Del Chañar a la India y de ahí a la viña propia para hacer vinos y espumantes

Antes de cosechar su propia uva y darle forma a sus propios vinos y espumantes, el enólogo Gustavo Agostini recorrió literalmente el mundo de los espumantes. Todo comenzó por acá, en una bodega de San Patricio de El Chañar, antes de que fueran famosas por sus terruños y sus vinos.

De El Chañar a Mendoza. De Mendoza a India. De allí a Francia. Y a California. Y a la Argentina otra vez.
Gustavo Agostini es enólogo. Es de familia de enólogos, un árbol genealógico entero dedicado al mosto, la maceración, los tanques y barricas . “En mi casa se habla de deportes y de vino. Desde chicos”, aclara, para que se entienda en que su mundo se vive, se viaja y se disfruta a partir de esas dos opciones.

La aventura de Gustavo y de Mariela, su mujer, tuvo un largo recorrido por el mundo entero para tomar forma hoy en dos bodegas en el país: una en San Luis y otra en Mendoza: Corral de Palos la primera y A la par la segunda, respectivamente.La primera la hace con un socio, y la segunda con su mujer, que además de profesora de gimnasia es sommelier, recibida en la escuela del Gato Dumás, en Neuquén.


Gustavo y Mariela vivieron en Neuquén entre diciembre de 2002 y julio de 2007, en el comienzo de Bodega NQN, cuando, según cuenta el propio Gustavo, “había que explicar dónde quedaba San Patricio del Chañar, los camiones se perdían antes de llegar y hubo que arrancar de cero”. Ahí, Gustavo, que además de enólogo es ingeniero agrónomo, estuvo “ haciendo de todo un poco: armando el viñedo, elaborando el vino, el posicionamiento del mercado, todo eso con un equipo increíble de 19 personas que comandaban Lucas Nemesio y Luis María Focaccia”, dice.
Recuerda -hoy como una anécdota graciosa pero en aquel momento como una enorme tensión-, la vez que el camión que traía un autoelevador eléctrico se perdió y nunca llegó a El Chañar. Al otro día había que comenzar con la cosecha de la uva, a las cinco de la mañana, y no tenían lo que necesitaban. Hubo llamados desesperados entre todos los contactos hasta que al fin, alguien les prestó el vehículo. Ya era de noche y la única manera que encontraron de lograr la hazaña fue que uno alumbrara el camino con su auto, y que otro condujera marcha atrás el autoelevador desde el centro hasta las bodegas. Tardaron tres horas en hacer ese trayecto. Pero a la una de la madrugada tenían el autoelevador que les permitió cosechar las primeras uvas de la bodega que hoy se llama Malma.
Hoy todo eso es recuerdo y figura entre las páginas esenciales del aprendizaje. En esas páginas figura también el largo y entretenido periplo por varios viñedos del mundo, donde fueron dándole forma a sus propios proyectos.


Es que después de la experiencia en Neuquén, Agostini volvió a su tierra natal, Mendoza, para trabajar como enólogo senior a las Bodegas Chandon y Terrazas de los Andes. Desde allí y por cinco temporadas, él y su mujer viajaron a la región de la Champagna, en Francia, para trabajar en la bodega Chandon de aquel país. “Durante los fines de semana veíamos que las pequeñas familias de la zona vivían de hacer grandes champagnes. Allí nació el proyecto de A la par, la marca de espumantes que hoy encabeza Mariela”, cuenta Gustavo.


Pero Francia no fue el único destino. En junio de 2015 recibió la oferta que cambió su vida: abrir la bodega Chandon en India. Allí logró hacer vinos de calidad en un clima tropical donde se cosecha dos veces al año. Nadie hubiera apostado a las medallas que hoy ya consiguieron los espumantes “Made in India”.

Recuerdos de la experiencia en India


Y por si todos esos terruños y kilómetros no fueran suficientes, aún resta mencionar que estuvieron también en California, en la filial de la misma bodega.
“Nos volvimos a la Argentina después de 5 años de recorrer el mundo porque como dice el doctor Rosetti, la curva de la felicidad a veces pega y después de los 45 años disfrutas un poco más de la vida, y el desarraigo empieza a ser más fuerte. Nos volvimos por eso, porque queríamos estar cerca d nuestros amigos y seres queridos”.
Y también cerca de sus propios viñedos. Los días de los Agostini se dividen hoy entre las uvas, la cosecha, sus dos bodegas y el deporte. Entrenan en bici, y también motos enduro, cuenta Agostini.


“Nos apasiona el vino. Siempre se habla de vinos en la mesa de mis suegros y en la de mis padres. La pasión viene desde chicos y al tener la posibilidad de vivir en el valle de Uco, en San Patricio del Chañar, de haber viajado a India, California, Francia, empezás a apasionarte con cosas que se hacen bien; te apasionas con terruños especiales; empezás a apasionarte con elaborar vinos distintos, de alta gama. Y cuando hacés buenos vinos, no lo digo por las medallas o los cien puntos Parker, sino por esa sensación maravillosa de que un amigo levante el teléfono o te mande un whatsapp, para decirte qué rico es. Eso te llena de emoción. Y cuando además lo hacés con una compañera como Mariela y todo va sobre ruedas.Y no hablo de plata, hablo de que los vinos gusten, de que a la gente le agrade. Eso te apasiona y no para más”, se entusiasma Gustavo, que con pandemia y todo, no para.


Los dos proyectos
en marcha

A la par espumantes, que lleva adelante Mariela Gallardo. “Dentro de ese proyecto tenemos dos marcas, A la par extrabrut y Cataleya extrabrut. Es un proyecto que nació en 2010. Significa mucho para nosotros. Se llama “A la par” porque a la par van nuestras vidas: hace 30 años que estamos juntos. A la par tiene dentro de cada botellla dos vinos base que se transforman en espumantes -chardonnay y pinot negro, que son dos variedades emblemáticas en el mundo para hacer espumantes y champagne;y Cataleya, la segunda marca , que Mariela la creó en honor a unos amigos que tenemos en India


Corral de palos, el otro proyecto, es una bodega que se encuentra en San luis. Me asocié a un amigo y compramos una bodega de 660 mil litros. Allí elaboramos vinos blancos y tintos, de los cuales hay dos líneas: Corral de palos clásica, que tiene un Viogner blanco, un cabertnet franc y un malbec.

La línea jóven, que se llama Despeinado, y que tiene 3 productos, un blend de blancas, un blend rosé y un blend de tintas. Corral de palos es en honor a un corral que tiene muchísimos años, y el segundo nombre, despeinados, es en honor al viento chorrillero, típico de San Luis, que cuando corre parece que despeina los viñedos.


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