Ciertas visiones…

Psiquiatra, profesor en la UBA y profesor visitante en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, con actividades en las universidades de Boston, Maryland y Georgetown, autor entre otros libros de “La locura en la Argentina” y “Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina”, Hugo Vezzetti integra con Beatriz Sarlo lo que puede definirse como la mayor calidad intelectual en materia de reflexión sobre la violencia política que signó los 60/70. En un tiempo imprescindible para explorar el tema, “Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos”, cuestiona el manejo que desde la militancia suele hacerse de lo sucedido. Señala, por caso: • “Las memorias militantes también consagran a los caídos como un ejemplo imposible de seguir para los sobrevivientes cuando se expresa que murieron los mejores, como si la muerte, sobre todo la muerte en combate, fuera el criterio último para juzgar el valor de una conducta política”, sostiene Vezzetti. • Recuerda entonces que Carlos Brocato (*), “un pensador consecuente de la izquierda que casi no ha tenido lectores en los años de la posdictadura, ha llamado ‘hipocresía necrológica’ a esta consagración. Se refería al ‘peso de los muertos’ en la tradición revolucionaria argentina y distinguía entre el respeto moral que merecen y el recurso de exhibir la ‘camiseta ensangrentada’ para tapar toda crítica”. A juzgar por Vezzetti, “ese procedimiento, por otra parte, era el mismo que se aplicaba en las organizaciones cuando las discusiones se zanjaban por la prepotencia de los mandos, que eran los audaces o se presentaban como tales. Ese régimen de memoria reproduce finalmente el molde de las narraciones patrióticas que han elevado a las figuras militares, y a sus combates, como custodios de la nación”. • “En el eslogan –reflexiona Vezzetti– del sacrifico de los mejores se transparenta algo del culto a los mártires, que ha demostrado ser (sobre todo en el fascismo italiano) un basamento de creencias de gran eficacia en la consolidación de las religiones políticas. Lo que no puede entrar en esa construcción imaginaria es la idea de la muerte innecesaria y, sobre todo, contraria a los fines de una transformación histórica, para la cual el heroísmo individual puede ser más bien un obstáculo y una pérdida”. • Y acota Vezzetti: “Hay dos cosas que pueden señalarse en la expresión que afirma que murieron los mejores: o bien el interior del mito revolucionario expresa el culto de la heroicidad y el molde de los guerreros, amos de su propia vida y su propia muerte, o bien, en la recuperación social más amplia, nace de una culpa difusa en los sobrevivientes y en la sociedad que no fue capaz de proteger tantas vidas exterminadas en una masacre rutinaria. En verdad, murieron los peores y los mejores, sobrevivieron los mejores y los peores”. (*) A lo largo de gran parte de la década del 80 Carlos Brocato fue columnista semanal del diario “Río Negro”. Falleció en los 90.

Hugo Vezzetti


Psiquiatra, profesor en la UBA y profesor visitante en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, con actividades en las universidades de Boston, Maryland y Georgetown, autor entre otros libros de “La locura en la Argentina” y “Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina”, Hugo Vezzetti integra con Beatriz Sarlo lo que puede definirse como la mayor calidad intelectual en materia de reflexión sobre la violencia política que signó los 60/70. En un tiempo imprescindible para explorar el tema, “Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos”, cuestiona el manejo que desde la militancia suele hacerse de lo sucedido. Señala, por caso: • “Las memorias militantes también consagran a los caídos como un ejemplo imposible de seguir para los sobrevivientes cuando se expresa que murieron los mejores, como si la muerte, sobre todo la muerte en combate, fuera el criterio último para juzgar el valor de una conducta política”, sostiene Vezzetti. • Recuerda entonces que Carlos Brocato (*), “un pensador consecuente de la izquierda que casi no ha tenido lectores en los años de la posdictadura, ha llamado ‘hipocresía necrológica’ a esta consagración. Se refería al ‘peso de los muertos’ en la tradición revolucionaria argentina y distinguía entre el respeto moral que merecen y el recurso de exhibir la ‘camiseta ensangrentada’ para tapar toda crítica”. A juzgar por Vezzetti, “ese procedimiento, por otra parte, era el mismo que se aplicaba en las organizaciones cuando las discusiones se zanjaban por la prepotencia de los mandos, que eran los audaces o se presentaban como tales. Ese régimen de memoria reproduce finalmente el molde de las narraciones patrióticas que han elevado a las figuras militares, y a sus combates, como custodios de la nación”. • “En el eslogan –reflexiona Vezzetti– del sacrifico de los mejores se transparenta algo del culto a los mártires, que ha demostrado ser (sobre todo en el fascismo italiano) un basamento de creencias de gran eficacia en la consolidación de las religiones políticas. Lo que no puede entrar en esa construcción imaginaria es la idea de la muerte innecesaria y, sobre todo, contraria a los fines de una transformación histórica, para la cual el heroísmo individual puede ser más bien un obstáculo y una pérdida”. • Y acota Vezzetti: “Hay dos cosas que pueden señalarse en la expresión que afirma que murieron los mejores: o bien el interior del mito revolucionario expresa el culto de la heroicidad y el molde de los guerreros, amos de su propia vida y su propia muerte, o bien, en la recuperación social más amplia, nace de una culpa difusa en los sobrevivientes y en la sociedad que no fue capaz de proteger tantas vidas exterminadas en una masacre rutinaria. En verdad, murieron los peores y los mejores, sobrevivieron los mejores y los peores”. (*) A lo largo de gran parte de la década del 80 Carlos Brocato fue columnista semanal del diario “Río Negro”. Falleció en los 90.

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