Dos destacados intelectuales argentinos analizan los problemas y conflictos que atraviesan los sistemas democráticos de Latinoamérica
"Crisis de gobernabilidad, no de la democracia": El analista político y ex embajador ante la UNESCO, Carlos Floria, afirma que si bien la democracia no corre peligro en nuestro continente porque sigue siendo el sistema político "que mejor protege la dignidad humana", la indiferencia frente a la desigualdad "puede poner en riesgo la gobernabilidad" en América. Una materia pendiente en la región, afirma, es alcanzar una dimensión sistémica que asocie a la democracia con el componente económico y social.
BUENOS AIRES (ABA).- Frente al discurso hegemónico de los economistas, el analista político Carlos Floria (foto) advirtió que si bien la democracia no corre peligro en nuestro continente, «la indiferencia frente a la desigualdad social, puede poner en riesgo la gobernabilidad».
El ex embajador ante la UNESCO observó -citando a un prestigioso pensador- que en nuestro país y gran parte de Sudamérica, existe un «capitalismo infantil», con un sistema político y una justicia ineficientes.
En este sentido, asegura que no hay acuerdo entre los intelectuales sobre lo que es democracia. Sostiene que en la región aún existe el debate entre una posición «maximalista» que exige la existencia de desarrollo económico, justicia independiente y una clase política eficaz, para definir a la democracia. Otra posición » minimalista» se conforma con la división de poderes
– ¿Está en crisis la democracia latinoamericana?
– El cuestionamiento al principio de legitimidad democrática es muy débil en Latinoamérica. La democracia es vista por la gran mayoría de la gente como el sistema que mejor protege la dignidad humana (a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en muchos países asiáticos o africanos). Lo que sí existe, es una crisis de gobernabilidad.
– ¿En que consiste la diferencia?
– La democracia tiene un asecho muy fuerte en la desigualdad social, y se generan demandas cada vez más complejas que requieren de una cierta equidad.
– En los «90, casi todos los gobiernos latinoamericanos aplicaron las recetas del consenso de Washington (apertura de los mercados, desregulación). ¿Cómo juzga el resultado de esas políticas?
– Actuaron condicionados por el modelo económico liberal. En una encíclica brillante, Juan Pablo II sostenía que no corresponde abrir un juicio de valor sobre el capitalismo sin una comprensión del subsistema que lo rodea. Y decía que cabe preguntarse si el capitalismo se desarrolla en una dictadura o en democracia, en un sistema judicial que funciona o no, con partido único o donde existe competencia electoral. Una materia pendiente en la región, es alcanzar una dimensión sistémica que asocie a la democracia con el componente económico y social.
– ¿El capitalismo sigue teniendo consenso en nuestros países?
– En Argentina el capitalismo tiene consenso, aunque la palabra no provoque entusiasmo. De todos modos, parte de su descrédito es causa del mensaje de los macroeconomistas que carecen de una visión integral. En palabras del sacerdote Rafael Braun, Argentina tiene un «capitalismo infantil», precario, sin un sistema político y un poder judicial fuertes, algo que ocurre en muchos lugares de Sudamérica.
– Hay quienes dicen que no hubo verdadero liberalismo, sino transferencia de monopolios públicos a empresas privadas. ¿Lo comparte ?
– Hay una parte de verdad en eso, pero es un planteo muy simplista porque si bien un Estado máximo es totalitario, un Estado mínimo puede ser injusto e inequitativo.
– ¿Del Estado burocrático se pasó a una sociedad sin Estado?
– Sí. Un Estado moderno tiene que ser modesto, pero no ineficaz. Si bien la figura del Estado nacional está en crisis, sigue teniendo un rol muy importante que cumplir como el fortalecimiento de políticas públicas. En nuestro caso, la reforma del Estado es una discusión que no se ha terminado, se interrumpió cuando el ex presidente Carlos Menem fue en busca de una segunda reelección, proyecto megalómano en el que se perdieron cuatro años
– ¿En la globalización hay margen para que los Estados desarrollen políticas nacionales?
– La autonomía está muy limitada, pero hay un rol muy importante para atenuar las consecuencias no queridas de la globalización. En ello, es esencial la regionalización, como es el caso del Mercosur.
Efecto «contagio»
– En Argentina hay cortes de ruta, en Brasil crece el movimiento de los «sin tierra» y en Bolivia las protestas sociales derivaron en una declaración de estado de sitio. ¿Son problemas comunes generados por quienes se sienten marginados del sistema?
– Hay un efecto contagio de fenómenos que no se pueden desconectar. Es una demostración de desorden social, que como la fiebre de una enfermedad más profunda espera el remedio de la presencia del Estado nacional.
– ¿Tienen los políticos de la región- de América Latina- metas claras para el futuro?
– No, ni tampoco los intelectuales que están muy atados a la coyuntura. Estamos inmersos en la globalización, un período de perplejidad similar a cuando aparecieron los imperios en Grecia.
Claudio Rabinovitch
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