Elecciones en Neuquén: Figueroa y los “nudos” en el MPN y en la sociedad

Orietta Favaro

*Doctora en Historia. IPEHCS-Conicet. Cehepyc/Clacso. Universidad Nacional del Comahue.

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Se apresuran quienes ven el fin de la hegemonía del partido provincial. “Rolo”, por afuera, recuperó el discurso histórico del sapagismo, sin renegar de su origen. ¿reseteo electoral y político?


Ante los resultados de las elecciones del domingo pasado, rápidamente los portales de los principales diarios y periodistas de Buenos Aires, anunciaban el fin de la hegemonía del MPN. Un desconocimiento importante de la historia política neuquina en un federalismo mal entendido y peor aplicado. Por ello, repasemos algunas cuestiones básicas de la historia de esta fuerza.

En primer lugar, el MPN es un partido que, en el marco de la proscripción del peronismo, capturó sus votos y triunfó en las elecciones de esa etapa, tuvo muy buenas relaciones con los gobiernos militares de la denominada Revolución Argentina (1966-73); fue considerado el interlocutor de la política local a través de las figuras de Felipe y Elías Sapag y triunfó en las elecciones de 1973 como el “verdadero peronismo neuquino” frente al FreJuLi. En estos años, adentro y afuera del entramado se aceptó el liderazgo y las prácticas políticas de estos dos dirigentes claves.

Dictadura de por medio (1976-1983), con el regreso a la democracia y con la emergencia de los “nuevos ciudadanos”, producto de la migración interna desde los años setenta por la oferta de trabajo por el desarrollo de obras hidroeléctricas y la definición de la economía neuquina con los últimos descubrimientos de petróleo, hubo que interpelar de otro modo a la población. Así, en 1983 se produjo el primer triunfo “no peronista” del MPN, porque el perfil del partido adquirió identidad propia y estuvo menos peronizado para incorporar los cambios producidos en la sociedad. Se había materializado, en la nueva población que se radicó proveniente de otras provincias con sus culturas políticas, que comenzó a definir y negociar sus preferencias partidarias y a dividir su voto en cada momento electoral. A partir de este momento, se intentó mantener el tradicional mecanismo de elección de candidatos, sin discusión dentro del partido, a través de las convenciones y otros organismos, aunque la última palabra se reservaba al grupo familiar.


La plasticidad del MPN es la fortaleza de su supervivencia, le permitió en contextos electorales adversos alimentar acuerdos, usar instrumentos claves, listas colectoras y seguir como partido de poder.


En la fuerza surgen nuevos dirigentes, como el empresario neuquino Jorge Sobisch, que con un sector emepenista creó el MAPO (Movimiento de Acción Política), mostrando un perfil renovador que comenzó a cuestionar los tradicionales liderazgos y a plantear la idea de “democratizar” el partido.

Ya existían voces que planteaban la necesidad de incluir a las nuevas generaciones y cambiar el orden establecido, dando lugar a la que se conoce como “madre de todas las batallas” en los ‘90, definida por dirigentes y afiliados que no se habían socializado en la matriz del MPN. Con Sobisch y el MAPO estaba, aunque no demasiado visibilizado, Elías Sapag y sus hijos. Juntos lograron triunfar. Se anunciaba como una ruptura del partido, pero fue la ruptura del grupo familiar. El “hijo bastardo” comenzó a liderar al partido con una propuesta de provincia diferente. Si bien inició con interesantes cambios como la representación proporcional en el Legislativo, desarrolló políticas neoliberales y privatizadoras, cuestionadas en la propia fuerza, que perjudicaron a la provincia. Si bien los “sapagistas”, volvieron a triunfar, ya en el MPN nada fue igual. En los 2000, uno de los descendientes de Elías, Jorge Sapag, retomó el ordenamiento de la fuerza y la búsqueda de consenso, definiendo varias gestiones, además de la propia.

