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Caos de precios en Cipolletti: se puede ahorrar miles de pesos haciendo unas pocas cuadras

Recorrer es la clave para reducir los gastos por compras de artículos de la canasta básica. En supermercados céntricos ubicados a pocos metros de distancia entre sí, idénticos productos de la misma marca registran absurdas diferencias de precios.

Los argentinos padecemos desde hace años un régimen de alta inflación. Lejos de morigerarse, los incrementos de precios son cada vez más pronunciados, de la mano de contingencias y desmanejos en la política económica.

Los efectos que tal flagelo tiene en la vida diaria de las personas son múltiples y generalizados. Además del deterioro del poder adquisitivo y calidad de vida de las familias, de la imposibilidad de ahorrar en pesos y de la incertidumbre, hay una consecuencia típica de este fenómeno macroeconómico. A raíz de los permanentes y dispares incrementos de precios, se da algo que en economía se llama distorsión de precios relativos.

Bajando el concepto al llano, lo que sucede es que los argentinos perdemos referencias de precios. Por ejemplo, en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) el precio de un boleto de tren puede puede ser un cuarto del precio de un Bon o Bom, y el de colectivo menos de la mitad. Para ilustrar el problema, podríamos decir que quien “le pase” la SUBE a alguien que la olvidó o la tiene sin saldo, podría recibir a cambio del boleto un cuarto de un Bon o Bom, y quedar a mano bajo este sistema de precios. Insólito.

Idénticos artículos pueden comprarse a precios muy diferentes a pocas cuadras de distancia.

Pero la dispersión de los aumentos de precios no es un problema que se circunscribe al AMBA, sino que golpea a todas las provincias, departamentos y localidades del país. Pero, además, las distorsiones no se dan solo entre productos diferentes: idénticos artículos pueden comprarse a precios muy diferentes a pocas cuadras de distancia. Tal hecho se torna más relevante cuando se verifica en bienes considerados esenciales.

Diario RÍO NEGRO llevó adelante un relevamiento de precios de 16 productos seleccionados de la canasta básica, en cinco comercios representativos de la ciudad de Cipolletti. Cuatro de ellos se ubican en un perímetro de solo 5 cuadras por 5 cuadras.


La otra brecha


“Recorrer” solía ser una consigna adecuada cuando el consumidor debía elegir entre productos diferenciados, en busca de la mejor relación entre precio y calidad. Con el correr del tiempo (y de los precios), tal consejo dejó de ser privativo de ese tipo de compras.

En Cipolletti, supermercados cercanos ofrecen productos idénticos a precios absurdamente distintos. Es decir, una persona que evite hacer unas pocas cuadras en busca de mejores precios, puede perder miles de pesos en una sola compra.

Hay artículos cuyas diferencias de precios carecen de sensatez. Entre aquellos que fueron relevados, la mayor brecha se observó en la botella de litro y medio de agua mineral Nestlé: en un supermercado chino se vendía cuatro veces más cara que en un supermercado de una cadena nacional.

Otros casos llamativos son los del azúcar y los fideos secos. Caminando unas cuadras es posible ahorrar más de un 40% en la compra de un paquete de 1 kg de azúcar de marca “Ledesma” o en uno de 500 grs de tallarines marca “Knorr”. Lo propio sucede con la botella de 400 ml de shampoo marca “Pantene”.

Recorriendo también pueden obtenerse ahorros mayores al 30% en la compra de un paquete de 315 grs de pan “Lactal”, de una botella de 750 grs (500 ml) de limpiador cremoso marca “Cif” o de un paquete de 1 kg de arroz largo fino marca “Amanda”.

Las diferencias de precios se reflejan también en las fiambrerías, carnicerías y verdulerías de estos supermercados. El caso más elocuente es el de la papa: a solo tres cuadras de distancia, el kilo se vende con una diferencia de $300.

Adquiriendo solo una unidad de cada artículo enlistado en las tablas adjuntas, y eligiendo los comercios donde los ofrecen a menor precio, un comprador puede ahorrar miles de pesos por compra.


Sustitución


Una alternativa a la “recorrida” que los consumidores emplean como estrategia de ahorro es la sustitución, ya sea entre productos o entre marcas.

Hay artículos que no son fácilmente sustituibles. Entre los relevados, ejemplos claros son la yerba mate, la leche y los huevos. Sin embargo, hay otros que sí tienen reemplazos directos. El caso más típico en nuestro país es la sustitución de la carne de vaca por la de cerdo o pollo, o viceversa.

Entre los artículos relevados, hay compradores que, en lugar de pagar una botella de 900 ml de aceite de girasol un 40% más cara que en otro punto de venta del barrio, deciden sustituirlo con un aceite mezcla o de soja en el mismo comercio.

Dato

$500
Es la diferencia de precios del kilo de azúcar “Ledesma” entre dos supermercados cercanos de Cipolletti.

La sustitución por marcas es otra de las herramientas de los compradores ante tan elevada inflación y tamaña dispersión de precios. Algunos de estos reemplazos se hacen en detrimento de la calidad de lo consumido.

En ocasiones, comprar productos adheridos al programa “Precios Justos” es una manera de sustituir marcas sin prescindir de calidad. En el relevamiento realizado se constató que los precios de esos artículos son los acordados y que efectivamente son inferiores al promedio. Sin embargo, se verificaron faltantes en los comercios: los espacios de las góndolas destinados a tales productos estaban vacíos en algunos casos, impidiendo a varias familias el acceso a una política pensada para aliviar los bolsillos.

Por último, las ofertas disponibles en los comercios consultados y las promociones bancarias son otras de las oportunidades que los consumidores aprovechan para paliar el impacto de la catástrofe inflacionaria que nos aqueja.


LA VOZ DEL EXPERTO


Lo más escaso que existe no es el dólar sino el tiempo


Por Diego Penizzotto.

“A río revuelto, ganancia de pescadores”. El viejo refrán describe a la perfección el momento que atraviesa la matriz de precios minoristas, donde el factor común es la confusión. Y en medio de la confusión, también existen ganadores y perdedores.

No hay ecuación de costos, logística o estrategia de retail, que logre explicar una dispersión de precios de entre el 40% y el 70%, para igual producto, de igual marca, en una misma ciudad, un mismo barrio, y a pocos metros de distancia.

Brecha: idéntico producto, a pocas cuadras de distancia, se paga hasta un 52% más caro.

Desde hace varios años, la relación de precios relativos sufre un progresivo deterioro, el cual se ha profundizado hasta el extremo del ridículo. Un kilo de queso para la picada puede costar lo mismo que una remera, o un par de zapatillas lo mismo que tres kilos de asado.

Pero en un escenario de extrema incertidumbre como el que se vive en vísperas de las elecciones presidenciales, en medio de infinitas restricciones comerciales y cambiarias, y luego de una desprolija devaluación del tipo de cambio oficial, ni siquiera los precios relativos alcanzan como referencia. El contraste ya no es en relación a otros productos, sino al mismo producto en distintos puntos de venta.

La única forma de intentar escapar al yugo inflacionario es caminar, recorrer, consultar, averiguar.

La inflación es la medida de la velocidad a la que crecen los precios en un periodo o lapso. Pero ese indicador no toma en cuenta ni logra reflejar el desorden en la velocidad a la que crece el precio de cada producto. Mucho menos si un mismo producto marcha a velocidades distintas.

La única forma de intentar escapar al yugo inflacionario es caminar, recorrer, consultar, averiguar. La coyuntura indica por lo tanto que lo más escaso que existe hoy en Argentina no es el dólar, sino el tiempo.


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