Coronavirus: Ya somos otros


Por un lado estamos cediendo nuestra libertad para combatir mejor la pandemia. Por otro, no hay liderazgos internacionales. Y esta falla es quizá la más terrible. Vivimos una transformación radical


Alguna vez esta pandemia habrá pasado. Pero las transformaciones que está produciendo nos cambiarán para siempre. Dentro de unos meses la mayoría de los menores de 60 y también muchos de los mayores de esa edad seguirán vivos. Pero sus cuerpos y sus mentes serán otras. Ya están siendo otras. No somos los mismos que brindamos el 31 de diciembre pasado por un buen 2020. Nos separan menos de 90 días de aquel fin de año esperanzado, pero el cambio cultural, económico y social que se está produciendo en todo el planeta es de tal magnitud que todo lo que creíamos hace tres meses parece ser algo de otra época. La pandemia de coronavirus es la mayor experiencia planetaria conjunta en tiempo real que ha vivido la humanidad en toda la historia.

Desde que esto comenzó a conocerse en enero hasta este fin de semana de fines de marzo casi el 40% de los seres humanos ha entrado en cuarentena voluntaria. Miles de millones de personas encerradas en sus hogares sobreviviendo como pueden y conectándose al mundo solo por medios digitales. Esta cuarentena y todas las medidas que se están tomando serían impensables sin la posibilidad de la vida virtual y de las herramientas digitales que nos permiten interactuar online. Si esto mismo hubiera ocurrido hace tan solo 20 años nada de lo que hoy se está llevando a cabo podría haber ocurrido.

Algunos de los pensadores más reconocidos del mundo han estado publicando artículos sobre cómo será nuestra vida luego de la pandemia. Hay algo en lo que coinciden tres de los más famosos de la actualidad: el israelí Yuval Noah Harari (del que hemos hablado en extenso en estas columnas), el surcoreano-alemán Byung-Chul Han y el esloveno Slavov Zizek dicen a coro que al fin de la pandemia el mundo será muy diferente a cómo era antes de este fenómeno global. Pero disienten en casi todo lo demás. Zizek, como viene haciendo en cada crisis internacional desde los 90, anuncia que el mundo virará hacia el comunismo, pero esta sigue siendo la alternativa menos probable. Incluso es poco deseada hasta para los mandatorios rusos y chinos (que no verían esa posibilidad con el mismo desagrado que podría causar en Europa o EE. UU.).

Harari es el más medido. Dice que el mundo tiene dos alternativas y que corremos el peligro de tomar la peor. “Entre la libertad y la salud, entre la seguridad y la salud, la inmensa mayoría elegirá la salud, y eso podría condenarnos a vivir bajo un régimen de control absoluto de nuestras vidas. Ese control serviría para garantizar que las epidemias y cualquier problema que amenace a la salud pública puede ser controlado de manera más rápida, barata y eficiente; pero a cambio dejaríamos de ser ciudadanos de una democracia para convertirnos en siervos de un poder autoritario”.

Por su parte, Byung-Chul Han cree que ese control autoritario ya estaba en germen en el uso cotidiano de cada celular y que esta pandemia es solo el ensayo general que permitirá ajustar aun más ese control sobre cada aspecto de nuestra vida. Harari y Han sostienen que se está dando un paso más (y que ese paso no es insignificante): ya los que decodifican los datos de los algoritmos no solo sabrán sobre lo que hacemos desde la piel de nuestros dedos, conociendo sobre qué página dimos clics (si miramos porno o si donamos dinero para tal causa), dónde estamos y con quién estuvimos (algo que ya saben o pueden saber con solo proponérselo en tiempos de emergencias como esta), sino que pasarán a conocernos “debajo de la piel”: qué temperatura tenemos, cuántas pulsaciones, nuestra tensión arterial (si nos emocionamos o no ante tal video o al ver el discurso del líder, o si tales palabras nos motivan o nos dejan indiferentes). Y eso lo sabrán de cada uno de los 7.800.000.000 de seres humanos que hoy estamos en el planeta.

Por un lado estamos cediendo (un poco o mucho, al final de la pandemia se sabrá) nuestra libertad para que se pueda combatir mejor la enfermedad. Por otro lado, no tenemos liderazgos internacionales. Y esta falla es quizá la más terrible. La pandemia es global, el derrumbe económico es internacional; la miseria, el desempleo y los mismos problemas están en todas partes. Pero no hay coordinación internacional para superar este drama.

Ya somos otros. Aún no nos damos cuenta. Estamos viviendo una transformación que es aún más radical que la que comenzó en 2007 cuando apareció el iPhone y el 70% del planeta se fue convirtiendo en pocos años en cyborg. Miles de millones hemos adoptado los celulares como una extensión de nuestras manos y los transformamos en la herramienta esencial de nuestra vida. De esto tampoco somos conscientes pero lo hacemos a cada minuto y es lo que ahora nos permite mantenernos comunicados. Ya estamos siendo otros. Pero todavía no sabemos qué.


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