Dúo siniestro

Lo único que impediría que la dupla Ruckauf-Moyano siga contribuyendo a empeorar el país sería la evidencia de que la gente entiende lo que buscan.

De todos los cargos existentes en la actualidad, el de presidente de la República Argentina debería de ser uno de los más ingratos. Luego de celebrarse una luna de miel que sería con toda seguridad cruelmente breve, el próximo que lo desempeñe se verá acusado de ser el responsable máximo de todas las lacras acumuladas desde antes de la Independencia. Si es un dirigente piadoso, tendrá que acostumbrarse muy pronto a los ataques virulentos de clérigos que lo calificarán de anticristiano por haberse entregado al «neoliberalismo». Para colmo, todos los esfuerzos de su gobierno por hacer frente al atraso que vive el país serán resistidos con ferocidad por una multitud de lobbies sectoriales que brindan la impresión de creer que la mejor forma de avanzar consiste en retroceder a un pasado ya casi mítico.

Con todo, a pesar de que para Fernando de la Rúa la Casa Rosada ha resultado ser una suerte de cámara de torturas, no faltan candidatos que estén dispuestos a ir a cualquier extremo con la esperanza de reemplazarlo. El más destacado de éstos es el gobernador bonaerense Carlos Ruckauf, personaje que después de varios meses de fingir ser el mejor amigo de De la Rúa se ha convertido en su enemigo mortal. Ultimamente, Ruckauf se ha abocado a la tarea de destruir por completo lo que aún queda del prestigio del presidente, tratándolo con desprecio cada vez más manifiesto, preguntándose si «este hombre está totalmente loco» y mucho más por el estilo. Lo que Ruckauf quiere, claro está, es obligar al gobierno a convocar a elecciones presidenciales adelantadas por temor a que su propia imagen se desinfle drásticamente en los próximos meses, lo cual bien podría ocurrir si los conflictos sociales bonaerenses salieran de madre. Mientras esto no suceda, Ruckauf confía en seguir siendo uno de los políticos más populares del país por motivos que acaso tengan que ver con su voluntad de «meter bala» a los sospechosos, pero entiende que en un país tal veleidoso como el nuestro sus índices de aprobación podrían bajar en cualquier momento.

Ruckauf cuenta con un aliado que es aún más desbocado que él mismo: el capo sindical Hugo Moyano, un individuo que, además de organizar paros, suele decir con crudeza lo que su socio preferiría expresar con lo que conforme a sus pautas es cierta elegancia. Se trata de la versión más reciente de la tradicional alianza peronista del cacique de turno del «ala política» con los muchachos de la «rama sindical», que a través de los años ha resultado ser sumamente eficaz. En la actualidad, la tarea de Moyano y sus colaboradores consiste en declarar huelgas y mítines callejeros con el objetivo de hacer pensar que el gobierno, además de ser incapaz de manejar la economía, ni siquiera está en condiciones de garantizar la paz social, de este modo despejando el camino para Ruckauf que, por su parte, premiará al camionero llenando las listas partidarias de candidatos vinculados con los sindicatos.

Por estar el país al borde de la bancarrota, la estrategia elegida por el gobernador de la provincia más poderosa con el jefe sindical más combativo difícilmente podría ser más negativa. Es de su interés que la crisis económica se agrave, que sus compañeros piqueteros siembren el caos y que el conurbano bonaerense se transforme en un aquelarre y, lo que es peor, cuentan con los medios que les permitirían desencadenar una emergencia. Puesto que el gobierno es débil y confuso, no le será nada fácil frustrarlos. En verdad, tal como están las cosas lo único que podría impedir que la dupla conformada por Ruckauf y Moyano siga contribuyendo a empeorar el estado del país, sería la evidencia de que la ciudadanía entiende muy bien lo que están buscando y que no está dispuesta a respaldar en las urnas la «alternativa» que representan. Puede que andando el tiempo las encuestas de opinión comiencen a registrar la caída de las acciones de Ruckauf -por lo menos, es lo que el gobernador teme, de ahí la intensificación de su campaña en pro de adelantar los comicios presidenciales-, pero todavía no se han producido señales de que la mayoría esté por repudiar una estrategia netamente destructiva ideada por individuos que no vacilarían un solo instante en desatar un colapso económico si creyeran que la miseria ajena les permitiría alcanzar sus propias metas personales.


De todos los cargos existentes en la actualidad, el de presidente de la República Argentina debería de ser uno de los más ingratos. Luego de celebrarse una luna de miel que sería con toda seguridad cruelmente breve, el próximo que lo desempeñe se verá acusado de ser el responsable máximo de todas las lacras acumuladas desde antes de la Independencia. Si es un dirigente piadoso, tendrá que acostumbrarse muy pronto a los ataques virulentos de clérigos que lo calificarán de anticristiano por haberse entregado al "neoliberalismo". Para colmo, todos los esfuerzos de su gobierno por hacer frente al atraso que vive el país serán resistidos con ferocidad por una multitud de lobbies sectoriales que brindan la impresión de creer que la mejor forma de avanzar consiste en retroceder a un pasado ya casi mítico.

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