Natalia Belenguer: cuentos desde Villa La Angostura, lejos de la postal turística

En un tono descarnado, la escritora que vive en Villa La Angostura, Natalia Belenguer, vino a Roca a presentar “La mataperros y otros quiebres”, cuentos unidos por la violencia, el desamor y la soledad.

Desde hace 25 años, Natalia Belenguer (Bahía Blanca, 1969) vive en Villa La Angostura. Profesora y licenciada en Letras, lleva publicados varios libros que recorren ese paisaje que habita. La suya, nunca es una mirada romántica. Sabe que la postal turística tiene grietas. Quedan a la vista en medio de bosques, rutas, postales de esa zona cordillerana. Las contó, por ejemplo, en el libro de historia oral sobre el terremoto de 1960, “El paraíso tembló”.


Ayer, Belenguer pasó por Roca para presentar “La mataperros y otros quiebres”, publicado por la editorial de San Martín de los Andes, Las Guachas, en la feria del Libro Municipal, junto a la también escritora y poeta Ludmila Cabana Crozza.


Con una prosa descarnada, que no se deja domesticar por la belleza que la rodea, Belenguer le da forma a una ficción que muchas veces es inquietante. Con pinceladas de un humor oscuro, y algunas escenas sobrenaturales, las protagonistas de sus cuentos son seres solos, hastiados, asaltados por los terrores nocturnos de escenas familiares irresueltas, capaces de llegar a un límite que bordean la violencia.
De ese libro, de cómo surgieron los cuentos, y de cómo mira y la afecta ese territorio en el que vive, habló con Lecton.


“El proceso de escritura del libro surgió a partir del cuento La Mataperros, que empecé a escribir hace mucho tiempo, en el 2017, y al que le fui dando distintas versiones hasta que me cerrara un poco toda la trama. Quería que la antología de cuentos se llamara “La Mataperros”. Después, como el título era muy fuerte y no todos los relatos tenían que ver con ese tono, empezamos a pensar con la editora qué otro título podría aunarlos. De ahí surgió el subtítulo de “Y otros quiebres”, porque todos los personajes tienen algún punto donde se sienten solos, donde la vida no les cierra, donde no están conformes con lo que tienen. En ese cuento fueron surgiendo varias cuestiones que tienen que ver con mi vida acá, en la Patagonia y con mi recorrido. Por ejemplo, el pasaje donde la persona se encuentra en un refugio con una pareja de belgas, está basado en un hecho muy parecido que me ocurrió. Entonces, en el momento de ponerme a escribir, me vinieron a la mente montones de situaciones que tienen que ver también con el andar por la ruta patagónica, con el anochecer, con las montañas recortadas sobre el supuesto horizonte, con esa belleza que a la vez tiene la otra parte también.


-Los relatos tienen unidad, de hecho hay personajes que aparecen en más de un cuento. ¿Los pensaste de esa manera, unidos por algunas escenas?
-La verdad es que no lo pensé unidos por escenas. Si bien tienen unidad, los relatos pueden tener relación con las temáticas, con los personajes, muchas veces con los personajes femeninos, como la doctora que quiere opinar y termina por no decir nada. Estas mujeres que hablan como la doctora o la de “Un verano más”, personajes que hablan consigo mismas pensando que están hablando con otra persona, básicamente demuestran una gran soledad. Los únicos dos cuentos que pensé unidos y que después no seguí esa línea son La mataperros” y “El Sol es un Folleto”, en el que aparece la mujer de “La Mataperros”, de modo muy fugaz.
Cuando una va escribiendo seguramente está atravesada por cuestiones que no percibe o que están en el inconsciente y que después cuando ves el conjunto de lo que escribiste aparece como una cosa de unidad. Después, con el trabajo de la editora hubo algunos cuentos que saqué porque sí, no respondían a ese otro quiebre o a esa atmósfera general del libro.


-Hay un trasfondo -o no tan trasfondo- de violencia. A veces contenida, a veces explícita. ¿De dónde o por qué surgió ese tema?
-El tema de la violencia está de fondo, sí. Yo estoy siempre muy atenta a esas cuestiones, sobre todo a nivel del lenguaje. Toda esta violencia social que hay a nivel del lenguaje y que está súper naturalizada a mí me horroriza. Me llama mucho la atención, quizá por mi trabajo, por mi formación. Entonces sí, eso quedó en primer plano, en primero y en segundo plano. Siempre estoy atenta a esas violencias, a las violencias simbólicas, a las violencias del lenguaje que hoy están a flor de piel de toda la sociedad.
-Otro de los hilos conductores es la soledad. Aún los que están con algún otro, se sienten solos
-Respecto a la soledad de los personajes, sí, son personajes que están muy solos aunque estén acompañados, un poco como estamos todos, ¿no? Solos y solas en el sentido más profundo.


