Boca y un milagro inesperado que puede ser el punto de partida para su recuperación

El Xeneize no había jugado nada bien, perdía con Deportivo Pereira y La Bombonera era un infierno. Pero sobre el final, con más alma que fútbol, lo dio vuelta con goles de Luis Advíncula y Alan Varela. Se trató de la primera victoria del ciclo de Almirón en el club.

Demasiada presión para ser recién el segundo partido de la fase de grupos de la Libertadores, ante un equipo debutante en la Copa y en La Bombonera.

El escenario podría ser el ideal si la corriente de fútbol auriazul fluyera sin obstáculos: en casa, ante su gente y contra un rival de menor jerarquía. Pero este no era el caso, al menos en la previa del encuentro de anoche ante Deportivo Pereira.

Tres caídas en fila en el templo xeneize, racha negativa que no se daba hace más de medio siglo, sumado a un equipo sin confianza, con cambio de mando en el medio de la tormenta, hacían el choque ante los colombianos fuera un partido a todo o nada. Casi como una final.

Alan Varela lo grita con alma y vida. Era el 2-1 agónico sobre Deportivo Pereira. (AP Photo/Gustavo Garello)

Anoche, durante 87 minutos, Boca pudo comprobar que se puede estar peor aunque también constató que los milagros existen en el fútbol. El Xeneize perdía 1-0 ante un equipo que jugaba el primer partido internacional de su historia y La Bombonera era un infierno que pedía que “la camiseta de Boca se tiene que transpirar”.

Cuando de repente,a los 43’ del ST, Luis Advíncula, uno de los jugadores que más estaba quedando en deuda, modificó el escenario con un golazo de zurda que se clavó en el ángulo.

A partir de ahí la energía se invirtió y comenzó a gestarse el milagro que se consumó cuando ese pichón de crack llamado Valentín Barco, metió una asistencia perfecta para el cabezazo salvador de Alan Varela. Era el 2-1, impensado hasta minutos antes del final, que lo pone a Boca como líder del Grupo F de la Libertadores con 4 puntos.

Hasta el golazo de Advíncula, Boca se había parecido demasiado al de las últimas actuaciones. Jorge Almirón mostró su mejor sonrisa cuando asumió como DT hace nueve días, pero el disgusto y la preocupación no tardaron en apoderarse de sus gestos luego de dos derrotas consecutivas por la LPF, las lesiones inoportunas y como si fuera poco, la situación judicial de Sebastián Villa, titular anoche.

La inquietud de Almirón duró toda la primera mitad porque el equipo lució apurado, tratando de meter el segundo pase antes que el primero y sin ideas para llegar al arco colombiano. En toda la etapa inicial, Boca no acertó ningún remate al arco de los apenas tres que se le computaron en los 45’.

Todo ante el bramido incesante de la gente en La Bombonera, más en modo reclamo que otra cosa. El equipo fue una suma de dudas, que sólo se movió en el terreno de la voluntad y no tuvo ideas.

Se salvó de no irse en desventaja al vestuario cuando a los 41’ y a la salida de un córner, Sebastián Quintero marcó de cabeza. El VAR llamó al árbitro Matonte y el uruguayo anuló el tanto por falta previa de Arley Rodríguez sobre Pol Fernández.

La Bombonera era una hoguera, aunque la furia pareció aplacarse en los primeros minutos del ST cuando el equipo mostró otra actitud y mejor juego.

De todas maneras, y cuando Boca trataba de darle forma a la reacción, la vuelta a los infiernos la decretó Jimer Fory, que con un zurdazo esquinado ingresando al área que venció la estirada de Chiquito Romero.

La catástrofe estaba en puerta porque se trataba de la cuarta caída al hilo en casa y una vez más Almirón se quedaba sin gritar su primer gol como DT de Boca.
Pero Valentín Barco y sus juveniles 18 años fue la bandera de la resurrección y quizás el golpe de efecto de este triunfo, que fue más un desahogo, le sirva a este Boca para refundar una idea que le permita estar a la altura de su historia.

El embrujo de la agónica victoria no debería hacer olvidar a Boca que su funcionamiento en la mayor parte del encuentro fue apenas discreto, y que sólo mantuvo las esperanzas por el atrevimiento de Barco y algunos destellos de Villa.

Pero si el arrebato de actitud que le dio el triunfo, lo ayuda a mostrar el camino de la lucidez y le abre la puerta al sinceramiento de su juego, podrá reconocer sus errores y crecer a partir de ahí. Lo de anoche fue un alivio necesario, ahora hay que confirmarlo en la cancha.


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