¿Cómo se escribe taekwondo?

El perro Patán era un dibujo animado que inflaba su pecho y mostraba una sonrisa de oreja a oreja cada vez que recibía de premio una medalla. Para este personaje nunca importaba el cómo, sino el fin. ¿Cuánto de Patán tenemos los argentinos? El viernes 10 de Agosto de 2012, cuando Las Leonas habían perdido la final y la Generación Dorada se aprestaba a un desenlace similar ante el Dream Team, todos los titulares de golpe comenzaron a hablar de un ignoto tapado que había ganado una medalla de oro. ¿Quién había sido? El del apellido raro… Crismanich. Y para colmo, ¿cómo se escribe taekwondo? En pocos minutos, en bares, oficinas y hogares versábamos avezadamente sobre patadas, el impacto sobre los chalecos, la puntuación, la penalización y demás yerbas de este arte marcial reservado a ciertos clubes y gimnasios pequeños. El básquet y el hockey de los que se habló hasta el hartazgo durante los días previos pasaron, como por arte de magia, a un segundo plano. El resultado lo justificaba. La necesidad brutal de ver la bandera argentina en lo alto y escuchar el himno nacional, así lo ameritaba. Tal avidez pudo ser satisfecha por un ignoto provinciano. Así y aunque parezca mentira, Crismanich logró romper con 64 años de sequía en el deporte individual, que no sumaba una dorada desde 1948, con los boxeadores Pascual Pérez y Rafael Iglesias y el maratonista Delfo Cabrera. Con mucha paciencia y sobre los últimos 20 segundos de la final, el mesopotámico logró conectar una patada que le dio la pequeña luz para superar al español García Hemme por 1 a 0. La cosecha de medallas argentinas, tal como se preveía, ha sido pobre. Cuesta encontrar compatriotas en las distintas pruebas y más aún que se destaquen. Cabe preguntarse si el apoyo del Enard a valores individuales promisorios, que se fogueen internacionalmente y sean conducidos por entrenadores capacitados, no es el norte a seguir. China, en función de su biotipo, ya comprendió el mensaje hace tiempo y ahora observa al resto de los países desde lo alto del medallero. También es hora de acompañar a los deportes de conjunto con proyección, que vienen mejorando sus performances y devolver a los juegos aquellas disciplinas con enorme tradición como el fútbol. Sebastián Crismanich representa el esfuerzo silencioso y anónimo de miles de deportistas amateurs que se consagran a su disciplina con sacrificio y dedicación. Por tal razón es tan grata esta alegría. No por ello debemos relegar la memorable actuación de Las Leonas y la siempre cautivante entrega del mejor seleccionado nacional de todos los tiempos, la Generación Dorada. Grandeza que no sólo se evidencia en la enorme vergüenza deportiva que muestran dentro de la cancha, sino en gestos como el de Manu Ginóbili al felicitar a Crismanich por su logro y confesar que “le puso la piel de gallina” o el de Luis Scola, al cederle su lugar como abanderado de la delegación nacional en la fiesta de clausura de los juegos. Quién sabe en cual micro volverá Sebastián a su ciudad natal. Sí que por vez primera la canción de León Gieco podrá decir: “Ríe Corrientes ríe, la victoria de su campeón”. Marcelo Antonio Angriman* (*) Abogado. Profesor nacional de Educación Física marceloangriman@ciudad.com.ar

