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Ser niño/a en los campos de la Patagonia a principios del siglo XX: historia de una desigualdad invisibilizada

Aislamiento, poco juego y mucho trabajo. Un Estado que oscila entre el desamparo y la intervención arbitraria. El libro “el mundo de la niñez rural Patagónica” de Enrique Mases aborda un tema eludido por la historia regional

Para muchos niños y niñas de zonas rurales, jugar era eso que ocurría en los espacios disponibles entre tareas laborales. La idea actual de una infancia que se entretiene y divierte “sin reglas ni obligaciones establecidas” y tiene derechos prioritarios no era común en el mundo y menos en la Patagonia rural de principios del siglo XX. Más bien, era percibida como un periodo de adaptación para la vida adulta a los hábitos de trabajo. Y además, “era asumido que los hijos de los pobres constituían un valor económico para sus padres”. Con esta caracterización, entre otras, el historiador neuquino Enrique Mases intenta abrir el debate sobre las profundas desigualdades que marcaron a la infancia que habitó este territorio, entre la llamada “Conquista del Desierto” y la llegada del primer peronismo, que marcaron a las sociedades que se estaban configurando.

La cruda descripción de un padre cuya pequeña hija muere por el frío mientras cuidaba un rebaño durante una nevada inesperada. La descripción judicial del rapto de una chica de 14 años que termina en casamiento. Censos agrícolas que revelan que hasta un 15% de los trabajadores rurales eran niños o adolescentes. Integrantes de pueblos originarios separados de sus familias y enviados a trabajar a casas o estancias, encerrados en instituciones estatales o cedidos a entidades religiosas para su “reeducación”. El tierno relato de una mujer que se crió en la meseta de Somuncura, cuyo primer recuerdo de un juguete “industrial” se remonta a los ‘50, cuando recibieron “muñecas y pelotas de fútbol” de la Fundación Eva Perón. Y la simpleza de otra, que admite que a sus 15, tras hacer las tareas hogareñas y del campo “poco más había que hacer que casarse, no se pensaba en la escuela”.

Estiba de bolsas con niños trabajando, en Realicó, La Pampa (Fuente: Libro “El mundo de la niñez rural…”)

Estos testimonios y varios datos reveladores se encuentran articulados en forma precisa y amena en el libro “El mundo de la niñez rural patagónica: una historia de desigualdad”, editada por Prometeo , y que busca desde la historia social echar luz sobre fenómenos invisibilizados en la historiografía tradicional.

Entre sus fuentes figuran antiguos expedientes de la Justicia territoriana, donde “detrás del relato judicial aparece la vida cotidiana de los sectores populares”, además de datos censales, reportes económicos y entrevistas con antiguos pobladores de zonas rurales de Neuquén, Río Negro y La Pampa.

Para profundizar sobre la obra, “Río Negro” habló con Mases, doctor en historia, docente y director del doctorado de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Comahue , e investigador del Instituto Patagónico de Estudios de Humanidades y Ciencias Sociales (Iphecs).

Enrique Mases, es doctor en historia, docente e investigador en la Universidad del Comahue.

Pregunta: Una de sus fuente son expedientes judiciales que se lograron salvar de la destrucción, y aunque tienen una mirada sesgada desde lo estatal permiten hacer lecturas de cómo se veía al niño entonces, ¿no?

Respuesta: Difícilmente encuentres información sobre niñez en documentos oficiales, porque no es considerado un actor destacado. No aparecen en las memorias de gobernadores, en actas del Congreso, salvo que no sea algo de educación. Tampoco en documentos alternativos como los sindicales, porque no aparecen niños encabezando luchas sociales. Y una alternativa que encontramos fue este archivo judicial. En esos expedientes penales, detrás del lenguaje legal aparece mucho de la vida cotidiana de los sectores populares, que además en esa época eran a menudo analfabetos y no escribían sobre su vida. Hay que tener dos precauciones: rascar por debajo del lenguaje judicial y situarte en una posición neutral. Tenés la voz de los victimarios, de las víctimas, de los testigos y aún de cómo se comporta la justicia ante hechos no solo delictivos que podría cometer o ser víctima un niño. Esta Justicia es muy ambivalente en una sociedad de frontera, como era la Patagonia . Por un lado es fuertemente coercitiva y disciplinadora castigando pequeños delitos contra la propiedad cometidos por niños, pero es totalmente indulgente en la agresión sexual sobre las niñas, como violaciones o casos de estupro.

