El neuquino Piro Jaramillo presenta su nouvelle «Nuevas veredas»: «Siempre fui un optimista de la acción»

El periodista, poeta, músico y escritor neuquino habla de su primera nouvelle, al que define como un policial adolescente. También dialogó sobre la literatura regional y sobre su propio recorrido literario.

Por Mauro Moschini

Fogwill escribió “Muchacha punk” pero nunca tocó punk. En cambio, Piro Jaramillo comenzó a publicar poesía en 2008 con un libro titulado “Grunge”, y siempre tocó grunge. En la canción “Optimista” que publicó con el nombre Hijo de la recesión, lo escuchamos cantar: “siempre fui optimista de la acción”.
Su trabajo como periodista, una docena de libros de poesía y las canciones que grabó y toca en vivo, son las pruebas de que también en ese sentido obró de acuerdo a sus dichos. Como si esto fuera poco, en agosto de este año una conocida editorial independiente de Buenos Aires va a publicar una antología de poemas que Jaramillo no incluyó en sus libros.


Ese es solo uno de los proyectos que tiene en marcha este año el periodista, poeta y músico nacido en 1983, que estudió Comunicación Social en la UNCO (por eso vivió 6 años en Roca). También está escribiendo una obra de teatro sobre la muerte del soldado Carrasco -que sueña con presentar en el interior de Neuquén- y ya empezó a pensar con unos cineastas amigos en la versión cinematográfica de “Nuevas veredas”, la nouvelle que publicó la editorial chilena Overol en 2022.
“Yo siempre la presento como un policial adolescente”, cuenta el poeta acerca de ese libro. “Es una historia bastante tierna en el fondo -continúa-, porque se trata de cómo se experimenta la llegada de las primeras pasiones, la independencia, el miedo, el riesgo, el amor…”.


La novela cuenta la historia de un adolescente que vive en Neuquén capital en algún momento de la década de 1990. Se acerca el día del estudiante, con sus amigos no saben muy bien adónde van a ir. En eso están hasta que un nuevo amigo desaparece luego de que la policía se lo lleva detenido de manera irregular. Aunque hay pocas marcas que indiquen que los sucesos de la novela están ambientados en Neuquén, quienes conozcan la ciudad no podrán confundirse. El autor dejó además una pista en el título, que salió de la canción “Regreso al ayer”, de los hermanos Berbel: “…y hasta me entristecen las nuevas veredas / borrando los pasos de mi juventud…”.

P: Es una canción melancólica…
R:
Sí, puede ser que la novela también se lea en una clave nostálgica o melancólica de un pasado mítico. Pero para mí nunca fue eso. Mi experiencia vital reune presente, pasado y futuro. Creo que cualquier pibe que la lea ahora también puede sentirse identificado. Para mí es mi homenaje a la ciudad de Neuquén, o a las cosas que viví en Neuquén. Por eso el título sale de una canción que habla de Neuquén capital, no de la neuquinidad ni nada de eso.

P: ¿Hubo alguna otra novela sobre la ciudad que te haya influenciado?
R:
Hay una que sabía que existía antes de escribir “Nuevas veredas”, pero que leí después de haberla escrito: “Enjambre”, de Joaquín Areta, que también está ambientada en Neuquén capital. Tiene cosas en común con mi novela.

P: Hace 15 años que vivís en Buenos Aires, pero antes de irte para allá estuviste muy relacionado con la escena literaria de Neuquén capital.
R:
Hay dos episodios que me vincularon con la poesía en un sentido más vivencial o ritual: primero haber conocido al grupo Celebriedades, donde estaba Tomás Watkins, Raúl Mansilla, Cristian Carrasco, entre otros; me gustó la poesía de un par de ellos, sobre todo Watkins y Sebastián González. Ellos habían encontrado un espíritu gregario y no eran para nada solemnes, tenían cierta épica de bar, algo más mundano. El otro episodio fue conocerlo a Héctor Kalamicoy. Un amigo en común que estudiaba Letras en Neuquén me dijo que lo tenía que conocer. Nos encontramos en una plaza en Santa Genoveva. Tomamos unas cervezas y empezamos a charlar y nunca más dejamos de charlar. Un fuera de serie. Un tipo con una lengua propia, con una cabeza muy singular, muy sensible y también muy salvaje.

P: ¿Qué te pareció “Omitimos los nombres”, la novela de Kalamicoy publicada por el Fondo Editorial Rionegrino?
R:
La leí en diferentes momentos de su proceso de escritura. Me parece un texto importantísimo. Son testimonios escritos del Alto Valle, que es una región que para mí es una fuente que no deja de emanar motivos, aunque no todo lo que escribo pase por ahí. Yo vivo hace 15 años acá pero me siento muy neuquino y muy valletano. Creo que Héctor también es un autor muy del Alto Valle, que escribe sobre cosas que pasan ahí. Y creo que no hay muchas cosas al respecto.

