Cuentos de Yushimito oscilan entre lo fantástico y el realismo

“Por la dinámica que tengo al escribir, no soy un autor que se dedica tanto a los argumentos -explica Yushimito a Télam-: centro la atención en la creación de atmósferas”.Y en los personajes, “porque son cosas indesligables, sobre todo en la narrativa en primera persona, que es lo que exploro aquí”, indica sobre el libro publicado por editorial Duomo.Esta dinámica consiste en “no tener un argumento definido en el comienzo, ya que voy persiguiendo, de igual manera, anécdotas, características de personas, situaciones particulares, imágenes varias, algún recuerdo vago: a partir de eso, comienzo a escribir”.“Creo que el mayor desafío es que el lector vaya envolviéndose en un clima a partir de determinadas percepciones. Me gusta la idea de la percepción del mundo”, señala.Carlos Yushimito del Valle nació en Lima en 1977. Actualmente vive en Pensilvania y cursa un doctorado en la Universidad de Brown. Además, forma parte de “los mejores narradores jóvenes en español” de la revista inglesa Granta. Tiene dos selecciones de cuentos anteriores: “El mago” (2004) y “Las islas” (2006).- El tiempo, la memoria y la identidad giran en el libro, sobre todo en el cuento “Oz”, ¿Son referencias a Borges?- Me di cuenta de que Borges había aflorado, algo que considero positivo y negativo. Por un lado, Borges enriquece, amplía, estimula la sensibilidad, abarca temas; y por otro, tiene un estilo tan peculiar que es muy fácil caer en la mala imitación.Lo leí muchísimo en la universidad, a los 20 años, y evidentemente ha quedado un remanente fuerte que se refleja en mi obra, sobre todo en los diálogos generacionales. En ese cuento, donde una criatura artificial interpela a su inventor, hay un diálogo simbólico alrededor del otro: el diálogo con el padre”.- ¿Hubo una estrategia en el ordenamiento de los cuentos?- El libro es, básicamente, la combinación de dos obras: “Las islas”, del 2006, un conjunto de relatos bastante orgánicos: todos suceden en una misma favela de Brasil y hay una suerte de épica de los líderes del narcotráfico. Y la otra es una selección de cuentos, posteriores, que fui integrando: hablan de otros temas y buscan otra voz, como el cuento que le da nombre al libro.- En ese relato se configura la voz de un niño distanciada de la inmadurez, ¿se presiente, tal vez, a Cortázar y su cuento “Los venenos”, donde también un niño relata su experiencia con los insectos del patio de su casa y los primeros encuentros con el sexo opuesto?- Si, en efecto, también me hace acordar a un cuento de Ana María Matute, pero Cortázar, sin dudas, es de esos escritores que uno redescubre y que se enriquecen con el tiempo; y es real que tiene algo tierno y perverso -esto me interesa. en la construcción de personajes.Hay una ambigüedad entre lo que es bueno y lo que es malo, lo violento y lo pacífico: es interesante tomar esas oposiciones y ponerlas en crisis, y me gusta expresarlo a través del oxímoron, una figura en la que reincido.Llegué a la convicción, luego de hacer varias relecturas, que busco cuestionar un poco los cuentos populares, infantiles, clásicos, porque creo que es interesante darles un giro perverso a todas las utopías que están encerradas en las historias.-¿En su novela, también hay cuestionamientos al tiempo que nos toca vivir?- Sí, un tiempo que ya tiene sus propias grietas, las utopías liberales no son tan sólidas. Y en estos relatos, además, se mete la voz de alguien que va despertando, madurando, es un aspecto existencialista.Como lector -volviendo a Cortázar- busco ese sonido personal: la experiencia musical; ese tono que va más allá de la historia. Pero es difícil encontrar la propia voz, lleva años y libros.Creo que hay que afianzar un aprendizaje estilístico, porque, finalmente, el lenguaje es la herramienta principal de un escritor; uno se transforma, y en esto recuerdo a Borges: hay como una necesidad de atravesar un barroquismo inicial, para ir generando un proceso de destilación hasta llegar a la síntesis. (Télam) Por Juan Rapacioli

Exit mobile version