Cartas: Buenos Aires, del contrabando a los privilegios

El 3 de Febrero de 1536, Pedro de Mendoza fundó la primera Buenos Aires, que duró lo que dura un suspiro. 44 años más tarde, Juan de Garay insistiría nuevamente, acompañado de 60 paraguayos (sí, leyó bien, paraguayos, esos estigmatizados hermanos latinoamericanos fueron los fundadores de la actual CABA).

Su ubicación estratégica y el contrabando fueron dándole sustento y resistencia para superar los primeros siglos de existencia. El conflicto Hispano-Lusitano por el actual Uruguay la fortaleció y convirtió en sede del recién creado Virreinato del Río de la Plata (1776), lo que la llevó a gozar de las mieles del privilegio de recibir un estatus especial y su correlato crecimiento económico, pasando de plebeya a oligarca en muy poco tiempo.

En 1810 se convierte en el centro de la revolución de Mayo, única que logró pervivir hasta la consolidación de la independencia entre las tantas que estallaron a lo largo de esos años en América Latina. A partir de allí oficia como capital de hecho de las provincias unidas, hasta la consolidación del país, y obtiene su designación oficial como capital de la República Argentina, enajenándose de la Provincia de Buenos Aires, a raíz del conflicto desatado en 1880 entre Carlos Tejedor, gobernador de la provincia y Nicolás Avellaneda, presidente de la Nación, dejando atrás las distintas etapas en la que fue centro de los numerosos conflictos entre los intereses porteños y los nacionales (aduana, comercio exterior, empréstito Baring tomado por Martín Rodríguez y Rivadavia para embellecer la ciudad y no atender las necesidades de San Martín en el Perú para poder terminar la campaña independentista, empréstito terminado de pagar por el primer gobierno de Perón en 1947 y que costó una millonada de pesos al conjunto de los argentinos).

Desde entonces, al calor del poder creció opulenta y tomó su configuración actual, beneficiándose siempre en detrimento del conjunto del país. Así, en el primer centenario de la Revolución de Mayo, fue destinataria de cuantiosas obras, todas financiadas desde el erario público. La reforma constitucional de 1994, surgida del pacto de Olivos, llevado adelante por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, la elevó al rango constitucional y nivel jerárquico de las provincias, permitiéndole dictar su propia constitución y obtener participación en el reparto de los impuestos nacionales (coparticipación) y a partir de ahí, su riqueza se consolidó de tal modo que hoy su presupuesto ronda los 480 mil millones de pesos anuales, mientras ciudades como Córdoba y Rosario (con la mitad de población que la CABA eso sí), apenas rozan los 48 y 34 mil millones respectivamente, o sea alrededor del 10% de los ingresos que tiene la Reina del Plata.

A todas luces salta la desigualdad y el irritante privilegio que goza la ciudad autónoma y resalta la figura de la cabeza gigante con cuerpo escuálido, con que se puede resumir a nuestro país. Lógico que este privilegio fue sostenido en el tiempo por cuanto gobierno pasó. Raúl Alfonsín intentó trasladar la Capital al conglomerado Viedma – Carmen de Patagones en 1986 (llegó a sancionarse la ley respectiva) y así le fue. Queda claro que cuando alguien intenta tocarle mínimamente sus privilegios, como le ha sucedido en numerosas oportunidades a distintas provincias, pasa lo que le sucede en estos momentos a nuestro Presidente Alberto Fernández, reaccionan en forma intempestiva y atacan violentamente al autor de tamaña osadía.

Ante ello, me pregunto y repregunto, ¿cuándo el conjunto de los argentinos podremos llevar adelante la tarea de construir un país integral, inclusivo, federal, armonioso, sin que el monstruo de 7 cabezas que reside en la Reina del Plata, recostado a la derecha y que tiene sus acólitos en todo el país, nos destruya una y otra vez que lo intentamos?

Orlando –Landy- Rostan

DNI 14.213.280

Huinganco (Nqn)


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