La crisis económica

La inflación es el ladrón más sutil y eficaz, un impuesto sin legislación que afecta siempre a los sectores más desprotegidos, a través del cual, como lo ha reconocido John Keynes, los gobiernos pueden confiscar secreta y disimuladamente buena parte de la riqueza de los ciudadanos. Jacques Rueff, el “mago” de las finanzas francesas convocado por De Gaulle en 1958, explicó con una metáfora por qué muchos de los gobiernos que denuncian la inflación terminan tratando de beneficiarse con ella: “Es mucho más fácil subirse a un tigre que bajarse de él”. También Rueff ofreció una visión crítica sobre el gradualismo que tanto defiende hoy el gobierno de Mauricio Macri: “No existe el llanto sin lágrimas”.

El gobierno argentino siempre se resistió a admitir que su programa gradualista estaba prendido con alfileres.

El temblor cambiario le demostró que no es viable financiar por mucho tiempo el déficit del Estado con capitales golondrinas aficionados a la bicicleta financiera. En medio de la ciclotimia que nos caracteriza, tras la renovación de Lebac del martes 15 de mayo –un triunfo pírrico si se considera la tasa del 40%–, resultó acertada, aunque forzada por las circunstancias, la actitud del presidente de efectuar una moderada autocrítica. Porque el gobierno no ha resuelto los problemas de fondo. Apenas logró una tregua. Una tregua que no impedirá que este año la Argentina tenga bastante más inflación de la pautada –el piso en el que coincide la mayoría de los economistas ronda el 25%– y que su economía crezca menos del 3% presupuestado.

Joaquín Bertrán

DNI 5.433.822

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