Ponele Huevo que todo va a salir bien

El zapalino Marcos Acuña se transformó en una de las figuras de la Selección durante el Mundial. La historia de un verdadero guerrero del fútbol.

Pasa por la zona mixta concentrado, con alguna mueca pasajera de felicidad, pero la mente fija en lo que vendrá. No se detiene ante los micrófonos, una característica que mantiene hace rato. Si quiere expresarse -y en este Mundial parece querer más que nunca-, lo hace mediante las redes sociales, donde muestra su versión lejos del asedio de las cámaras. Es, a simple vista, un jugador extemporáneo.

Antepone lo grupal, lo futbolístico, a lo demás. No le interesa figurar, no quiere ser el centro de atención. Cumple con su tarea, y lo hace con creces, pero ahí termina la exposición.


El zapalino Marcos Acuña, el “Huevo”, es un cultor de un perfil profesional que viene construyendo a lo lejos y hace tiempo. El Huevo habla menos que otros, pero hay un por qué. El lateral se expresa diferente, se expresa donde realmente importa, en la cancha.


Pasaron más de 20 años desde sus inicios en el mundo del fútbol, de aquellas primeras experiencias en el playón del barrio Independiencia. Fue allí, mientras destacaba ante jugadores más grandes, cuando su descubridor dio el primer gran paso. Fue Patricio “Cubilla” Maliqueo, que lo invitó a jugar en Olimpo de Zapala.

De ahí en más, fue cuestión de tiempo para que Gabriel Rouret se lo llevara a jugar un provincial en San Martín de los Andes, con Don Bosco. También pasó por Tiro Federal, con Claudio Joselovsky. Y así, entre clubes y ante cientos de otros niños, el Huevo destacaba por talento pero sobre todo por perseverancia. Por insistir, por ir al frente. Por no esquivarle al choque, a la caída, a levantarse e ir por más.


Con 17 años, el Huevo aterrizó en Caballito, para presentarse en Ferro, uno de los clubes más populares del ascenso argentino. Ese inicio fue también una revancha, porque en San Lorenzo, Tigre, Quilmes, River y Boca le habían cerrado las puertas. Él seguía intentando. Él creía que podía, que tenía con qué. Y el tiempo le dio la razón, porque el fútbol a veces -las menos- es justo.


El 16 de abril de 2011 es la primera fecha marcada a fuego en el lomo de Marcos. Ese día, frente a la CAI de Comodoro Rivadavia, debutó en el Nacional B bajo la dirección técnica de José María Bianco. Más adelantado en el campo durante su estancia en el Verdolaga, deslumbró hasta mediados de 2014, cuando armó las valijas para marchar a Avellaneda.

Su saldo fue increíble: 117 partidos, 5 goles y 23 asistencias, pero sobre todo el aval absoluto sobre su potencial. Fue Racing quien decidió apostar por él, en lo que fue la venta más cara en la historia de Ferro.


Con la Academia tuvo cuatro temporadas, y alcanzaron para meterse ampliamente en el corazón de la hinchada. Disputó 109 partidos, anotó 21 tantos, repartió 28 asistencias y, por si fuera poco, ganó el esperado Torneo de Transición 2014, que significó cortar con una sequía de 13 años para el elenco racinguista. Y ahí se marcó a fuego otra fecha más: 16 de noviembre de 2016, su debut en la Selección Argentina.

Fue bajo la dirección de Edgardo Bauza, en un 3-0 ante Colombia, en San Juan. Tiempo después, en junio de 2017 y ya con Sampaoli al mando, se volvió un habitué de las convocatorias.
A mediados de 2017, fue el momento de armar las valijas de nuevo, en este caso rumbo a Portugal para calzarse la camiseta del Sporting de Lisboa. Allí se llevó todos los flashes: debut en Champions League, asentamiento en Europa y una nueva muestra de su polifuncionalidad, jugando de central sobre el tramo final del certamen local. Y tras 135 partidos, 9 goles y 27 asistencias, un salto a España.


En el intermedio, la historia pura: su primer Mundial. El 21 de mayo de 2018 fue confirmado dentro de los convocados, y el 16 de junio se produjo su debut, en el encuentro ante Croacia. Ese amargo 0-3 dejó tocado al equipo de Sampaoli, y le generó más de un dolor de cabeza a los jugadores. Pero el Huevo, fiel a su historia, buscaría revancha.


Llegó al Sevilla en la temporada 2020/21, y en menos de dos años se ganó a la gente a base de buenas actuaciones. Lleva 92 partidos, 2 goles y 10 asistencias, jugando la mayoría de los encuentros y transformándose en una pieza clave del elenco español. Queda claro, no será su última parada: los grandes de Europa empiezan a frotarse las manos para el post cita mundialista, porque Acuña volvió a demostrar que está para mucho más.


Pero, sin dudas, el punto máximo del Huevo antes de llegar a Qatar 2022 fue la CopaAmérica de Brasil 2021. Aquel 10 de julio, el zapalino fue titular en el triunfo 1-0 ante Brasil en el Maracaná, para devolverle la gloria a la Selección después de 28 años. Y se metió en las páginas doradas del fútbol nacional, transformándose en la máxima leyenda futbolera de la provincia de Neuquén.


Su paso por Qatar fue excelso. Pedido por la gente en la previa, demostró con cada actuación que aquel pibe que se rompía la cabeza con cada caída en el playón de Independencia tenía un destino glorioso. Por eso siempre se levantó. Por eso no le molestaron los golpes.Ypor eso se lo ve siempre concentrado, pensando en lo que viene. No es que el Huevo sea arisco. No es que Acuña no quiera hablar. Es que Marcos sabe, y lo sabe de sobra, que lo esperaba la gloria. Ypara conquistarla hay que estar atento.


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