Recursos naturales y desarrollo

Suele decirse y repetirse que la Argentina tiene importantes recursos naturales. Salvador San Martín, que fuera subsecretario de Energía y Combustibles (1959), secretario de Industria (1962), presidente de Cometarsa del grupo Techint y productor frutícola, se refería frecuentemente al tema. Por sus viajes a Japón, donde residía uno de sus hijos, estudiaba y comparaba las economías japonesa y argentina. Desde 1984, como director de la revista “Papiro”, le solicité artículos sobre esos estudios.

En ellos sostenía que la Argentina era pobre en recursos naturales, según indicadores que mostraban en cada país el porcentaje de éstos respecto del total mundial: en petróleo, por ejemplo, mientras los países árabes poseían el 61,1% de las reservas mundiales, la Argentina tenía el 0,34%; en otras energías (gas y carbón) y en la mayor parte de los minerales poseíamos recursos muy por debajo del 1% mundial.

En agricultura (trigo, maíz, algodón, arroz) no alcanzábamos el 2%, sólo superábamos este porcentaje en lana (5,1%) y lino, nuestra mayor riqueza natural de entonces, que nos ubicaba primeros con el 29% del total mundial.

En ganadería no teníamos porcentajes elevados: equinos (5%), vacunos (4,6%), ovinos (3%), caprinos (0,7%) y porcinos (0,5%). San Martín subrayaba que Japón, con menos recursos naturales que la Argentina y a casi 40 años de las bombas de Hiroshima y Nagasaki que lo destruyeron, era la tercera economía del mundo. La Argentina, según el economista estadounidense Samuelson, era en 1945 la promesa para ocupar el segundo puesto, con tanto oro que dificultaba la circulación en los pasillos del Banco Central; sin embargo, estábamos entre las naciones de bajo desarrollo.

Samuelson afirmaba que había cuatro tipos de países: los desarrollados, los subdesarrollados, la Argentina y Japón.

¿A qué se debe una evolución tan distinta y opuesta? Se preguntaba San Martín. Y respondía: “No es la posesión de grandes recursos naturales la que determina el progreso, muchos países resurgieron de las ruinas por la inteligencia aplicada a la innovación tecnológica y el avance científico. Nuestras exportaciones tienen un valor menor, como consecuencia de un menor contenido de inteligencia, lo que los ‘doctos’ llaman valor agregado”.

A más de 30 años de esta reflexión, un reciente estudio del Banco Mundial –The Changing Wealth of Nations– introduce un indicador al que denomina “capital natural”, por el cual se miden los recursos energéticos (petróleo, gas, carbón), minerales, agrícolas, etc., de cada país. A este capital se le da un valor per cápita, como complemento de la medición tradicional del PBI per cápita. La Argentina está muy rezagada en América Latina, con un capital natural de u$s 16.185 por habitante. La superan Venezuela, que encabeza el ranking con u$s 70.151 por sus importantes reservas petroleras; Chile, Brasil, Panamá, Ecuador, Perú, Costa Rica, Uruguay, Paraguay y Bolivia que cierra la lista con u$s 17.527.

Países desarrollados tienen menos capital natural que éstos: China (u$s 15.133 per cápita), Alemania (u$s 7.701), Japón (u$s 3.741) y Singapur (u$s 56) con un PBI per cápita mil veces mayor (u$s 52.000). Los árabes lideran el ranking mundial en capital natural: Qatar (u$s 660.305), Emiratos Árabes (u$s 259.428), Arabia Saudita (u$s 252.186) y Oman (u$s 95.238).

Estos estudios permiten ver la incidencia de los recursos naturales en el desarrollo, especialmente en la Argentina que basa su economía en ellos, sin agregado de inteligencia y conocimiento.

* Director ejecutivo de Fundación Sales


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