Indicios y paralelismo interesantes


En segundo lugar, si bien la historia no se repite, hay indicadores que permiten ver en este nuevo ciclo algunas cuestiones interesantes.

Rolando Figueroa, el nuevo gobernador, viene de las filas del MPN de las dos últimas décadas. Desarrolló cargos políticos en el interior y en la capital desde los años noventa; fue vicegobernador de la primera gestión de Omar Gutiérrez. Pero si bien coexistió con el núcleo duro del MPN y realizó toda su carrera política en ese espacio, hace años viene planteando cuestionamientos al aparato y al modelo de desarrollo neuquino. Desde el proceso electoral del 2021, con la lista Violeta y fuertes críticas a la conducción provincial, decidió separarse del espacio, no del partido, y crear un frente político: Comunidad.

Planteó un gran acuerdo de los neuquinos, convocando a los “desencantados” de varias fuerza: sectores del Pro, JxC, el Socialismo, el PJ, el Frente Grande. Pero lo más importante es la participación de los emepenistas disconformes, la reaparición del MAPO con algunos de sus dirigentes iniciadores .

Figueroa no terminó con la hegemonía del MPN, fue una disputa interna: comenzó por adentro del partido y ante la falta de respuesta decidió ir por afuera. Según sus propias declaraciones, Neuquén estaba anudada, empujó para desatar el nudo y, al no poder hacerlo, decidió cortarlo.

En discursos y entrevistas, su eje fue la crítica al MPN y por ello recibió sustentos variopintos. De unos, que se quieren ubicar nuevamente en la estructura del poder provincial y de otros, que aseguran pretender cambiar el modelo neuquino.

Reivindicando los principios fundacionales del sapagismo, cuestionó que los neuquinos sean ciudadanos de segunda en un provincia que provee de recursos al Litoral -Pampa Húmeda y que abandonó las tradicionales políticas de bienestar, centradas en la salud, la educación la vivienda, situación que se agravó con la pandemia y la inflación, dejando a una provincia rica, llena de pobres.

Por ello, el enunciado de Figueroa, apenas finalizó la contienda fue: “la lista Azul fue derrotada”. Justificó el armado del frente provincial en lograr la alternancia en el poder dentro del mismo partido, con un poder consolidado por ese sector.

Un futuro complejo


En síntesis, no creo que el partido se rompa ni que finalice el predominio del MPN. Ahora bien, ¿disminuirá la partidización estatal? ¿El partido continuará con sus redes penetrando el territorio, seguirá dominando la escena política neuquina, reinventándose en sus acuerdos, movilizaciones, identidad e instrumentos de poder, ahora con arreglos multipartidarios – que antes no realizaba- pero con cierto temor a la dispersión ideológica? La plasticidad del MPN es la fortaleza de su supervivencia: mantuvo siempre su juego de local y su poder consolidado durante décadas, que le permitió en contextos electorales complicados alimentar acuerdos, utilizar instrumentos claves, listas colectoras y continuar como partido de poder.

Ahora se esperan otras políticas públicas, en tanto nudos del proceso social, debates y acuerdos legislativos, nuevos proyectos, menos burocracia estatal y garantía en la defensa de los recursos. La emergencia de nuevos liderazgos permitirá ejecutar acciones para que los recursos neuquinos se transformen en bienestar de los neuquinos. Si Vaca Muerta es la usina de Argentina “los habitantes no queremos derrame, sino el plato principal”, dice Figueroa.

El logro del 16 de abril – según lo anunciado- fue “resetear” el sistema electoral, cambiando las reglas de cómo llevar a cabo las elecciones (¿en el partido?) . Volver al original lleva a re-pensar todo, incluso el propio sistema político y la forma de gobernar en la provincia, con más y mejores dispositivos democráticos. En definitiva, es un final abierto.

*Doctora en Historia. Cehepyc/Ipehcs-Conicet, UNCo.


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