Santa María González de Bello, ejemplo de las maestras de “antaño”

Traspasaban las puertas de las escuelas para llegar a los hogares de sus alumnos que las necesitaban. Se desempeñó en la escuela Nº 7 de frontera, asentada en la Lipela, entre Cuyín Manzano, la Confluencia y Villa Llanquin. Nació en Entre Ríos, en la estancia paterna La Unión ubicada en el poblado de San Jaime de la Frontera. Tiene un hermano mellizo, Pedro, y sus padres eran Nicolás González y Catalina Balzer. Realizó la escuela primaria en escuelas de campo ubicadas a cinco kilómetros de la estancia, distancia que recorrían a caballo o en un carro ruso.

Cursó el secundario en la escuela Cristo Redentor, Escuela Normal de las Monjas de Gante, en Paraná, escuelas donde era pupila al igual que sus hermanas mayores. Santa María se recibió en 1959; una vez recibidas de maestras, le escribieron al Ministerio de Educación para solicitar trabajo: Pety pidió trabajar por estas zonas sureñas. Estuvo allí hasta mayo de 1960.

Luego volvió a Entre Ríos para trabajar en escuelas de esa provincia. Conoció a Elio Bello, el maestro mayor de obras con quien se casó en 1961. De esa unión nacieron dos hijos: Daniel, docente, profesor de historia, y Gustavo, médico, que, a su vez, les dieron nietos y bisnietos. Recién casados, Pety y Elio vivieron en Paraná: él se dedicó a realizar cursos de vialidad. Cuando Vialidad Nacional lanzó la convocatoria para tomar mano de obra aplicada, Elio fue elegido entre los postulantes y como destino optó por Neuquén.

Primero vino solo, para luego traer a su esposa con su hijo mayor que tenía, por aquel entonces, cuatro meses y medio. Se asentaron en Valle Encantado y vivieron en el Hotel de Nancy Cler, en la confluencia de los ríos Limay y Traful. Así es que, a comienzos de la década del 60, Pety y su familia se encontraban en La Lipela, que significa “cantera de cobre”. Pero el paraje aún no contaba con un establecimiento educativo. Por ello, Pety y Natalio Nader, policía de La Lipela, maduraron la idea de dar educación a los niños de la zona. Iniciaron esta loable tarea en un salón que le daba la institución policial, hecho con cantoneras troncos de madera con forma bombé- por donde se filtraba el intenso frío de la región. Santa María y Natalio Nader lo acondicionaron, le pegaron papeles a modo de parches y lo pintaron.

Así comenzó el anhelado sueño: los niños se trasladaban doce kilómetros para asistir a clases, por caminos de cornisa. Al principio, la maestra hacía “dedo”, luego adquirió un Renault 4L, con el que llevaba, además de su pequeño hijo, a todos los alumnos que podía. Entre las acciones destacadas a manos de Pety, podemos nombrar la fabricación de un mimeógrafo especie de pequeña imprenta que opera con stenciles con una lata de dulce de batata. Gracias a este invento, los alumnos pudieron tener sus trabajos. En la zona también había familias enteras que no conocían el dinero, habituadas al trueque. Por esta razón, Pety solicitó a la revista La Obra que le proporcionara réplica de dinero para que sus alumnos, al jugar al almacén, aprendieran su valor. También pudo enseñarles a los adultos a vender la lana en Bariloche.

Los actos escolares se hacían a la intemperie porque no había SUM: como también se organizó un equipo de fútbol con los niños de la escuela. La labor del señor Nader es destacable, dado que, junto con Pety, era el único que tenía voluntad y compromiso: cruzaba a los niños por el caudaloso río Limay con su canoa para que pudieran concurrir a la escuela.

Pety también recuerda la figura de don Jaime de Nevares, quien visitaba el paraje y atendía las necesidades de toda la población. El hijo menor del matrimonio nació allí, en la cordillera. Como no hubo maestra que la reemplazara Pety, a los diecisiete días de haber dado a luz (por cesárea), tuvo que retomar el dictado de clases, con el bebé en el moisés. Fue reubicada a partir del 19 de marzo del mismo año en la escuela primaria Nº 23 de Colonia Valentina Sur.

En 1970, en la escuela 32 de Bouquet Roldán fue maestra titular. Era una escuela inserta en un barrio que contaba con muchos problemas sociales: ella y sus maestras contenían con amor y paciencia a los niños de la calle que solían dormir en la escuela. No alcanzan las palabras ante tamaña labor docente cuyo único fin era la educación de los niños. Hace unos días Pety partió a otra vida. Nuestro homenaje ante tan abnegada tarea.


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