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La personalización de la política y la crisis de los partidos

La ciudadanía está buscando a nivel presidencial, provincial o local un candidato que haga frente a sus demandas concretas y no los que el sistema está ofreciendo.


El peso de los partidos políticos ha declinado en favor de liderazgos más personales, como los de Cristina o Weretilneck.

La idea de la personalización de la política responde principalmente a la crisis de representación de los partidos. En el siglo XIX o en el siglo XX, los partidos encarnaban en gran medida a sectores de la sociedad que eran relativamente homogéneos: sectores laboristas, conservadores, anarquistas, etc. A partir de la caída del estado de bienestar keynesiano, con el avance de nuevos derechos individuales, la caída del bloque soviético, las reaganomics y con el surgimiento de nuevas corrientes de pensamiento político posmoderno, los partidos dejaron de representar esos sectores porque los mismos comenzaron a desdibujarse.

Las sociedades de democracias liberales comienzan a perder características corporativas y colectivas frente una sociedad más individualista con sectores altamente heterogéneos.

Frente a esta realidad los partidos en lugar de atomizarse para representar estos nuevos sectores se transformaron en clubes electorales que solamente desarrollaron estructuras profesionales para elegir a sus dirigentes y ganar elecciones.

Esta situación nos lleva a la siguiente pregunta ¿qué hacemos hoy con los partidos y qué hacemos con el sistema de representación de las democracias capitalistas?

En primer lugar, la democracia como régimen político tiene los niveles de aprobación más bajos en la región según el estudio de Latinobarómetro.

En segundo lugar, hay un problema entre oferta y demanda electoral, el régimen político argentino y el latinoamericano no logran satisfacer las demandas de la sociedad, esto genera un desbalance ya que la oferta política no es suficiente ni es la requerida por la ciudadanía.

Muchos estudios de opinión pública desde 2018 a esta parte indican que la mitad de la ciudadanía espera liderazgos diferentes a los ofrecidos por las coaliciones mayoritarias, a nivel subnacional buscan que cambie el líder de turno a pesar de tener niveles de aprobación aceptables. Duran Barba lo explica muy bien en su última nota en Perfil: la ciudadanía está buscando un Javier Milei para una presidencial, provincial o local, con esta frase lo que queremos decir es que lo que están buscando es aquel candidato que haga frente a las demandas y no los que el sistema ofrece.

En este contexto podemos afirmar que la forma de elección a través de partidos tal vez deba dejar de existir como tal.

Mantenemos el espíritu de leyes electorales del siglo XIX, en un país donde un tercio del electorado que van a elegir presidente el año que viene nacieron más cerca de la fundación de Facebook que del inicio de la guerra fría.

En la práctica, la dirigencia utilizan a los partidos como estructuras legales para poder ser elegidos, se generan partidos a la carta de acuerdo a la elección: locales, provinciales o nacionales, se usan y se descartan, se generan frentes electorales que varían en su composición considerablemente en un lapso de dos años.

Siendo provocativos, hay cierto grado de responsabilidad de la casta de entender de que si no modernizan la representación las consecuencias van a ser cada vez más grandes: la apatía política seguirá creciendo, la participación va a ser cada vez más escasa y la distancia entre gobernantes y gobernados de a poco hará crujir el estado de derecho.

Una opción podría ser el modelo chileno donde las personas para tener la posibilidad de ser elegidas no necesiten un instrumento legal de carácter excluyente como son los partidos.

La única salida que estamos experimentando frente a la debilidad institucional son liderazgos altamente personalistas, proyectos políticos que se sustentan con la permanencia de una persona en el poder.

El reclamo de estos liderazgos es inclusive la respuesta social frente a la debilidad institucional.

Se aceptan y validan dirigentes que estén en términos simbólicos o literales por encima del estado de derecho o de la división de poderes si su accionar resuelve las consecuencias de una democracia donde no se come, no se educa y no se cura.

Por eso cuando vemos que los liderazgos hoy en día exceden a los partidos: Orban, Trump, Bolsonaro, CFK o AMLO preguntarnos ¿a qué partido pertenecen? O buscar en la oferta electoral en espectro conservador/progresista o derecha/izquierda es una pregunta de comienzos del siglo XXI, hoy en día los liderazgos que reclama la gente exceden las categorías tradicionales de la ciencia política ya que simplemente buscan personas que no sacrifiquen la solución a un problema por la carga ideológica de una palabra.

* Licenciado en Ciencias Políticas. Especialista en Comunicación y Marketing Político.


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