Columnismo III

De todos los tipos de columnas uno muy cercano a estas páginas es la columna literaria cuya denominación actualiza una vieja disputa entre la literatura, el periodismo y sus relaciones. Relaciones siempre poliédricas y polémicas que se asientan en qué concepciones manejamos de literatura y de periodismo. La tensión se da sobre todo en el campo del periodismo con la vieja pregunta: ¿pueden algunos géneros periodísticos ser literatura?; y no tanto sobre el campo literario en el que se impone una pregunta lógica pero que no siempre se formula: ¿puede un género literario ser periodístico? Las respuestas a estos dilemas dependen de lo individual y también de lo temporal. Textos que hoy leemos como literarios en un periódico, en el momento en que aparecieron no eran considerados literatura. Así, no siempre los textos de Mariano José de Larra fueron considerados literarios, al igual que los textos sobre cine y libros de Borges en “El Hogar”, por mencionar sólo dos ejemplos. Es evidente que el columnismo literario es hoy un género fuerte, sobre todo en España y también va lentamente afirmándose en la Argentina. En la actualidad suelo leer las columnas casi siempre polémicas de Tabarovsky, también las de Maximiliano Tomas con un afán mayor en la divulgación, y la ingeniosa escritura de Patricia Rodón. Recuerdo además haber leído las de Tomás Eloy Martínez en el suplemento del por entonces naciente “Página 12”, las de Soriano en el mismo diario, las de Aulicino en “Ñ”, las de Marcelo Pichón Riviere en el viejo “Clarín Cultural” y tantos más. En España el columnismo literario goza de muy buena salud y tiene una larga y rica tradición en los periódicos y revistas. Por supuesto que quien brilló como nadie en la era posfranquista es Francisco Umbral, el columnista literario por antonomasia. Alguna vez el inefable escritor dijo que la columna era realmente el género que él quería escribir. Durante muchísimos años Umbral publicó en el diario “El Mundo” una columna diaria sobre los temas más diversos con un estilo inconfundible. Y es precisamente el estilo, la utilización de procedimientos literarios, el trabajo con el lenguaje, uno de los soportes en donde descansa la huidiza noción de “columna literaria”; podemos enumerar otros como la perspectiva de la realidad que cada escritor esgrime, a esto le podemos sumar lo que un estudioso como Grohmann señala: “la hibridez de la columna, que en algunos casos también puede considerarse como crónica, ensayo, folletín, cuento o relato”. Otro punto importante es la construcción de un yo ficticio, de un personaje diferente del autor. Aquí es pertinente hacer una distinción entre columnas que tratan el tema literario, como la que estás leyendo en este momento; y columnas literarias a la manera de Umbral, de Roberto Arlt, de Pérez Reverte, de Manuel Vicent o de algunas de Mempo Giardinelli. Las de tema literario son las que abundan y además de poseer, como en todas, una voz personal que cuenta, analiza, argumenta, opina, informa sobre determinados aspectos de la literatura y sus alrededores, tiene un estilo menos complejo que las propiamente literarias. Éstas, en cambio, están escritas por autores de renombre y muestran el talento lingüístico de sus creadores; así Umbral escribe sobre Cervantes o sobre “la izquierda anacreóntica” y ambos escritos tienen un estatuto de recepción nítidamente literario, o Manuel Vicent comenta las imágenes de este verano a punto de reclinarse con la belleza de estas palabras: “Éste será, tal vez, aquel verano en que una multitud de jóvenes católicos de todo el mundo se derramó por las calles de la capital de España como un inmenso plato de arroz con leche impulsado por un turbión de hormonas”. Dejemos aquí este discurrir a la veleta que ya se nos ha acabado el viento.

Néstor Tkaczek ntkaczek@hotmail.com

PALIMPSESTOS


De todos los tipos de columnas uno muy cercano a estas páginas es la columna literaria cuya denominación actualiza una vieja disputa entre la literatura, el periodismo y sus relaciones. Relaciones siempre poliédricas y polémicas que se asientan en qué concepciones manejamos de literatura y de periodismo. La tensión se da sobre todo en el campo del periodismo con la vieja pregunta: ¿pueden algunos géneros periodísticos ser literatura?; y no tanto sobre el campo literario en el que se impone una pregunta lógica pero que no siempre se formula: ¿puede un género literario ser periodístico? Las respuestas a estos dilemas dependen de lo individual y también de lo temporal. Textos que hoy leemos como literarios en un periódico, en el momento en que aparecieron no eran considerados literatura. Así, no siempre los textos de Mariano José de Larra fueron considerados literarios, al igual que los textos sobre cine y libros de Borges en “El Hogar”, por mencionar sólo dos ejemplos. Es evidente que el columnismo literario es hoy un género fuerte, sobre todo en España y también va lentamente afirmándose en la Argentina. En la actualidad suelo leer las columnas casi siempre polémicas de Tabarovsky, también las de Maximiliano Tomas con un afán mayor en la divulgación, y la ingeniosa escritura de Patricia Rodón. Recuerdo además haber leído las de Tomás Eloy Martínez en el suplemento del por entonces naciente “Página 12”, las de Soriano en el mismo diario, las de Aulicino en “Ñ”, las de Marcelo Pichón Riviere en el viejo “Clarín Cultural” y tantos más. En España el columnismo literario goza de muy buena salud y tiene una larga y rica tradición en los periódicos y revistas. Por supuesto que quien brilló como nadie en la era posfranquista es Francisco Umbral, el columnista literario por antonomasia. Alguna vez el inefable escritor dijo que la columna era realmente el género que él quería escribir. Durante muchísimos años Umbral publicó en el diario “El Mundo” una columna diaria sobre los temas más diversos con un estilo inconfundible. Y es precisamente el estilo, la utilización de procedimientos literarios, el trabajo con el lenguaje, uno de los soportes en donde descansa la huidiza noción de “columna literaria”; podemos enumerar otros como la perspectiva de la realidad que cada escritor esgrime, a esto le podemos sumar lo que un estudioso como Grohmann señala: “la hibridez de la columna, que en algunos casos también puede considerarse como crónica, ensayo, folletín, cuento o relato”. Otro punto importante es la construcción de un yo ficticio, de un personaje diferente del autor. Aquí es pertinente hacer una distinción entre columnas que tratan el tema literario, como la que estás leyendo en este momento; y columnas literarias a la manera de Umbral, de Roberto Arlt, de Pérez Reverte, de Manuel Vicent o de algunas de Mempo Giardinelli. Las de tema literario son las que abundan y además de poseer, como en todas, una voz personal que cuenta, analiza, argumenta, opina, informa sobre determinados aspectos de la literatura y sus alrededores, tiene un estilo menos complejo que las propiamente literarias. Éstas, en cambio, están escritas por autores de renombre y muestran el talento lingüístico de sus creadores; así Umbral escribe sobre Cervantes o sobre “la izquierda anacreóntica” y ambos escritos tienen un estatuto de recepción nítidamente literario, o Manuel Vicent comenta las imágenes de este verano a punto de reclinarse con la belleza de estas palabras: “Éste será, tal vez, aquel verano en que una multitud de jóvenes católicos de todo el mundo se derramó por las calles de la capital de España como un inmenso plato de arroz con leche impulsado por un turbión de hormonas”. Dejemos aquí este discurrir a la veleta que ya se nos ha acabado el viento.

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