P: ¿Esa ambivalencia se ve en otras áreas?

R: Sí. El Estado impone en esa etapa en la Patagonia lo que se llama el proceso de “argentinización”, que busca homogeneizar culturalmente a minorías que tienen tradiciones y cultura diferentes, como los restos de las comunidades indígenas, o la inmigración galesa o chilena. Allí hay fuerte presencia del Estado, pero eso no pasa cuando tiene que resolver problemas de esa población de frontera y de los niños en términos de educación o salud, allí el Estado está ausente en muchos casos.

P: en la primera parte del libro vos hablás de las condiciones de vida y de un tema del que se habla poco: con toda la crueldad que tuvo la denominada Campaña del Desierto, qué pasó con los chicos y chicas…

R: Hay una actuación muy importante de la Justicia, porque el tema mayor de ese Estado nacional después de la ocupación militar es desestructurar la organización indígena. Entonces, en el caso de las mujeres de comunidades donde no existe un matrimonio monogámico, los jueces y defensores de menores solo permiten que los hijos estén con su madre si son fruto de una relación amparada por la ley, es decir si hay un matrimonio en el Registro Civil. Si no es así, acusan a la madre de amancebamiento, pierden la patria potestad y los chicos son retirados y entregados por el Juez de Paz a lo que se llama el “sistema de reparto”: o van a los asilos, o son entregados a tutores que deberían velar por su integridad moral y la educación, pero a menudo les interesa tutoriarlos porque son mano de obra barata. Es un derrotero infeliz el de estos niños desamparados, más allá de si son o no de comunidades originarias.

P: Hay una frase tuya que dice los niños juegan entre actividades laborales, hay un ingreso temprano al trabajo.

R: Sí, hay dos problemas: desde muy temprano los niños están ligados al trabajo, porque en el mundo rural en esa etapa se considera que el trabajo era el tránsito obligado para alcanzar la madurez e ingresar al mundo adulto. Cuando los niños ya podían mantenerse en equilibrio arriba de una cabalgadura o podían hacer tareas hogareñas, eran incorporados. Pero las familias no los consideraban trabajo, sino ayuda. Ahora bien, entre esos espacios de tareas intermitentes pueden llevar adelante juegos, pero la mayoría son a imitar tareas de los mayores: bolear yuyos, cabalgar con palos… Me contaba Juan, un antiguo criancero, que él a la mañana muy temprano salía con su hermano, los padres le daban un bollo de pan y salían con los chivos. Y mientras pastaba el ganado ellos sí jugaban, pero imitando a los mayores, como tratar de ponerle una montura a una chiva . Quienes desde chicos se incorporan a un mercado de trabajo, por ejemplo, como boyero en una estancia, prácticamente no tienen juegos, porque el espacio que otro dedica al ocio, éste niño lo dedica a trabajar. Además, tienen que rápidamente incorporarse a la sociabilidad de los mayores, no es una sociabilidad propia de un niño: convive con otros peones y con el capataz. También hay un egreso de la familia más temprano, porque muchas no tienen recursos para mantenerlos y entonces a los 12 ó 13 años salen a trabajar. O a los 15, en el caso de las mujeres, ingresan al mundo adulto a través del matrimonio o parejas.

Una escuela rural en El Cholar, norte neuquino, en 1931, Las clases eran de septiembre de mayo por factores climáticos. (Neuquén, sistema provincial de Archivo, en el libro «La niñez rural…)

P: Es una forma de salida….

