Cómo y cuándo empezaron “las bajadas” de los egresados roquenses

La escalera del gimnasio del Club del Progreso desde donde se alentaba a los equipos intercolegiales se transformó en “la vía glamorosa” para recibir el título de finalización del secundario. TU RECUERDO aporta a esta historia.

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Alguien que comente a otro que no es de Roca “tengo la bajada de mi hija” o “vengo a ver vestidos para mi bajada” (en una tienda de ropa de mujer de cualquier ciudad vecina) es mirado con asombro por su interlocutor. ¿Qué es eso, “la bajada”? “Sucede que es un término puramente roquense, que representa un rito inolvidable para muchos egresados secundarios”, comentan egresados ya adultos a rionegro.com.ar.

Indagando un poco en los recuerdos y otro poco en los archivos periodísticos puede decirse que comenzó a realizase esta ceremonia finales de la década del sesenta.

El Club del Progreso había inaugurado en 1964 su gimnasio y pocos años después ese amplio espacio sirvió también para realizar esta gran reunión de camaradería, cuando en la ciudad funcionaban los colegios tradicionales Normal, Nacional, Comercial Diurno y Nocturno, Industrial, Profesional de Mujeres, Domingo Savio, María Auxiliadora, y San Miguel.

Y la palabra “bajada” fue la más indicada y quedó como una marca registrada roquense: todos los años, una noche en los primeros días de diciembre, los estudiantes de quinto o sexto año, según la escuela, y vestidos con sus mejores galas, “bajaban” -de a dos, generalmente en pareja hombre/mujer y de colegios distintos o por amistad- desde la tribuna superior las escaleras que convergían en el centro del gimnasio del club. Mientras, y con la música incidental de moda, el locutor los iba mencionando por nombre y colegio, ante el aplauso de la concurrencia: padres, hermanos, docentes. La cena y el baile cerraban el evento.

Esa tribuna superior balconeaba todo el gimnasio y era la que quedaba de espaldas a la calle San Martín. La escalera se bifurcaba en un punto de descanso a la derecha y a la izquierda, lo que le daba un toque de “glamour” a la pareja de egresados que descendía tomados de la mano.

Era la tribuna flotante -el club tenía otra en el otro lateral- desde donde esos mismos estudiantes alentaban a sus equipos de básquet, vóley o hándbol en los intercolegiales. Y era el mismo gimnasio donde dos veces por semana concurrían a las clases de Educación Física ante la falta de espacio apropiado en sus colegios.

Así nació esta ceremonia que aún perdura, con otros matices, pero que conserva su nombre: la “bajada”.

Fuente: archivo “Río Negro”


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