Desertificación en la Patagonia: cuáles son los verdaderos causantes

El científico Gonzalo Irisarri, nacido en Neuquén, lideró un estudio. Como investigador del Conicet y la UBA, analizó con un equipo los registros climáticos durante las últimas tres décadas. Determinó qué peso tiene la actividad ganadera ovina en la estepa

Gonzalo Irisarri nació en la capital de Neuquén, y siempre ha estado interesado por el problema ambiental de la desertificación de la Patagonia, que genera una degradación de los suelos de la región de estepa. Es ingeniero y doctor en agronomía y ha sido investigador del Conicet y de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, y acaba de publicar un estudio que explica cuáles son los factores que han influido en la desertificación durante los últimos 30 años.

Entrevistado por RIO NEGRO, el doctor Irisarri contó los detalles del estudio que fue publicado por la revista especializada Global Change Biology. “En la Patagonia extraandina, hay un problema de desertificación que se conoce desde hace décadas. Pero podemos verlo como una mil hojas, es decir, un problema con múltiples capas. Lo que buscamos a través de nuestro estudio fue determinar cuáles son los factores que agravan el problema y en qué proporción”, contó Irisarri.

“Los factores más importantes de la desertificación en esa región de la Patagonia son el clima y las actividades humanas, especialmente el pastoreo de animales ovinos”, señaló. “Observamos que hay zonas que tuvieron un decaimiento en la producción vegetal, y la pregunta era cuáles son las causas”, agregó.

Estepa. Los seres humanos influyen en la reducción de la vegetación con el pastoreo de ganado ovino localmente. Las emisiones de gases a nivel mundial también influyen. 

Después de hacer un análisis de diferentes datos meteorológicos y sobre la vegetación de estepa, que sustenta a la ganadería ovina. Uno de los hallazgos es que cuando se produce el fenómeno de La Niña a nivel global, en esa región de la Patagonia llueve más y se producen más pastos.  

“El segundo aporte del estudio fue identificar el ruido que queda si se sacan los factores climáticos. Por lo cual, describimos cómo es la huella humana asociada a la ganadería y darle un valor”, explicó. 

“La mala noticia es que el 65% de la superficie analizada -unos 700.000 kilómetros cuadrados- ya tuvo un impacto negativo por las actividades humanas. Pero la buena noticia es que la influencia relativa es menos del 4% de toda la variación que hubo en la producción de vegetación que hubo durante los últimos 30 años”, afirmó el doctor Irisarri.

Es decir, hubo una disminución de la producción de la vegetación por la actividad ganadera, pero la principal causa fueron los factores climáticos que influyen en Patagonia. 

“En gran parte de la Patagonia encontramos tres grandes patrones de la productividad de la vegetación en las diferentes zonas. El primero es que en un 37% de la región, la productividad creció hasta un punto en el que comenzó la degradación. Para el primer patrón, el punto de quiebre sucedió principalmente entre los ’90 y los 2000. 

El segundo muestra que en un 27% del área el proceso de desertificación se aceleró; es decir, la productividad venía bajando y tomó más velocidad. Esto sucedió durante los años 2000. 

El tercer patrón -un 15% del área- consistió en una caída continua de la producción de biomasa hasta un punto en el que se revirtió y mejoró”. En el tercer patrón, el punto se encontró mayormente en la década del 2000, con ocurrencias también en los años ochenta y noventa.

Desde la Facultad de la UBA, tienen un acuerdo con empresas ganaderas en la región para impulsar las prácticas más amigables con el ambiente. 

“La propuesta se fundamenta en una idea que también nos pasa a los seres humanos: necesitamos tomar un descanso después de tener un momento de estrés. A las plantas les pasa lo mismo. La propuesta consiste en que la tierra que ha sido usada para el pastoreo necesita un tiempo de descanso para atravesar ese momento de estrés y recuperarse”, comentó. Pero las condiciones para no hacer el pastoreo no son sencillas para lograr porque la Patagonia tiene mucha variabilidad y puede afectar las ganancias de cada productor. Se sugiere entonces el pastoreo rotativo o con descansos para que la vegetación se recupere. 