Marcelo Antonio Angriman* El perro Patán era un dibujo animado que inflaba su pecho y mostraba una sonrisa de oreja a oreja cada vez que recibía de premio una medalla. Para este personaje nunca importaba el cómo, sino el fin. ¿Cuánto de Patán tenemos los argentinos? El viernes 10 de Agosto de 2012, cuando Las Leonas habían perdido la final y la Generación Dorada se aprestaba a un desenlace similar ante el Dream Team, todos los titulares de golpe comenzaron a hablar de un ignoto tapado que había ganado una medalla de oro. ¿Quién había sido? El del apellido raro… Crismanich. Y para colmo, ¿cómo se escribe taekwondo? En pocos minutos, en bares, oficinas y hogares versábamos avezadamente sobre patadas, el impacto sobre los chalecos, la puntuación, la penalización y demás yerbas de este arte marcial reservado a ciertos clubes y gimnasios pequeños. El básquet y el hockey de los que se habló hasta el hartazgo durante los días previos pasaron, como por arte de magia, a un segundo plano. El resultado lo justificaba. La necesidad brutal de ver la bandera argentina en lo alto y escuchar el himno nacional, así lo ameritaba. Tal avidez pudo ser satisfecha por un ignoto provinciano. Así y aunque parezca mentira, Crismanich logró romper con 64 años de sequía en el deporte individual, que no sumaba una dorada desde 1948, con los boxeadores Pascual Pérez y Rafael Iglesias y el maratonista Delfo Cabrera. Con mucha paciencia y sobre los últimos 20 segundos de la final, el mesopotámico logró conectar una patada que le dio la pequeña luz para superar al español García Hemme por 1 a 0. La cosecha de medallas argentinas, tal como se preveía, ha sido pobre. Cuesta encontrar compatriotas en las distintas pruebas y más aún que se destaquen. Cabe preguntarse si el apoyo del Enard a valores individuales promisorios, que se fogueen internacionalmente y sean conducidos por entrenadores capacitados, no es el norte a seguir. China, en función de su biotipo, ya comprendió el mensaje hace tiempo y ahora observa al resto de los países desde lo alto del medallero. También es hora de acompañar a los deportes de conjunto con proyección, que vienen mejorando sus performances y devolver a los juegos aquellas disciplinas con enorme tradición como el fútbol. Sebastián Crismanich representa el esfuerzo silencioso y anónimo de miles de deportistas amateurs que se consagran a su disciplina con sacrificio y dedicación. Por tal razón es tan grata esta alegría. No por ello debemos relegar la memorable actuación de Las Leonas y la siempre cautivante entrega del mejor seleccionado nacional de todos los tiempos, la Generación Dorada. Grandeza que no sólo se evidencia en la enorme vergüenza deportiva que muestran dentro de la cancha, sino en gestos como el de Manu Ginóbili al felicitar a Crismanich por su logro y confesar que “le puso la piel de gallina” o el de Luis Scola, al cederle su lugar como abanderado de la delegación nacional en la fiesta de clausura de los juegos. Quién sabe en cual micro volverá Sebastián a su ciudad natal. Sí que por vez primera la canción de León Gieco podrá decir: “Ríe Corrientes ríe, la victoria de su campeón”. (*) Abogado. Profesor nacional de Educación Física marceloangriman@ciudad.com.ar


El perro Patán era un dibujo animado que inflaba su pecho y mostraba una sonrisa de oreja a oreja cada vez que recibía de premio una medalla. Para este personaje nunca importaba el cómo, sino el fin. ¿Cuánto de Patán tenemos los argentinos? El viernes 10 de Agosto de 2012, cuando Las Leonas habían perdido la final y la Generación Dorada se aprestaba a un desenlace similar ante el Dream Team, todos los titulares de golpe comenzaron a hablar de un ignoto tapado que había ganado una medalla de oro. ¿Quién había sido? El del apellido raro… Crismanich. Y para colmo, ¿cómo se escribe taekwondo? En pocos minutos, en bares, oficinas y hogares versábamos avezadamente sobre patadas, el impacto sobre los chalecos, la puntuación, la penalización y demás yerbas de este arte marcial reservado a ciertos clubes y gimnasios pequeños. El básquet y el hockey de los que se habló hasta el hartazgo durante los días previos pasaron, como por arte de magia, a un segundo plano. El resultado lo justificaba. La necesidad brutal de ver la bandera argentina en lo alto y escuchar el himno nacional, así lo ameritaba. Tal avidez pudo ser satisfecha por un ignoto provinciano. Así y aunque parezca mentira, Crismanich logró romper con 64 años de sequía en el deporte individual, que no sumaba una dorada desde 1948, con los boxeadores Pascual Pérez y Rafael Iglesias y el maratonista Delfo Cabrera. Con mucha paciencia y sobre los últimos 20 segundos de la final, el mesopotámico logró conectar una patada que le dio la pequeña luz para superar al español García Hemme por 1 a 0. La cosecha de medallas argentinas, tal como se preveía, ha sido pobre. Cuesta encontrar compatriotas en las distintas pruebas y más aún que se destaquen. Cabe preguntarse si el apoyo del Enard a valores individuales promisorios, que se fogueen internacionalmente y sean conducidos por entrenadores capacitados, no es el norte a seguir. China, en función de su biotipo, ya comprendió el mensaje hace tiempo y ahora observa al resto de los países desde lo alto del medallero. También es hora de acompañar a los deportes de conjunto con proyección, que vienen mejorando sus performances y devolver a los juegos aquellas disciplinas con enorme tradición como el fútbol. Sebastián Crismanich representa el esfuerzo silencioso y anónimo de miles de deportistas amateurs que se consagran a su disciplina con sacrificio y dedicación. Por tal razón es tan grata esta alegría. No por ello debemos relegar la memorable actuación de Las Leonas y la siempre cautivante entrega del mejor seleccionado nacional de todos los tiempos, la Generación Dorada. Grandeza que no sólo se evidencia en la enorme vergüenza deportiva que muestran dentro de la cancha, sino en gestos como el de Manu Ginóbili al felicitar a Crismanich por su logro y confesar que “le puso la piel de gallina” o el de Luis Scola, al cederle su lugar como abanderado de la delegación nacional en la fiesta de clausura de los juegos. Quién sabe en cual micro volverá Sebastián a su ciudad natal. Sí que por vez primera la canción de León Gieco podrá decir: “Ríe Corrientes ríe, la victoria de su campeón”. Marcelo Antonio Angriman* (*) Abogado. Profesor nacional de Educación Física marceloangriman@ciudad.com.ar

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