Drama en Chile
Con unanimidad insólita, casi todos los diarios del mundo calificaron de “milagro en Chile” el que, luego de estar atrapados por más de dos semanas a casi 700 metros bajo tierra, 33 mineros se hayan encontrado no sólo vivos, lo que sorprendió a los muchos que los daban por muertos, sino también de buen ánimo, lo que fue más sorprendente todavía. Como rezó el mensaje que lograron enviar a través de una sonda, “estamos bien en el refugio los 33”. Lejos de estar presas del pánico, los mineros entendían que tarde o temprano se restauraría el contacto con el mundo exterior y esperaron disciplinadamente hasta que, 18 días después del derrumbe, pudieron comunicarse con los rescatistas. Para ellos fue mucho tiempo, pero sólo se ha tratado del comienzo de un drama que según los especialistas podría prolongarse durante meses, incluso un año, ya que será muy difícil, y peligroso, cavar un túnel que sea lo bastante ancho como para permitirles a los mineros salir del refugio. Mientras tanto, será necesario asegurarles alimentos suficientes y algunos recursos médicos. Y, si bien parecería que los mineros atrapados podrían enseñarles a muchos psicólogos especializados cómo sobrevivir con entereza en condiciones extremas, es lógico que el gobierno de Chile, preocupado por la salud mental de quienes tendrán que acostumbrarse a vivir en un lugar parecido a una cárcel rudimentaria, se haya puesto en contacto con la NASA, la agencia espacial estadounidense. Como señaló el Ministerio de Salud chileno, las condiciones en que se encuentran los mineros se asemejan mucho a las de los astronautas y los tripulantes de submarinos, con la diferencia de que éstos están entrenados para enfrentarlas. Al difundirse la noticia de que los mineros están con vida, muchos chilenos salieron a la calle para festejarlo como si fuera cuestión de un triunfo deportivo, con bocinazos y gritos eufóricos. Tenían pleno derecho a hacerlo, y con toda seguridad sabían que se trataba de algo mucho mejor. Podría decirse que el mundo del deporte es virtual, uno cuya importancia indiscutible tiene que ver con el entretenimiento, pero el de los mineros es real. Que a pesar de todo los 33 hayan sobrevivido a un desastre y que tantas otras personas se hayan movilizado con el propósito de hacer lo posible para que el drama no resulte ser una tragedia es motivo para alegrarse. Pero no sólo los chilenos, encabezados por el presidente Sebastián Piñera, han celebrado la noticia de que los mineros atrapados sigan con vida. En un mundo que se ha acostumbrado a catástrofes de todo tipo que sirven para recordarnos lo precaria que es la vida, saber que en una situación tan adversa un grupo de hombres se ha negado a darse por vencido ayuda a restaurar la fe en el espíritu humano. Asimismo, el ejemplo brindado por los 33 plantea a los demás un desafío formidable, puesto que las tareas de rescate exigirán un esfuerzo mancomunado tremendo. Además de transportar máquinas de grandes dimensiones a la mina San José de Copiapó, que está ubicada en el desierto de Atacama, a más de 800 kilómetros al norte de Santiago de Chile, desde otros yacimientos chilenos y también desde Estados Unidos y Australia, los rescatistas tendrán que operar con el máximo cuidado ya que cualquier derrumbe podría resultar mortal. Con todo, a esta altura el drama protagonizado por los 33 ha adquirido un valor simbólico tan enorme que puede darse por descontado que no se escatimarán esfuerzos o costos. Como suele suceder en situaciones como ésta, se ha denunciado que el sistema de seguridad de la mina era deficiente y el presidente Piñera ha insistido en que si hay culpables de negligencia recibirán el castigo correspondiente. Es posible, hasta probable, que la empresa responsable de la mina haya cometido algunos errores, pero aun cuando no lo haya hecho es forzoso reconocer que por su naturaleza la actividad minera es peligrosa y no hay forma de impedir que con cierta frecuencia se produzcan accidentes. De todos modos, gracias a los avances tecnológicos de los últimos años, en los países desarrollados, categoría en que Chile está entrando, los riesgos planteados por las excavaciones profundas propenden a reducirse, mientras que aumentan las posibilidades de comunicarse con los atrapados en lugares que hasta hace poco hubieran permanecido inaccesibles.
Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 860.988 Director: Julio Rajneri Co-directora: Nélida Rajneri de Gamba Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Miércoles 25 de agosto de 2010
Con unanimidad insólita, casi todos los diarios del mundo calificaron de “milagro en Chile” el que, luego de estar atrapados por más de dos semanas a casi 700 metros bajo tierra, 33 mineros se hayan encontrado no sólo vivos, lo que sorprendió a los muchos que los daban por muertos, sino también de buen ánimo, lo que fue más sorprendente todavía. Como rezó el mensaje que lograron enviar a través de una sonda, “estamos bien en el refugio los 33”. Lejos de estar presas del pánico, los mineros entendían que tarde o temprano se restauraría el contacto con el mundo exterior y esperaron disciplinadamente hasta que, 18 días después del derrumbe, pudieron comunicarse con los rescatistas. Para ellos fue mucho tiempo, pero sólo se ha tratado del comienzo de un drama que según los especialistas podría prolongarse durante meses, incluso un año, ya que será muy difícil, y peligroso, cavar un túnel que sea lo bastante ancho como para permitirles a los mineros salir del refugio. Mientras tanto, será necesario asegurarles alimentos suficientes y algunos recursos médicos. Y, si bien parecería que los mineros atrapados podrían enseñarles a muchos psicólogos especializados cómo sobrevivir con entereza en condiciones extremas, es lógico que el gobierno de Chile, preocupado por la salud mental de quienes tendrán que acostumbrarse a vivir en un lugar parecido a una cárcel rudimentaria, se haya puesto en contacto con la NASA, la agencia espacial estadounidense. Como señaló el Ministerio de Salud chileno, las condiciones en que se encuentran los mineros se asemejan mucho a las de los astronautas y los tripulantes de submarinos, con la diferencia de que éstos están entrenados para enfrentarlas. Al difundirse la noticia de que los mineros están con vida, muchos chilenos salieron a la calle para festejarlo como si fuera cuestión de un triunfo deportivo, con bocinazos y gritos eufóricos. Tenían pleno derecho a hacerlo, y con toda seguridad sabían que se trataba de algo mucho mejor. Podría decirse que el mundo del deporte es virtual, uno cuya importancia indiscutible tiene que ver con el entretenimiento, pero el de los mineros es real. Que a pesar de todo los 33 hayan sobrevivido a un desastre y que tantas otras personas se hayan movilizado con el propósito de hacer lo posible para que el drama no resulte ser una tragedia es motivo para alegrarse. Pero no sólo los chilenos, encabezados por el presidente Sebastián Piñera, han celebrado la noticia de que los mineros atrapados sigan con vida. En un mundo que se ha acostumbrado a catástrofes de todo tipo que sirven para recordarnos lo precaria que es la vida, saber que en una situación tan adversa un grupo de hombres se ha negado a darse por vencido ayuda a restaurar la fe en el espíritu humano. Asimismo, el ejemplo brindado por los 33 plantea a los demás un desafío formidable, puesto que las tareas de rescate exigirán un esfuerzo mancomunado tremendo. Además de transportar máquinas de grandes dimensiones a la mina San José de Copiapó, que está ubicada en el desierto de Atacama, a más de 800 kilómetros al norte de Santiago de Chile, desde otros yacimientos chilenos y también desde Estados Unidos y Australia, los rescatistas tendrán que operar con el máximo cuidado ya que cualquier derrumbe podría resultar mortal. Con todo, a esta altura el drama protagonizado por los 33 ha adquirido un valor simbólico tan enorme que puede darse por descontado que no se escatimarán esfuerzos o costos. Como suele suceder en situaciones como ésta, se ha denunciado que el sistema de seguridad de la mina era deficiente y el presidente Piñera ha insistido en que si hay culpables de negligencia recibirán el castigo correspondiente. Es posible, hasta probable, que la empresa responsable de la mina haya cometido algunos errores, pero aun cuando no lo haya hecho es forzoso reconocer que por su naturaleza la actividad minera es peligrosa y no hay forma de impedir que con cierta frecuencia se produzcan accidentes. De todos modos, gracias a los avances tecnológicos de los últimos años, en los países desarrollados, categoría en que Chile está entrando, los riesgos planteados por las excavaciones profundas propenden a reducirse, mientras que aumentan las posibilidades de comunicarse con los atrapados en lugares que hasta hace poco hubieran permanecido inaccesibles.
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