Del duro al euro, un cambio difícil

Por Hubert Kahl

Cuando dentro de medio año entre en circulación el euro, en España casi nadie saldrá de casa sin calculadora. La conversión exige a los españoles más aptitudes para la aritmética que a los demás europeos.

De alguna manera tuvieron mala suerte cuando se fijó el valor del euro, y mientras un alemán puede utilizar la regla de que un euro equivale a aproximadamente dos marcos, los españoles tienen que conformarse con saber que una unidad de la moneda europea vale más o menos 166 pesetas.

Cuando un kilo de manzanas cueste 1,90 euros y el cliente ponga sobre el mostrador un billete de 1.000 pesetas, ¿cuántos euros tendrán que devolverle? Es probable que estos ejercicios de cálculo no gusten nada a las amas de casa y a los cajeros de supermercado, y el caos en las tiendas parece inevitable, con largas colas.

Esta difícil regla para convertir los euros en pesetas no es el único problema. Los españoles tendrán que aprender también una nueva forma de hacer sus cuentas.

Hasta ahora estaban acostumbrados a precios en cifras redondas de pesetas. Las fracciones, como los peniques en Alemania o los céntimos en Francia, no existen en España desde hace décadas. Es más, muchos españoles piensan en duros, equivalentes a cinco pesetas. Ahora, con la llegada de la moneda europea, deberán habituarse al hecho de que además de euros hay centavos, y a que los precios tengan valores decimales tras la coma.

Sin embargo, es probable que los españoles de mayor edad, que utilizaban hace décadas los céntimos de peseta, tengan menos inconvenientes con el cambio.

Para complicar más las cosas, a los españoles el euro les va a costar no sólo esfuerzo sino también dinero. Es probable que muchos negocios aprovechen la introducción de la nueva divisa para redondear sus precios hacia arriba, para que sigan siendo números más o menos redondos.

En algunos sectores este proceso ya ha comenzado. La barra de pan ha pasado de costar el equivalente de 0,33 a 0,50 euros, y el viaje en metro ha subido de 0,81 a 1,00 euros. Según la revista «Tiempo», se estima que este ejercicio de redondeo supondrá aumentos de precios de entre un 10 y un 65 por ciento.

Los españoles contemplan con cierta tristeza la desaparición de la peseta, que fue su moneda durante 134 años. La localidad costera de Fuengirola, en la provincia de Málaga, en el sur del país, incluso erigirá un monumento en honor de la «pela», como se conoce popularmente a la divisa española.

La peseta fue introducida como moneda nacional en 1868, poniendo fin a una época en que en España circulaban simultáneamente reales, onzas, escudos y maravedís. El origen de la palabra «peseta» es hasta hoy motivo de controversia. Algunos estudiosos mantienen que viene de la palabra catalana «peceta», pedacito, mientras que otros defienden que se deriva del término «peso».

Generaciones de españoles han vivido con la peseta. No olvidan siquiera a la diversas variantes de esta divisa, como «la rubia», la moneda dorada de una peseta que entró en circulación en 1937 y no fue retirada hasta hace pocos años, cuando se sustituyó por una moneda de aluminio mucho más ligera, que por su peso recibió el apodo de «lenteja».

El euro podría además suponer el fin de todo un sector: más de mil establecimientos de cambio en la isla de Mallorca y en la Costa del Sol, en Andalucía, se verán obligados a cerrar, ya que el sector verá reducidas sus operaciones en un 75 por ciento. Estos kioskos no pueden subsistir sólo con el cambio de libras esterlinas y dólares.

Algunos tienen pensado vender bocadillos, alquilar automóviles u organizar excursiones para los turistas.


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