El racismo aún persiste y buscan desnaturalizarlo desde las ciencias y las artes

Lo impulsan investigadoras de la Universidad Nacional de Río Negro, que forman la comunidad mapuche. Participaron en encuentro de universidad de Inglaterra

Desde principios del siglo pasado, se empezó a usar la expresión “crisol de razas” para destacar positivamente que las sociedades estaban conformadas por diferentes culturas y etnias como resultados de las migraciones y otros procesos históricos. Pero investigaciones en diferentes ciencias, como la antropología, y la sociología, han advertido que esa expresión puede esconder prácticas de racismo.

Desde la provincia de Río Negro, las doctoras Miriam Álvarez y Lorena Cañuqueo, investigadoras y docentes de la Universidad Nacional de Río Negro, promueven desnaturalizar esas prácticas antirracistas y fueron invitadas a participar en un encuentro internacional organizado por la Universidad de Manchester, en el Reino Unido.

Desde el año 2020, Álvarez y Cañuqueo han estado participando en un proyecto de investigación sobre el lenguaje teatral en relación al racismo. Allí participan también investigadores y artistas de Brasil y Colombia.

“Lamentablemente las prácticas racistas tienen plena vigencia tanto en la Argentina como en otras partes del mundo”, señaló Cañuqueo. “El racismo tiene que ver con que no se han desnaturalizado o desandando las bases que lo sostienen en nuestro continente. Tiene que ver con el proceso de colonización por parte de las coronas europeas. Se cimentó tanto en el discurso sobre los Estados nacionales como en las regiones como la Patagonia que esa colonización produjo un mestizaje de razas que homogeiniza a las sociedades. Pero eso impide ver que la desigualdad social se explica por la desigualdad de clase asociada a ciertos colores de la piel”, explicó Cañuqueo.

Desde la investigación que combina ciencias y artes, se estudia cómo se ha construido esa percepción de que la desigualdad es “natural”, pero afecta el acceso de los diferentes grupos estigmatizados a la educación, a la tierra, a la vivienda, entre otros derechos humanos.

Sobre la participación en en el cuentro organizado por la Universidad de Manchester, Álvarez comentó a RIO NEGRO: “Fue un trabajo muy inspirador, sobre todo escuchar a otros compañeros y ver cómo abordan las relaciones de poder que sufrimos nosotros como mapuches, los quom, afrodescendientes, entre otros”.

Álvarez se sumó al encuentro internacional de la Universidad de Manchester en su doble rol como miembro del pueblo Mapuche y directora del grupo de teatro “El Katango”. Como parte del proyecto de investigación “Culturas del Antirracismo en América Latina”, produjo dos dramaturgias: “Las Hierbas” y “Como dos gotas de agua”. Allí se abordan conflictos territoriales actuales e historias de desplazamientos forzados.

Aportó consideraciones sobre la estereotipación del “esencialismo mapuche”. Este fenómeno consiste en la manera en que la sociedad instaura determinados parámetros sobre cómo debe verse, actuar, pensar y vivir una persona que se autodefine “mapuche”.

Cualquier actitud fuera de esa norma pone en cuestionamiento la identidad y rechaza el carácter genuino de la reivindicación, según la investigadora de la UNRN. Desde esa perspectiva, el “esencialismo mapuche” constituye el punto de partida del actual racismo del que son blanco las comunidades indígenas de la región Patagónica.

“Esto tiene que ver con la construcción de un nosotros, que se encargó de hacer el Estado a través de la instauración de un solo idioma y una cultura. Y cómo se diferencia un otro que está por fuera. En nuestra zona, que es la región cordillera de Río Negro, esa construcción del otro es el mapuche, y específicamente el mapuche terrorista. Que no deja lugar a pensar en otra forma de vernos, porque también somos profesionales, obreros, estudiantes y mujeres”, detalló Álvarez. Esta investigadora junto con Cañuqueo, quien también forma parte de la comunidad mapuche- han sufrido la discriminación por racismo.

Hasta hoy, les resulta difícil posicionarse socialmente como académicas y docentes universitarias. “Estamos en un racismo estructural muy fuerte, donde la portación de rostro hace que se nos estigmatice en diferentes ámbitos. Por ejemplo, cuando llevo a mi hijo a un centro de salud, los médicos me preguntan: ¿A qué te dedicas? ¿Estás como empleada gastronómica o doméstica? Y es muy difícil poder revertirlo”, comentó.

Para las académicas, la única manera de emprender relaciones horizontales e igualitarias entre los diversos pueblos, solo será posible en el momento en el que el Estado argentino reconozca la persecución histórica cometida sobre las comunidades autóctonas. Y proponen la experiencia artística como herramienta indispensable para tensionar y desnaturalizar las prácticas discriminatorias.

Ellas encuentran en la comedia teatral un recurso significativo para reírse y repensar sobre las desigualdades que sufren. Un ejemplo fue el “Mapuchómetro”, una instalación que llevó adelante hace algún tiempo la compañía “El Katango” en Bariloche. Se armó una máquina que de acuerdo a una serie de preguntas determinaba el grado de pertenencia y correspondencia de las personas con respecto a la identidad Mapuche.

“Yo insisto que la manera de romper con el racismo es por medio del arte, y en términos puntuales desde el teatro. No hay que olvidar que la población Mapuche fue históricamente golpeada y por eso también hay que tener mucha paciencia para sacar estos temas del silencio, y después llevarlos a escena. Pero creo que los espacios artísticos y los educativos son lugares abiertos y posibles para poner en tensión esta realidad”, opinó. Las artes han desempeñado un papel crucial en los movimientos antirracistas. Desde la poesía abolicionista del siglo XIX y la capoeira de principios del siglo XX hasta la literatura contemporánea, el teatro de protesta y el hip hop, las artes han sido importantes herramientas de protesta e iniciativas educativas.


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