R: El matrimonio, o ser incorporadas como personal doméstico o en una casa de comercial. Hay un testimonio muy rico de una señora que me dice que a los 15 años ya en su campo no tenía nada que hacer; no había escuela, la vida era muy monótona, todos los días lo mismo y entonces aparece un mercachifle, un árabe, que la pide a su papá en matrimonio. Y dice textual: ‘charlé con él, arreglamos enseguida y me casé’. Era casi como una vía de escape de esa vida, a pesar que muchas veces había amor, claro. También, a una familia numerosa el ingreso no le alcanzaba con lo que producía ese campo o ese predio y entonces es muy temprano, los varones tenían que salir a hacer actividades de boyero, o peones y las niñas como personal doméstico, básicamente.

P: Vos también mencionás que un espacio de sociabilidad del campesino era el viaje a la ciudad, cuando iban al almacén de ramos generales a comprar o a vender algo…

R: Muchos testimonios dicen que la incomunicación con la vida exterior era fuerte, salvo con los vecinos entre lugares más o menos cercanos, como las chacras del Alto Valle. Pero en la meseta era mucho más grave. Un ámbito sociabilidad era cuando pasaba el mercachifle. O quienes vivían al este del río Colorado iban dos veces al año a Tricao Malal o a Chos Malal con la recua de mulas, con toda o parte de la familia . Allí entraba otro tipo de sociabilidad: llegaban a la casa de almacén de ramos generales, que tenía preparado un espacio para que estuvieran las mulas y ellos se acomodaran, y ahí vendían de sus productos como los cueros o lana. Se aprovisionaban y mantenían durante una semana unos días una sociabilidad muy particular: las mujeres compraban géneros o indumentaria alimentos y luego volvían.

P: La escuela va a jugar un rol importante…

R: Sí, para el sector de la población que puede acceder, porque en muchos lugares con una población tan extendida, si no había escuelas volantes no había educación. El otro punto es que este tenía que sincronizarse la actividad educativa con la familiar, que en determinado momento del año marchaban a las veranadas , por la ganadería trashumante. Algunas escuelas funcionaban de septiembre a mayo por el frío y la nieve. La escuela tiene un fuerte contenido ideológico: en primer lugar la primaria urbana son cinco años, la primaria rural tiene tres años. El Consejo Nacional de Educación considera que la educación para los niños rurales sólo tienen que avanzar en ejercitarlo en tareas productivas, no hace falta que tengan francés o Educación Física. Además establece lo que debe lograr: que el niño rural se transforme en un buen ciudadano y trabajador y que la niña logre convertirse en una buena esposa. Estos son los objetivos. Es muy fuerte otro rol, el de homogeneizar culturalmente, de argentinizar. Los niños indígenas, chilenos o incluso los galeses, sufrían castigos si hablaban en su idioma nativo en horas de clase

P: ¿Qué sacás como conclusión?

R: En esa época de inicio de siglo tan complicada, la niñez rural está enfrentada a una serie de desigualdades que no sufre la niñez urbana, que tiene que ver con factores sociales y climáticos: la mayor cantidad de muerte de niños en esa época es por ahogamiento, porque no hay infraestructura y tienen que vadear un arroyo crecido. O como una nieva copiosa cuando están con el piño y allí pierden la vida por congelamiento. Son muy comunes los accidentes laborales, porque siendo pequeños lidian con caballos o con carros, y se quedan dormidos por cansancio. Está el tema del desamparo: a muy corta edad , la muerte de un progenitor o de los dos hace que los chicos queden a merced de un albacea o de mayores que les hacen perder todas sus propiedades, su pequeño capital y son explotados. Y finalmente, el peligro de los de otros seres humanos, los adultos: básicamente las agresiones físicas y en las niñas además sexuales. Hay una gran permisividad con la explotación sexual infantil.


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