-Además de la violencia contenida, hay un relato en particular, “Un fin de semana no alcanza”, que tiene elementos sobrenaturales.
-Ese cuento, “Un fin de semana no alcanza”, tiene mucho de autobiográfico en el sentido de que lo que cuento de la casa de Monte Hermoso es real. Yo veranee muchas veces en esa casa, existe en mi infancia. Todo lo demás, está bastante ficcionado. No voy a revelar qué es real y qué no, pero digo que la casa existe, está situada y sobre todo está situada en mi historia familiar y en mi historia de infancia. Fue una casa que yo adoré. Entonces, ahí fui narrando esta posibilidad de visitar la casa y visitar mi infancia a la vez. Fue un juego muy lindo, me encantó hacerlo. Y en cierta medida me exorcizó un poco de ese dolor de haber perdido la casa, de haber perdido quizá la infancia también.


-El primer cuento tiene un protagonista completamente inesperado, Diego Maradona. ¿Cómo apareció esa historia que también tiene elementos sobrenaturales?
-Cuando murió, estaba muy shockeada y conmovida. Y un amigo me manda una nota sobre el tiempo que pasó Maradona en Villa La Angostura, en 1998. Yo llegué acá en el 2000, así que por dos años, me lo perdí. Pero empecé a imaginar. Le decía a mi amigo:“te imaginás ir al puente Correntoso y de golpe ver que Maradona está al lado tuyo?” Primero imaginé hacer un libro sobre Maradona, y después empecé con un cuento, que situé en este lugar tan hermoso que es el sendero de Arrayanes, un lugar en al que yo iba mucho. Además me puse a leer las notas sobre su paso por acá; mucho de lo que dice en el cuento es real, él entrenaba en una cancha en Bahía Manzano. Ahí se me empezó a ocurrir este cuento que tiene un elemento medio fantástico con esta aparición de él que no se sabe si es real o no.


-La geografía del sur, de tu lugar, está muy presente. Pero nunca idealizada; el paisaje se impone muchas veces de manera absolutamente descarnada.

Es un paisaje que adoro, pero no puedo dejar de mirarlo por un lado como una belleza y por otro lado, como todo lo que esconde esa cuestión idealizada de la Patagonia. Alguien me dijo hace poco: Se ve que no es tu lugar en el mundo, como si existiera un lugar ideal en el mundo. Y yo digo, no, a mí este lugar me encanta, lo habito con muchísimo placer, lo disfruto, pero también se me impone lo otro:el desasosiego por cómo se desmonta, por cómo se contamina, cómo se ocultan las historias que no son tan paradisíacas.
Para mí, la Patagonia viene con esa doble mirada. No puede venir solamente con la mirada idealizada de ese lago bellísimo, de esas montañas y esos bosques que son adorables. Está lo otro también. Con los vínculos me pasa un poco lo mismo que con la Patagonia, es decir, aparecen bajo esa doble mirada de la cosa hermosa y la cosa horrible al mismo tiempo. El ying y el yang.


Qué es editorial Las Guachas



Creada en San Martín de los Andes, días antes de la pandemia Ediciones Las Guachas, es una editorial autogestiva y feminista que apuesta por autoras de la región de Río Negro y Neuquén.

El objetivo es “acompañar a las autoras durante cada instancia del proceso de edición, con una mirada integral sobre lo que significa escribir, corregir, editar y publicar”. Las que acompañan son la editora, poeta y docente Tamara Padrón Abreu, la escritora y editora Julieta Santos, y Florencia Nobre, diseñadora, profesora de letras y gestora cultural.


La editorial, cuyo primer libro se publicó en enero de 2020, tiene cuatro colecciones: Prosa Guacha, dedicada a narrativa, Derivas poéticas, Citar la fuente (ensayos y no ficción, textos híbridos), y ATP (Apta para todo público) pensados para las infancias.


Desde hace 25 años, Natalia Belenguer (Bahía Blanca, 1969) vive en Villa La Angostura. Profesora y licenciada en Letras, lleva publicados varios libros que recorren ese paisaje que habita. La suya, nunca es una mirada romántica. Sabe que la postal turística tiene grietas. Quedan a la vista en medio de bosques, rutas, postales de esa zona cordillerana. Las contó, por ejemplo, en el libro de historia oral sobre el terremoto de 1960, “El paraíso tembló”.

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora