De Roca a Vietnam, el largo viaje del chico que quería ser director de orquesta

Martín García León, egresado y hoy docente del IUPA, fue invitado a dirigir en Hanoi el concierto de apertura de la Orquesta Nacional de Ópera y Ballet de Vietnam. La historia de un sueño en cinco actos y por qué sacar un crédito para ir a un curso a Rusia fue la mejor inversión.

Martín García León decide dejar el secundario técnico. Tiene 16 años y no quiere computadoras en su futuro, sino música. Ingresa al Instituto Universitario Patagónico de las Artes y se maravilla con ese mundo donde suenan violines, guitarras y marimbas, se filman documentales y películas y las esculturas cobran forma mientras se ensayan coreografías y obras de teatro, todo al mismo tiempo. Le agrega su propio sonido a ese ambiente creativo: estudia piano y pasa horas y horas perfeccionándose durante los cuatro años de la carrera, rodeado de otros sueños en marcha.

Martín García León cuando comenzó a estudiar en el IUPA luego de dejar el secundario técnico.

A los 28, Martín García León dirige durante 100 minutos Around the world, el concierto de inicio de temporada de la Orquesta Nacional de Ópera y Ballet de Vietnam, en un escenario con dos pisos, 40 músicos, 40 bailarines, el coro de 20 voces y cinco solistas.

¿Qué pasó durante esos nueve años en la vida de aquel estudiante del Alto Valle y el espectáculo que encabezó en el Hanoi Opera House, a 18.000 km de donde comenzó a soñarlo? Esta es su historia, la del chico que quería ser director de orquesta.

Una comida en Hanoi después del ensayo. «¿Qué comí? No se… era como un arroz integral con una salsa agridulce con algo parecido al pollo…»

Ya cumplido el ciclo formativo en el IUPA, se muda a la gran ciudad. Lo esperan cinco años en la Universidad Nacional de las Artes y un pequeño cuarto de hotel en Once, entre tiendas de baratijas, sinagogas y con inmigrantes ilegales y prostitutas como vecinos. La leyenda de que en ese viejo edificio se alojaban pacientes terminales y los ecos de un suicidio en el cuarto piso lo intimidan en la penumbra de la noche, pero es barato y viene con desayuno en el subsuelo. Almuerza tarde y contundente en los económicos restaurantes de comida peruana y para la cena le alcanza con algo liviano.

Cuando estudiaba en la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires. Paraba en un hotel en Once.

Su tesis aborda un método para analizar obras musicales. El concierto de graduación es en septiembre del 2017: la Sinfonía n° 102 de Haydn y y la sinfonía Haffner de Mozart, interpretadas por la Orquesta Carlos Bertazza de la UNA. Se ilusiona con que aparezcan grandes proyectos, pero no es el caso. Vuelve a Roca y consigue trabajo como docente en escuelas primarias. Y, más tarde, como pianista acompañante en el IUPA.

Un espíritu inquieto siempre está a la caza de oportunidades. Martín encuentra una en la web: un curso intensivo en la ciudad de los zares. Se postula, envía su video de graduación y es el único latino entre los 11 seleccionados para recibir el entrenamiento y dirigir a la Sinfónica de la capital cultural rusa. La matrícula cuesta 1.000 dólares.

¿Cómo financiar el viaje? Recibe aportes del IUPA, del municipio de Roca y lo que falta lo resuelve con un crédito bancario: saca $ 80.000, debe devolver 140.000, en 42 cuotas fijas de 3.300. “No me importó. Supe que tenía que hacerlo, que iban a venir cosas mejores: uno tiene que ser su propio inversor”, explica.

En San Petersburgo. Llegó el 31 de diciembre del 2017 a las 18 horas. «El frío te impacta tan de golpe que si caminás entrás en calor. Pero si parás un minuto te congelás. Estaba todo nevado como en las películas».

En San Petersburgo lo guía el maestro Alexander Polyanichko, asistente de una eminencia:Valery Gergiev, director del Teatro Marinsky. Está en una ciudad deslumbrante, pero no se tienta con los palacios ni los museos ni los canales de la Venecia del Norte. Se encierra a estudiar en el cuarto de un antiguo hotel y solo se permite una salida: ver al ballet del Bolshoi. La velada le deja una certeza: cuando no rozan la perfección, esos bailarines saben corregir un error de una manera tan armoniosa que también roza la perfección, una lección que no olvidará.

El momento clave de la aventura rusa es el ensayo previo a los conciertos. Opta por la Sinfonía N° 2 de Sibelius, una obra compleja del posromanticismo. El maestro Polyanichko le sugiere una más sencilla. Acepta, prueba, no le gusta, se juega: le responde que no se siente cómodo, que quiere la que eligió primero.

“Está bien, Martín . Pero no pienses más en la obra, nada más hacela”, le aconseja Alexander.

El concierto al frente de la Orquesta de San Petersburgo.

Un video en Youtube lo muestra durante 15 minutos con movimientos enérgicos y pelo largo al frente de la Orquesta de San Petersburgo, que duplica en número a la de la UNA en Buenos Aires. No es fácil ir a jugar a las grandes ligas cuando uno viene de los suburbios: hay errores propios y ajenos que intenta gestionar en velocidad, sin perder de vista lo que viene, eso que los del Bolshoi hacen tan bien.

«Lo que te hacer avanzar es que vos te creas capaz de hacer lo que proponés, tener la convicción de que podés».

Martín García León

Saluda con una leve inclinación, se va entre aplausos, orgulloso de la prueba superada. Después, la devolución del maestro Alexander lo hace llorar. “Martín, veo a muchos directores que me aburren. Pero con vos no me pasa eso, todo es interesante. La forma en que guías a los músicos me mantiene atento todo el tiempo, es extremadamente musical y expresiva”.

Luego del concierto de San Petersburgo, con las organizadoras del curso intensivo y otros participantes. Al centro, su guía: el maestro Alexander Polyanichko

Recuerda entonces a algún docente en la Argentina que le recomendó que lo mejor que podía hacer con la dirección de orquesta era dejarla. “Alexander me dio confianza, me hizo sentir que estaba en el buen camino, que no era como me decían algunos”, señala.

Cuando fui a ver al Bolshoi aprendí que la verdadera magia no es evitar el error sino cómo lo solucionás cuando ocurre»

Martín García León

San Petersburgo le tendría otra sorpresa. El teléfono suena en su cuarto: ¿Quién puede llamarlo en Rusia? “Hola, Martín, ¿vienes a cenar?”, lo invita el director de orquesta español David Gómez Ramírez. Cansado, casi le dice que no pero va: intuye que ese contacto puede ser importante. Tras regresar a la Argentina, lo nombran docente en el IUPA. Meses después, por WhatsApp, el español lo invita a ser su asistente en Vietnam.

Cuando se acerca la fecha, David le informa que no podrá ir a la capitalvietnamita. “¿Y quién va a dirigir el concierto?”, le pregunta Martín. “Te propuse a ti”, le responde. Lo que sigue es un vertiginoso intercambio con los organizadores para enviarles todo lo que le piden, hasta que le dan el ok.

Buena onda con los músicos de Vietnam. Y otro aprendizaje: «Ya se usar los palitos…»

Son 50 horas de aviones y escalas y un cachet que le alcanza para parte de los pasajes antes de respirar el aire húmedo de Hanoi y alojarse en esa suite tan distinta a aquella pieza de Once. Le quedan pagar 26 cuotas del viaje a San Petersburgo. pero ahora tiene un sueldo para bancar la diferencia.

Una de las fotos luego del concierto.

La experiencia rusa le sirve; intenta estar más relajado. Se comunica con los músicos en inglés y con lo que aprendió en tantas películas le alcanza. Incluso si tiene que levantar el tono, como esa vez que uno de los solistas atiende el celular mientras habla con él.

-Aim tokin tu iu! -exclama como escuchó una vez en una serie. No vuelve a tener problemas y después del ensayo toma una cerveza con el cantante, nada personal. Genera buena onda con los músicos y durante el concierto, que va de la ópera a Piazolla, tiene la mejor de las sensaciones: dan lo mejor de sí porque quieren verlo feliz.

El saludo con todo el elenco.

Deja Vietnam con buenas críticas, felicitado por los organizadores y una enorme sonrisa. Vuelve al norte de la Patagonia y le espera un nuevo desafío: dirigir orquestas en su país. No será fácil. Aquí, describe, funciona el plan canje:un director invita a otro según lo que tenga para ofrecer. “Todos cuidan su kiosco. Yo te invito a dirigir si vos me invitás a dirigir: tus habilidades y tu talento pasan a segundo plano. Es difícil, pero lo voy a intentar. Para eso me formé”, dice y se pierde en las calles de Roca, seguro de que tarde o temprano encontrará el camino de su sueño.

Viviana Scaletta partió de este mundo pocos días atrás. El emocionado recuerdo de Martín. «Fue mi primer docente en el IUPA. Y desde siempre me vio el perfil de director de orquesta. ‘Tenés cara de maestro’, me decía ya a los 16 años, cuando empecé. Cuando estaba en Vietnam, creo que entendía la presión que tenía y me escribió de entrada para darme ánimo, para hacerme sentir bien. Un día yo charlaba y me cortó en seco. ‘Anda a descansar, tenés que ensayar mañana temprano’, me dijo. Musicalmente, es mi mamá.


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