Criar palomas mensajeras, un verdadero arte

Desde mayo a noviembre, los colombófilos pasan buena parte del sábado o domingo mirando al cielo, esperando que lleguen sus pupilas. Para la mayoría, esto pasa inadvertido porque es un momento especial y muy personal. Sólo quienes lo practican lo entienden y dicen que es mucho más que un hobby. Unas 15.000 personas se dedican a la colombofilia en el país.

Es un deporte, una pasión, un hobbie o todo junto. Lo cierto es que en el país hay 15.000 personas en 145 asociaciones que le dan vida a la colombofilia, que no es otra cosa que criar palomas mensajeras para competir.

Desde mayo a noviembre, los colombófilos pasan buena parte del sábado o domingo mirando al cielo, esperando que lleguen sus pupilas. Para la mayoría esto pasa desapercibido, porque es un momento especial y muy personal. Solo quienes lo practican, lo entienden.

Son apenas segundos los que transcurren desde que aparece la voladora en el cielo hasta que finalmente entra en el palomar para efectuar la marcada. Son apenas segundos que se viven a pleno y para lo cual el colombófilo viene trabajando desde el nacimiento mismo del pichón.

La paloma que llega extenuada, hambrienta y sedienta después de recorrer cientos de kilómetros para regresar al lugar en donde ha nacido. La explicación es simple, la práctica es más compleja.

Hasta el día de hoy es un misterio las razones de su orientación. Hay muchas teorías y ninguna certeza. Es una cualidad, un don, perfeccionado a través de los años por el hombre con la simple complejidad de la selección natural.

Las distancias se fueron ampliando y hoy es bastante común competir desde 800, 1000 y hasta 1500 kilómetros en las pruebas de Gran Fondo.

Sin viento y con las condiciones meteorológicas normales, estos animales pueden desplegar un promedio de vuelo de 65 km/hora, que es mayor si en algún tramo encuentran viento de cola.

Las competencias se pueden encuadrar en carreras de velocidad (hasta 350 km. de distancia), de medio fondo (entre 350 y 600 km), de fondo (de 600 a 900) y de gran fondo (más de 900 km).

Los grandes maestros de esta disciplina afirman que hay una línea de paloma para cada distancia de acuerdo a su conformación física y los antecedentes deportivos de sus ancestros.

Las pruebas pueden llevarse a cabo entre asociados de una misma asociación, por circuito entre integrantes de diferentes agrupaciones o las llamadas pruebas especiales donde participan colombófilos de todo el país.

Dice Miguel Giraudo, un gran colombocultor de Santa Fe que «los colombófilos conformamos una cofradía. A cualquier ciudad que voy pregunto por alguien que críe palomas y siempre soy bien recibido. Hasta ahora ese sistema no me ha fallado»

Los cálculos para conocer las posiciones se efectúan con la ayuda de un navegador satelital tomando en cuenta las coordenadas cartográficas de cada palomar relacionando distancia con velocidad. Una de las últimas innovaciones dentro de este deportes es la aparición de los Colombódromos. Son enormes palomares que pueden albergar cientos de palomas, que ingresan con un mes de vida provenientes de diferentes palomares y puntos del país , por la cual se abona la correspondiente inscripción.

Se los prepara a todos iguales durante cinco meses, con la misma comida, la misma sanidad y el mismo entrenamiento para luego correr cuatro exigentes pruebas de 200 a 600 kilómetros. A igualdad de condiciones, bajo esta modalidad se impone siempre la calidad pura de cada voladora. Los premios generalmente son jugosos.

A nivel mundial Bélgica es el N 1, aunque en los últimos tiempos España, Portugal, Holanda y EE.UU. se han acercado bastante quedando casi al mismo nivel. Argentina también tiene lo suyo y actualmente se la ubica dentro de los diez países más importantes.

Aún se continúa importando material genético de los grandes campeones, pagando muchas veces precios elevadísimos por algún descendiente de palomas famosas.

Darío Goenaga

De padres a hijos

El capital de cada palomar son las reproductoras, animales de gran calidad y buenos antecedentes deportivos, que transmitan a sus hijos las mejores cualidades.

Antes de la temporada de cría -de agosto a diciembre-, estas palomas son sometidas a un tratamiento preventivo contra varias enfermedades con el fin de que estén sanas y fuertes. Después se arman los casales, de acuerdo al criterio de cada colombófilo que buscará los mejores resultados.

