Weretilneck vs. Soria, la historia que no cierra
Javier Genoud, DNI 17.506.130
ROCA
La nueva confrontación entre Alberto Weretilneck y la familia Soria no es una disputa coyuntural: es la reedición de una historia conocida, la de una política provincial que no logra reinventarse. Desde hace más de veinte años, los mismos apellidos orbitan el poder en Río Negro, alternando alianzas y rupturas, pero sin generar un verdadero cambio de paradigma. Lo que debería ser competencia de ideas se transformó en una trama de relaciones personales, viejas cuentas pendientes y denuncias cruzadas que sólo profundizan el desencanto ciudadano.
En el plano cultural, la sociedad rionegrina parece haber aceptado como “natural” que los mismos líderes sigan protagonizando la vida pública.
Se heredan nombres, espacios y discursos, mientras las nuevas generaciones observan desde afuera una política que no los convoca.
El costo cultural de esta inercia es la pérdida de confianza en la democracia como herramienta de transformación.
Socialmente, esta repetición constante tiene consecuencias visibles: descreimiento, apatía y desafección política.
Cuando los ciudadanos sienten que todo está decidido entre los mismos de siempre, se debilita la idea de participación y se refuerza el cinismo.
La política deja de ser un espacio de construcción colectiva para convertirse en un escenario de intereses particulares. Desde lo ético, resulta imposible separar la crítica moral de la complicidad histórica.
Las acusaciones entre dirigentes que compartieron gobiernos, fórmulas y acuerdos muestran que no hay inocentes absolutos. El problema no es sólo quién tiene razón, sino cómo se ha degradado el valor de la palabra pública y del servicio al bien común.
Cuando todos se señalan, todos se exponen. Políticamente, Río Negro vive una paradoja: se presenta como una provincia con identidad propia, pero su dirigencia repite los mismos métodos y las mismas lógicas de poder que dice cuestionar.
Desde aquel gobierno de Soria–Weretilneck, elegido con la esperanza de una renovación que terminó trágicamente, el sistema político local parece no haber podido salir del todo del duelo, ni del molde.-
Hoy, cuando la palabra “narcopolítica” vuelve a instalarse en el debate público, la verdadera pregunta tal vez no sea quién tiene razón, sino “qué tipo de sociedad queremos ser”.
¿Seguiremos aceptando que la política sea un espejo que sólo refleja a los mismos rostros de siempre, o nos animaremos (como pueblo, desde nuestras nobles raíces CARAJO) a romper el círculo y construir una nueva ética colectiva que devuelva dignidad, verdad y esperanza a la vida pública rionegrina?
Comentarios