La economía, un tema secundario en estas elecciones

La economía no tiene en la voluntad popular ni en las campañas políticas el mismo protagonismo que en la agenda pública. Los resultados y las propuestas así lo demuestran. ¿Qué está pasando en Argentina?

Dos afirmaciones que, hasta hace pocos días, se asumían como ciertas (y hasta indiscutibles) en Argentina, hoy se podrían poner en tela de juicio. Una es de carácter general, y es que “la gente vota con el bolsillo”. La otra, referida específicamente a la actual coyuntura nacional, afirma que “la clave de estas elecciones está en la economía”.

Estas aseveraciones señalan que existe entre el sufragio popular y la situación económica del país una relación indisoluble, y que la misma se habría consolidado en los comicios de este año a raíz de la cronicidad y agravamiento de los problemas. Sin embargo, el escrutinio y las campañas electorales no parecen corroborar esto.

Por un lado, los resultados de las elecciones generales no muestran de modo concluyente un descontento social a raíz de la crisis. Por el otro, la oferta electoral resultante de cara al balotaje lejos está de brindar certezas sobre los lineamientos económicos que guiarían un eventual futuro gobierno.

Campaña mata gestión


Los pronósticos de las encuestadoras para la primera vuelta electoral resultaban llamativos para muchos. Ubicaban a Sergio Massa, el hombre que personifica la actual crisis económica de Argentina, como el segundo candidato más votado e ingresando al balotaje. Pero aún más asombro provocó el resultado del recuento de votos: el ministro de Economía fue el aspirante a la presidencia más elegido, y con una diferencia considerable respecto del segundo (aunque insuficiente para evitar el balotaje).

La sorpresa no es casual, sino causal. Para entenderla, basta con analizar los resultados de la gestión de Massa al mando de la cartera económica, en base a datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).

Elecciones. El resultado no es la única incógnita, sino también qué se vota.

La inflación mensual promedio desde que asumió como ministro de Economía fue del 7,4%, más del doble que la media registrada durante la gestión de su antecesor, Martín Guzmán. En consonancia con ello, el índice de pobreza pasó del 36,5% en el primer semestre de 2022 a un 40,1% en igual período de este año, mientras que la tasa de indigencia aumentó del 8,8% al 9,3%. Hay cada vez más trabajadores pobres, por el deterioro de los salarios reales.

En el mercado cambiario, hubo un endurecimiento del cepo y el peso perdió tres cuartas partes de su valor en dólares en el mercado informal y dos terceras partes en el mercado legal. Paralelamente, hay menos dólares: las reservas internacionales del Banco Central profundizaron su caída y, tras el pago del último vencimiento al Fondo Monetario Internacional (FMI), se ubicaron en su nivel más bajo desde 2006. Los efectos de una sequía devastadora se combinaron con un régimen de crawling peg que, salvo excepciones, corrió siempre por detrás de la inflación.

Dato

7,4%
Fue la inflación mensual promedio de la Argentina en los primeros 15 meses de la gestión de Sergio Massa.

En los primeros 13 meses de Massa como ministro, la actividad económica acumuló una contracción del 0,35% o del 0,75%, según se considere la serie original o la desestacionalizada. 

Entre las elecciones PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) y las generales, hubo un empeoramiento de la situación económica general. En ese lapso, Massa aplicó un salto devaluatorio del tipo de cambio oficial del 22% y el dólar blue pasó del terreno de los $600 al terreno de los $1.000. Así, la inflación mensual escaló al peldaño de los 2 dígitos, con lo que se estima un nuevo aumento de las tasas de pobreza y la indigencia. 

Pese a ello, el oficialismo encarnó una remontada electoral histórica, mejorando en cerca de 3 millones de votos y casi 9 puntos porcentuales su performance entre las primarias y la primera vuelta. Esto nos lleva a formular como pregunta algo que hasta no hace mucho se afirmaba: ¿la gente vota con el bolsillo?

«El miedo supera a la bronca»


En diálogo con Diario RÍO NEGRO, el politólogo Ignacio Labaqui hizo un análisis de los resultados electorales y esta aparente contradicción. “Desde 1978, cuando comenzó en América Latina la Tercera Ola de Democratización, no hay un caso de un oficialismo que haya retenido el poder con estos niveles de inflación anual y con la inflación mensual acelerándose en los meses previos a la elección presidencial”, comenzó señalando.

Entre las causas de la remontada electoral de Massa, Labaqui mencionó su buena campaña. “Massa logró que se discutieran las propuestas de Milei y no los resultados de su gestión” consideró, y agregó que “ello le permitió utilizar el miedo como recurso”. Asimismo, opinó que “la volatilidad cambiaria generada por las perspectivas de un triunfo de Milei probablemente reforzó ese miedo”.

Elecciones 2023. El politólogo Ignacio Labaqui analizó la aparente disociación entre los resultados y campañas electorales de la crisis económica.

Labaqui ponderó tal estrategia del oficialismo. “Si el voto de Milei representaba bronca, Massa hizo bien en poner al miedo en el centro de la escena, porque el miedo supera a la bronca”, afirmó, y luego explicó que “el miedo hace que la gente se vuelva conservadora, el temor a perder es un factor muy fuerte en las decisiones de las personas”.

A la par del empeoramiento de los indicadores económicos y sociales tras las PASO, Massa puso en marcha un paquete de medidas paliativas y electoralistas. La ilusión monetaria y esta inyección de liquidez (en una economía ya descalabrada) son factores que podrían conciliar parcialmente el resultado electoral con la economía. “Los gobiernos corren con ventaja siempre porque pueden disponer de amplios recursos, y el llamado ‘plan platita’ es un ejemplo de ello”, marcó Labaqui.