P: Bueno, si hablamos de novelas ambientadas en Neuquén capital, también está “QTH Zanón”, de José Chiquito Moya.
R:
¡Tenés razón! No la leí, pero me hiciste acordar. Lo conocí a Chiquito Moya porque iba a algunas tertulias que hacía la gente de la revista La Poronguita. También a través de Héctor conocía a Humberto Bas, que formaba parte de ese grupo y publicó una novela en Entropía en 2015 [“El Sr. Ug…”].

P: Me llama la atención que escribas sobre el Alto Valle y valores así a la literatura que representa a esa región, mientras muchos escritores que residen acá rechazan o están hastiados de la idea de representar cuestiones locales.
R:
Creo que en un país tan centralizado como Argentina -donde hay una hegemonía cultural muy marcada de Buenos Aires- para los escritores de las periferias o de las provincias, el hecho de haber nacido en ese lugar se vuelve mucho más pesado que para los escritores de Buenos Aires, a quienes no se los cuestiona porque escriban o no sobre la ciudad. En cambio los escritores de las provincias pareciera que siempre tienen que estar explicando por qué escriben o por qué no escriben sobre el lugar donde viven. En mi caso creo que lo volví más explícito o consciente, en el sentido de que quiero escribir sobre lo que me pasa y que hay experiencias que vale la pena contar. También uno puede ser universal escribiendo sobre la periferia. Eso intenté con “Nuevas veredas”.

P: En una entrevista dijiste que nunca habías escrito seriamente narrativa antes de “Nuevas veredas”, pero había textos en prosa y muchos con algunas características narrativas en tu blog polvoraychimangos.blogspot.com
R:
Ese blog me lo abrí dos años antes de irme a Buenos Aires, en 2006. No había en ese momento tantos blogs de escritores y a través de eso se generó una comunidad de gente que escribía y así conocí a algunos poetas de los ‘90 como Santiago Llach, que después terminé viviendo en su casa un tiempo, o Fabián Casas que una vez me llevó a conocer Boedo.Poco después de cerrar el blog se publicó un libro que recoge textos de ahí, “Ya nadie va al río en navidad”. Eso lo deben haber leido diez personas. Fue editado en 2011 como un e-book por Esa cosa otra, un proyecto editorial de Humberto Bas y Bruno Revello. Implicó un trabajo de revisar un período largo de publicaciones y seleccionar y corregir. Así que, sí, ya estaba esa idea sobre escribir cosas de Neuquén ahí. Cuando vine a Buenos Aires y empecé a conocer gente, me encontré con una editora que me dijo: “¿Por qué no escribís algo de cuando vivías en Neuquén?”. Porque cuando llegué el hecho de que yo venía de Neuquén y las cosas que había escrito sobre la ciudad en mi blog, generaba cierto interés. Es por esa receptividad a las influencias externas que hay en Buenos Aires. La empecé a escribir, hice un boceto y se lo mandé, pero no le gustó, no era lo que esperaba.

P: ¿Por qué se publicó la novela en una editorial de Chile?
R:
El libro termina publicándose en Chile porque yo me enteré de un concurso que organizaba la editorial Overol. Yo la venía siguiendo a la editorial y me gustaba su imagen, los autores que publicaba y la idea de publicar un libro en Chile. Sentía que tenía sentido por la proximidad que tiene con Neuquén. La fecha de cierre del concurso era el día de mi cumpleaños. Yo venía dándole vueltas a esta novela hacía mucho tiempo y pensé que mandarla a ese concurso podía ser la oportunidad de terminarla porque yo funciono mejor con deadlines, capaz es algo que me viene del periodismo. La editorial recibió como 300 libros y eligieron solamente cuatro. Eso me dio la pauta de que algo pasaba con el texto. Estuve corrigiéndola toda la pandemia. En el 2021 llegué a un boceto final y se editó en 2022.

P: La presentaste en Buenos Aires junto a “La vida normal” de Clara Muschietti y en Neuquén capital junto a Fernando Castro, ¿Pudiste ir a presentarla a Chile también?
R:
Sí, fui por las mías. Yo tenía ganas de viajar y lo presentamos en Santiago en octubre de 2022. Hicimos un par de lecturas, estuvo muy bueno. Conocí a escritores de allá que también están haciendo cosas interesantes, como Josefina González que hace teatro y música. Casi tocamos juntos, pero al final no salió. Me dan ganas de viajar este año. Siento que está acá a la vuelta. Además, allá están muy enterados de lo que pasa acá (en Buenos Aires) y hay una escena de crítica interesante.

P: Además del periodismo y la poesía, la música es una de las cosas en las que sos bastante prolífico, con los Villancicos Vrutales, Hijo de la Recesión y Valle del insomnio (junto a Andrés Gargiulo). Así que no sorprende que también esté muy presente la música en “Nuevas veredas”…
R:
Siempre tuve una conexión más profunda con la música que con la literatura o cualquier otro lenguaje. Para mí la música es el lenguaje total. Me siento formado y educado sensorialmente por la música. Si camino por la ciudad escuchando música me fabrico una película en cada cuadra. Quise que la novela describiera esa relación sin hacer name dropping ni casarme con ninguna banda. Eso ya lo hizo Nick Hornby en “Alta fidelidad”. Traté de capturar esa vivencia sensorial de la adolescencia, en la que empezás a escuchar sonidos por primera vez.


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