Donó más de la mitad del hígado a su madre 

Con 22 años es el primer donante vivo adulto, de ese órgano, en el país.

Buenos Aires (ABA).-Matías, de apenas 22 años, ve sorprendido la cantidad de cámaras y grabadores que entran de a uno, a la habitación de la Fundación Favaloro donde está internado junto a su madre, Graciela Capo. El lunes, en una operación de muchísimo riesgo para la vida de ambos, le donó a Graciela el sesenta por ciento de su hígado y se convirtió, dentro de las numerosas estadísticas médicas, en el primer donante adulto que superó con éxito en la Argentina esa cirugía.

Hoy los dos mejoran y si bien él, que ya puede caminar por la habitación y moverse con más soltura, recuperará en aproximadamente 2 meses -gracias a que es el único órgano que se regenera-, el estado y volumen normal de su hígado previo a la operación, jamás podrá olvidar esta experiencia que sobrellevó, según la palabra de los cirujanos, «con muchísima valentía».

Graciela Capo, la mamá, descubrió a los 39 años que sufría una cirrosis biliar primaria que requería un transplante de hígado. Al principio siguió trabajando y controlándose periódicamente, hasta que llegó un momento en que tuvo que dejar todas sus actividades porque su enfermedad le impedía hacer una vida normal.

Su suegra, que hoy tiene 75 años, fue entonces la que empezó a ocuparse de atender a los seis hijos de Graciela. «Y ella es ahora la que está allá con los chicos, ansiosos porque volvamos», dice la protagonista de esta historia.

Hoy, a los 43 años, su mayor ilusión es «volver a trabajar y ser una mamá normal, sobre todo porque mi familia sufrió muchísimo de verme tan mal y eso ahora va a cambiar».

Graciela es empleada de la provincia de Neuquén y a pesar de que hace tres años está con una licencia especial, se atendió siempre gratuitamente, por el Instituto de Seguridad Social de Neuquén. «La verdad es que estoy muy agradecida con todos – dice Graciela, tratando de no olvidar a nadie -, la doctora Ríos, de Neuquén, que me hacía los controles, el equipo de la Fundación Favaloro, y mi familia».

En estos cuatro años de enfermedad Graciela había bajado 30 kilos y vivía en un estado permanente de desgano, además de los otros muchos síntomas de la cirrosis biliar. Ahora, gracias al transplante su vida volverá a ser la de antes.

Sin embargo el paso no fue fácil de dar. Ella estaba en lista de espera desde hacía 19 meses. Uno de los cirujanos que la operó, el doctor Gustavo Podestá, no desaprovecha la oportunidad para tratar de concientizar a quien se acerque en la necesidad que hay, cada vez mayor, de donaciones de órganos.

La realidad de Graciela se encuadraba en esta otra, que es la falta de donantes y por lo tanto, de órganos para recibir el transplante que necesitaba.

Entonces surgió la idea de probar con un familiar vivo. La primera en hacerse los estudios fue la hermana de Graciela, pero fue rechazada por una malformación congénita en su hígado.

Entonces Matías insistió con su decisión de ser él, el hijo mayor de la familia, quien le done a su madre el órgano que necesitaba.

Ahora Matías se ríe cuando recuerda que era su madre la que no quería esta intervención. Pero los estudios salieron bien, y la operación, de acuerdo a la evaluación de Podestá, fue inmejorable.

Matías es mecánico de una concesionaria Ford de la ciudad de Neuquén. Viven en el barrio Cumelén, en la calle Juan B. Justo al 1900, «como cualquier familia normal, de clase media», dice él. «Lo que pasa es que en este último tiempo venía medio descompaginada por el transplante y la enfermedad de mamá».

Sus cinco hermanos tienen edades que van de los cuatro a los 19 años, la que le sigue a Matías en edad trabaja, los demás van a la escuela. Por eso Matías y Graciela están acompañados por su marido, Luis, y su hermana.

Los dos están cansados. Han hablado con mucha gente y los médicos empiezan a aconsejar un poco de descanso. Matías, antes de despedirse reconoce: «sí, un poco de miedo tuve, pero me brindaron mucha confianza los médicos. Mi mayor preocupación era mi vieja». Y Graciela responde, reflexionando: «Yo le dí un pedacito de vida, y él me dio a mí un pedacito bastante ¿no?».  

Nuevas chances para los que esperan

Esta es la primera vez que una operación de este tipo se hace de un donante adulto vivo a otra persona adulta, ya que hasta hace unos meses esa alternativa no era posible en la Argentina.

Los trasplantes con órganos de donantes vivos se realizaban, por lo general, de un donante adulto a un niño, ya que la porción del hígado que se extrae es sensiblemente menor: es casi frecuente que un padre o una madre se sometan a la operación para salvar la vida de un hijo o hija.

«En este caso, hay que sacar una porción más grande, lo suficiente para que el órgano pueda cumplir las funciones que requiere el cuerpo de un adulto», explicó a DyN el cirujano Gustavo Podestá, director de la unidad de Hepatología y Cirugía Hepática de la Fundación Favaloro.

Podestá, quien estuvo al frente del equipo de siete cirujanos que realizó las dos cirugías -al donante y al receptor-, aseguró que el éxito de esta operación «abre una fuente de órganos que hasta ahora no se podía ni pensar, un nuevo panorama para los pacientes que están en lista de espera», ya que no estarán sujetos a la angustia de esperar donaciones provenientes de personas fallecidas.

El cirujano, con más de 700 trasplantes realizados en Estados Unidos y Argentina, explicó que hasta junio de 99 la posibilidad de trasplantes de donante vivo a un adulto no existía en el país.

Japón es el país más avanzado en esta técnica, ya que por cuestiones religiosas los japoneses no aceptan órganos extraídos de un muerto. En Estados Unidos se aplica hace dos años. (DyN)


Buenos Aires (ABA).-Matías, de apenas 22 años, ve sorprendido la cantidad de cámaras y grabadores que entran de a uno, a la habitación de la Fundación Favaloro donde está internado junto a su madre, Graciela Capo. El lunes, en una operación de muchísimo riesgo para la vida de ambos, le donó a Graciela el sesenta por ciento de su hígado y se convirtió, dentro de las numerosas estadísticas médicas, en el primer donante adulto que superó con éxito en la Argentina esa cirugía.

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