La desertificación, según la definición de Naciones Unidas en 1994, es la pérdida de productividad en zonas áridas. Pero no aclaró cuáles son los responsables del problema. Esto ha generado acalorados debates sobre las causas durante décadas. “Nuestro estudio identifica que la principal causa de la desertificación en la Patagonia extraandina son los factores climáticos”, resaltó. 

Sin embargo, también hay actividades humanas indirectas de todo el mundo que influyen en los factores climáticos, que a su vez son los responsables principales de la reducción de materia seca o vegetación en la región. 

“Hay que tener en cuenta también que las actividades humanas indirectas, como la emisión de gases contaminantes, han alterado los patrones del clima a nivel mundial. Ese cambio está también influyendo en la desertificación de la Patagonia”, aclaró.

El pastoreo es una actividad humana directa que influye en la producción de la vegetación. También está la actividad humana indirecta. “En esto, poco tienen que ver los ganaderos de la Patagonia. Es una consecuencia del problema del cambio climático global, causado por emisiones de gases contaminantes principalmente”, remarcó. “Las actividades humanas a nivel mundial influyen en diferentes zonas del mundo, incluyendo a la Patagonia”, agregó.  

El trabajo publicado por Irisarri podría tener diferentes aplicaciones. Una de ellas es que aporta información para que los ganaderos de la Patagonia puedan planificar su actividad. “Se debe tener en cuenta tanto si se producen los fenómenos de El Niño o La Niña y cuál es la situación climática regional. Todo influye en la producción de la vegetación”, dijo Irisarri. En la investigación también colaboraron Marcos Texeira, Martín Oesterheld, Santiago Verón, Facundo Della Nave y José Paruelo, docentes de la FAUBA.

Irisarri, de 42 años, hizo la escuela secundaria en el Centro 12 en Neuquén. Tiene dos hermanas mayores que también estudiaron allí. Sus padres se radicaron en la provincia en los años setenta. 

Desde 2004, ha realizado visitas varias veces por año para participar en un acuerdo de la Facultad con una empresa en Patagonia por el cual hicieron un monitoreo de los rendimientos de la vegetación.

Mudanza a Inglaterra

El neuquino Gonzalo Irisarri tiene su mirada en la productividad de los diferentes suelos de la Argentina. En septiembre del año pasado, también había publicado otro estudio de importancia sobre la salud ambiental y las actividades rurales. 

En la década del 2000, la Argentina sufrió la sequía más fuerte de las últimas 7 décadas. En ese contexto, era esperable que la cantidad de animales por unidad de superficie también disminuyera, acompañando la menor disponibilidad de alimento. 

Ese estudio de Iribarri fue realizado en 67 partidos ganaderos del país. Demostró que entre 2001 y 2009, la producción de forraje cayó, pero la carga de vacunos, en general, aumentó. 

El incremento se debió mayormente a una retención de animales en la misma superficie ganadera. Porque los productores conservaron la hacienda en pos de mejores resultados económicos. Irisarri señaló que la producción forrajera en ambientes ganaderos cayó notablemente. Esto debería reducir la carga animal en tales ecosistemas. 

“La teoría y los modelos de simulación coinciden en que la carga animal debería disminuir con la caída de la producción de materia seca. Si bien hay acuerdo en este sentido, lo interesante es que, hasta ahora, nadie lo había puesto a prueba a partir de datos concretos, lo cual representó un experimento natural único”.

El investigador neuquino se mudó con su familia en septiembre pasado al Reino Unido. Entró a trabajar como científico en Rothamsted Research, un centro de investigación líder en el mundo y sin ánimo de lucro que se centra en la ciencia agrícola estratégica en beneficio de los agricultores y la sociedad en todo el mundo.

En esa institución británica, los científicos publican cada año unos 300 artículos en revistas internacionales, de los cuales más del 70 por ciento son de acceso abierto. 

También aportan datos, herramientas de software y otra información a disposición y colaboran con numerosas instituciones de investigación y universidades de más de 50 países.


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