionante, pero hay poco dinero”.

La pantalla hogareña

Casi una obviedad, a la hora de revisar los comercios que dejaron huella pero ya no están hay que detenerse en el fenómeno de los videoclubes. En pleno 2018 Carlos Suez mantiene el suyo en pie, fruto de la perseverancia y del amor por el cine. 17.000 títulos pueblan las estanterías, clasificados por rubro, por país y por director, con un rincón especial para sus “recomendados”.

Video Zonic, en Belgrano y 20 de Febrero, convoca todavía una clientela fiel, que alquila o compra filmes, a pesar de que los tiene disponibles por internet o por tele “on demand”.

“Empecé hace 33 años. El auge fue a partir de 1989, cuando todavía no empezaba la TV por cable. Tenía días de 500 películas. En Bariloche llegó a haber 25 videoclubes. Mucha gente despedida de su trabajo puso un video, pero no siguieron porque ésto no es para cualquiera. Hay que conocer de cine. Acá la gente viene no sólo a alquilar, viene por la atención, para buscar algo distinto, hablar de una película, o de un director. Es una actividad social”, dijo Carlos.

Admite que la suya, es una actividad a término.

Video Zonic y el Centro Cultural del Disco son dos casos únicos y sus dueños admiten que se mantienen con lo justo, casi al límite.

El resurgir del paddle, un fenómeno atípico

Cuando llega el declive, inexorable, algunos bajan la cortina al ver las primeras señales de desgaste. Otros buscan alternativas para dar batalla.

Códigos propios

Los comercios “por mayor y menor” existentes en Bariloche conforman una red compleja, con influencia decisiva en el empleo y en la economía local. Según los números de marzo pasado (los últimos disponibles en el municipio) son en total 2.058 y representan el 49,4% de las habilitaciones totales. Detrás aparecen los hoteles y restaurantes, que suman 913 (el 21,9%).

Pero esa presencia del comercio puro decreció en los últimos años, ya que en 2006 llegó a representar el 54,6% del total. Desde Inspección General admitieron que hay rubros en abierto retroceso mientras que otros se multiplican. Entre estos sobresalen los punto growlers (para carga de cerveza), los comercios de atención de mascotas, las financieras de créditos personales y los “food trucks” para la venta de alimentos en la vía pública.

Otro fenómeno son los polos comerciales alejados del microcentro, como el del kilómetro 13 de Bustillo, el del barrio Las Victorias, el de Pioneros entre los kilómetros 4 y 5 y en el Alto, en torno al cruce de Herman y Pasaje Gutiérrez.

Datos

Video Zonic y el Centro Cultural del Disco son dos casos únicos y sus dueños admiten que se mantienen con lo justo, casi al límite.
Entre las variantes que el mercado mismo levantó y derrumbó con rapidez aparecen las canchas de paddle.
Alguna vez, en los años 80 y 90, tuvieron fuerte atractivo. Después perdieron público y hoy (caso poco común) experimentan un resurgimiento.
Martín Colantonio, profesor de paddle en el club Nahuel Huapi, dijo que allí existen cuatro canchas y están llenas todos los días, de 17 a 24. De modo que habría clientes para otros complejos similares, pero por ahora la oferta se mantiene restringida.
Martín dijo que “tiempo atrás llegó a haber más canchas y hubo una saturación. Después apareció una especie de mito de que el paddle producía lesiones. Pero no es así”.
“Ahora hay una vuelta del paddle, en Bariloche tenemos torneos todos los meses, pero faltan canchas -aseguró-. No es fácil generar nuevas porque la inversión es importante, los terrenos son caros y no hay galpones en desuso, como pasa en otras ciudades. Pero la demanda está”.
Cuando llega el declive, inexorable, algunos bajan la cortina al ver las primeras señales de desgaste. Otros buscan alternativas para dar batalla.

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