“El miedo hace que la gente se vuelva conservadora, el temor a perder es un factor muy fuerte en las decisiones de las personas”.

Ignacio Labaqui, politólogo.

El miedo no solo le ha permitido a Massa mejorar su resultado electoral, sino también sostenerse al frente del Ministerio de Economía. Su gestión se consolidó sobre la idea contrafáctica de que la situación empeoraría sin Massa como ministro, y no sobre los resultados concretos (como hemos descrito).

(No) es la economía, estúpido


En el plano de las propuestas, encontramos otra muestra de que la economía no es protagonista en estas elecciones. Es insólito y lamentable, pero hoy los argentinos no podemos conocer con exactitud qué hará en materia económica nuestro futuro presidente.

Las plataformas electorales de Unión por la Patria (UxP) y de La Libertad Avanza (LLA) son, a esta altura, anecdóticas. Los discursos tanto de Massa como de Milei han quedado encerrados en contradicciones e inconsistencias.

En el caso de Massa, hay una disociación permanente entre lo que hace y lo que dice que va a hacer. Es la consecuencia natural de la incompatibilidad entre ser candidato y ser ministro. ¿Su eventual presidencia representa realmente una continuidad, como se suele decir? A juzgar por lo que plantea el mismo Massa, debemos decir que eso no es evidente.

El oficialismo encarnó una remontada electoral histórica, mejorando en casi 9 puntos su performance entre las primarias y la primera vuelta.

Promete que el superávit fiscal será una de sus banderas en caso de llegar al sillón de Rivadavia. Entre enero y septiembre de 2023, sin embargo, el déficit fiscal primario acumulado llegó al 1,5% del PBI, según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Esto representa un deterioro del resultado, ya que en igual período del 2022 ese porcentaje era de 1,3% del PBI. Aunque es innegable el impacto de la sequía en las cuentas públicas, principalmente en la recaudación por derechos de exportación, también hay que advertir que estos datos no reflejan acabadamente el impacto de las recientes medidas de alivio fiscal.

Massa promete superávit comercial, mientras las cuentas externas están en rojo. Promete más exportaciones, en la misma semana que amenazó a las empresas petroleras con impedirles los envíos de hidrocarburos al exterior. Promete una mejora de ingresos de los trabajadores, cuando los salarios se deterioran en dólares y en términos de poder de compra.

Es insólito y lamentable que hoy los argentinos no podamos conocer con exactitud qué hará en materia económica nuestro futuro presidente.

Dice que la competitividad cambiaria será la base para aumentar exportaciones. ¿Pero acaso se puede seguir con tipos de cambio diferenciales? ¿O va, en cambio, a una unificación con devaluación incluida?

Dice que mantendrá los subsidios, y monta sobre ello uno de los pilares de su “campaña del miedo”. ¿Pero es posible converger a un orden fiscal sin corregir esas partidas presupuestarias?

Quizás el único punto que concilia lo discursivo con lo fáctico es su promesa de ser “el presidente del trabajo”. Los indicadores laborales no reflejan la caída en el nivel de actividad durante su gestión. La tasa de desempleo bajó del 6,9% en el segundo trimestre del 2022 a un 6,2% en igual período del 2023, mientras la incidencia de la informalidad entre los asalariados se redujo levemente (aunque sigue siendo muy alta).

En el caso de Massa, hay una disociación permanente entre lo que hace y lo que dice que va a hacer.

En el caso de Milei, tres lemas de su fuerte irrupción en la escena política son de índole económica. La dolarización, la eliminación del Banco Central y la “motosierra” son los términos que sintetizan la política monetaria, cambiaria y fiscal que el candidato libertario pretende implementar. O que pretendía implementar, quizás.

Es que a las dudas que se planteaban sobre la aplicabilidad práctica de esos preceptos, se le suman ahora interrogantes sobre las implicancias del pacto de Milei con Patricia Bullrich y Mauricio Macri.

Al momento de referirse sobre los alcances del acuerdo, el candidato presidencial señaló en una entrevista a LN+ que “hay puntos básicos que Juntos por el Cambio defiende y que va a ponerlos como límite en la agenda”. Esos puntos serían los que leyó Patricia Bullrich en el inicio de la conferencia de prensa en que anunció, junto a Luis Petri, su apoyo al libertario.

En el caso de Milei, se suman ahora interrogantes acerca de las implicancias del pacto de Milei con Patricia Bullrich y Mauricio Macri.

Milei dijo esta semana que no se negocia ningún punto de su política económica. Sin embargo, se desprende de los términos de la alianza que la “motosierra” pasó a ser un eslogan de campaña y no algo que vaya a suceder. Por ejemplo, se acordó que la educación seguirá siendo “pública y gratuita”, y el sostenimiento de un estado austero que “brinde servicios y bienes públicos de calidad” a los argentinos.

La declaración de Bullrich y Petri no alude textualmente a la eliminación del Banco Central y la dolarización, pero menciona “el fin de la emisión monetaria para financiar al Tesoro” como punto de acuerdo. Bastante menos radical que las disruptivas propuestas originales de LLA.

La elección no se decide esta vez por las propuestas económicas sino más bien sobre qué sentimiento pesa más: la visión negativa sobre el gobierno, o la visión negativa sobre un eventual gobierno de Milei. Conscientes de ello, los candidatos se dedican más a encontrar y resaltar errores ajenos que a explicitar cuáles son los lineamientos de su programa económico (si lo tuvieran).


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