De cadáveres y pasados

En el 2002 «Río Negro» entrevistó a Tomás Eloy Martínez, que ya residía en los Estados Unidos. Tiempo antes, vía una nota publicada en «El País» de España, Mario Vargas Llosa señaló que le debía a la literatura del argentino el introducirse sin complejidades en la necrofilia. Ponía como ejemplo que en «Santa Evita» la muerte y el manejo de cadáveres, lejos de tornarse un tema escabroso, liberaban una mezcla de ficción y realidad impagables.

En la entrevista, al reflexionar sobre el tema, Tomás Eloy Martínez señaló que incursionar en la necrofilia era, para su literatura, asumir «lo que la realidad argentina nos muestra. Hay mucha necrofilia en la historia y presente del país. No vayamos muy atrás, tomemos el gobierno de (Carlos) Menem. Con él, la necrofilia alcanza un estado de exageración en la cultura argentina en general. Comienza con la repatriación de los restos de Rosas, continúa con la discusión en la Cámara de Diputados de movimientos de tumbas de próceres (y se mueven algunas, entre otras la de Leopoldo Lugones), el ataúd de Juan Bautista Alberdi es ofrecido desde los balcones de la Casa de Gobierno de Tucumán para respaldar la candidatura de «Palito» Ortega a gobernador? La necrofilia aparece como un rasgo muy distintivo ya en nuestros orígenes como país, donde a uno de los primeros ríos que se bautizan se le pone Matanza?

-¿Qué raíz le acredita a esa cultura necrofílica?

-En «Santa Evita» digo que es la melancolía de un país por un pasado de gloria que no supimos retener.

-Entonces en cada cadáver ilustre hay algo del país que se desgarra.

-El cuerpo embalsamado de Evita es también el cuerpo de la Argentina. Con ella se iba algo del país.


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