La hembra pone dos huevos que incubará con el macho en turnos similares durante 18-19 días de acuerdo a la temperatura ambiente.El pichón es alimentado por los padres y aproximadamente a los treinta días se lo separa, colocándolo en una división aparte. Entre los siete y diez días se le coloca el anillo identificatorio.Una vez apartado de sus padres, comienza el período de adiestramiento, enseñándole a entrar al palomar de la manera más rápida. Además el joven animal empieza a volar, primero en forma desordenada y temerosa hasta conformar una bandada con los demás.

Los vareos en casa se complementan con salidas cortas a la ruta de 5, 10 y 20 kilómetros que pueden llegar hasta los 100 km. Luego se le da un mes de descanso para que termine de replumar y luego sí, con cuatro o cinco meses, vareos fuertes para afrontar el calendario deportivo.

Después de casi ocho horas de vuelo

Rubén Fidalgo es uno de los colombófilos más importante del país. Actualmente despliega la actividad en Bahía Blanca -una de las potencias en la materia a nivel nacional- aunque tiene otro palomar en la ciudad bonaerense de Pergamino.

Es un auténtico profesional en el tema. Además es seleccionador de palomas, juez nacional e internacional de palomas mensajeras de acuerdo al estándar deportivo.

Las instalaciones que posee en Bahía Blanca son extraordinarias. No es un palomar sino una Estación de Cría de estas aves. Allí pasamos una tarde de domingo aguardando la llegada de las viajeras.

Se corría a dos vientos. Desde Neuquén capital, con una distancia de 550 kilómetros y desde Uzcudún (Chubut), con una línea de vuelo de 700 kilómetros.

Rubén no tiene inconvenientes en tener gente observando la llegada, aunque nos pidió que mantengamos el lugar dentro de un quincho con grandes ventanales.

La paloma no debe encontrar nada extraño a su llegada y todo tiene que estar en orden, para que la marcada sea rápida.

Todos mirábamos al cielo, que se mantenía obscuro y amenazante, intentando ser los primeros en verlas llegar.

A pesar de la diferencia en las distancias, empezaron a llegar primero las de Uzcudún.

Con casi ocho horas de vuelo, hizo su aparición una hembra azul de un año de edad, que desde gran altura se zambulló literalmente a su casillero.

Rubén estaba nervioso y contento a la vez. Máxime cuando arribaron dos llegaron juntas desde el mismo lugar de suelta, y más tarde siguieron los arribos.

Con el correr de los minutos y con la demora de las palomas de Neuquén, Rubén presagiaba un «desastre», término utilizado cuando el porcentaje de pérdidas es casi total.

Efectivamente la suelta de Neuquén no resultó de lo mejor. Apenas una decena de ellas llegaron a destino en el día, de las cuales dos eran de Rubén. Estos resultados le permitieron a Fidalgo sumar buenos puntos para el torneo de Fondo, quedándose a la postre con el sub-campeonato. (ARC)

En mejores condiciones

El avance de la tecnología también incidió en esta práctica. A principios de siglo, los escasos cultores de la colombofilia competían de un modo rudimentario, guiados por las ansias de probar sus animales.

Las distancias eran muy cortas y los tiempos se anotaban en un papel mirando un reloj común.

Después llegaron los relojes constatadores Toulet a pinchazo y los anillos de goma. La paloma llegaba de carrera, se le extraía el anillo de goma colocado antes del encanastamiento, se lo colocaba en un orificio del reloj y se daba un palancazo, en donde una aguja marcaba el horario en un cuadrante de papel.

Por supuesto luego los relojes se fueron mejorando hasta llegar a los modernos digitales con una alta precisión.

El último avance en ese sentido es la aparición de las gateras electrónicas. A las voladoras se le coloca un anillo con un código de barras, que el lector de la gatera lee y marca su llegada.

Otro avance importante es la preparación de la comida con semillas seleccionadas y analizadas en distintas mezclas según el estadío o la preparación.

Los colombófilos de primera línea prefieren comprar la semilla por separado y hacer sus mezclas, dándole el porcentaje que consideran apropiado a cada grano.

El cambio evidenció un notable despegue y se multiplicaron las vitaminas, antibióticos y vacunas preventivas, algunas de ellas obligatorias según el Senasa.

Los premios también fueron cambiando y en la actualidad, además del trofeo tradicional, los campeones se llevan a sus casas jugosos cheques o autos cero kilómetro. (ARC)


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