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Las mujeres y la minería: el desafío de penetrar un mundo ideado por y para varones

ENTREVISTA │ El investigador de géneros en FunDar, Juan martín Argoitía describe la tensa inserción femenina en un entramado productivo androcéntrico. “Las trabajadoras se ven obligadas a validar doblemente su capacidad productiva”, explica.

La incorporación de trabajadoras mujeres suele ser infranqueable en diferentes sectores de la economía y la producción. Investigadores de la Fundación FunDar realizaron un estudio titulado “Ser y parecer minera: inserción sostenible de las trabajadoras mineras” analizando la inserción femenina en la industria minera. Uno de sus autores, el licenciado Juan Martín Argoitía, dialogó con PULSO y dio detalles de los resultados.

PREGUNTA: ¿En qué consiste la investigación en la que relacionan minería y género?
RESPUESTA:
El principal objetivo del trabajo es indagar acerca de las industrias masculinizadas. Hay una particularidad muy propia de las industrias masculinizadas como el techo o las paredes de cristal, o ciertas políticas formales excluyentes. No obstante hay ciertos sectores que tienen una organización del trabajo androcéntrica, es decir pensada por y para varones. En el caso de la minería, la forma en la que está organizada la producción y los recursos humanos, fueron pensados en su estructura, en un momento en donde no había demanda de mujeres como mano de obra. Eso se revierte con el paso del tiempo, los proyectos mineros de gran escala en el país empiezan a flexibilizar esos parámetros, muy concentrados en la fuerza física, y empiezan a contratar mujeres. Sin embargo no hay una adaptación adecuada o sensible al género, de estas políticas o de la infraestructura.

P: Al análisis de la industria minera en sí, se le suma el estudio del rol femenino en ese sector…
R:
Efectivamente. La intención es observar cómo interactúan las trayectorias laborales de las mujeres, que en este tipo particular de industrias masculinizadas como la minería, no son tan lineales como las de los varones. Intentamos un abordaje panorámico e integral del sector.

La forma en que se organiza la producción hace que el “nosotros” minero termina afianzando lazos homosociales masculinos.

P: ¿Qué significa que la minería es “androcéntrica”?
R:
Significa que es una industria pensada para varones. Y esto sucede principalmente por tres factores. El primero es el sistema “roster”. Un esquema de turnos y contra turnos que genera desarraigo, distancia con el hogar, y reconfiguración de las familias, donde las mujeres tienen una carga mayor de tareas domésticas. Eso reproduce la división sexual tradicional del trabajo y genera una crisis por la participación de la mujer en el sector. El segundo, es que los yacimientos no están en los centros urbanos, y ello requiere traslados permanentes y una adaptación de los cuerpos a la altura o las inclemencias climáticas. Allí surge el mito o estereotipo acerca de que los cuerpos femeninos no se adaptan de la misma forma, generando discriminación. Y tercero, por la exposición a los riesgos laborales concretos, la minería se rige bajo cadenas de mando muy duras, jerarquías muy marcadas, pero sobre todo reglas de convivencia en los campamentos, muy marcadas. El “nosotros” minero termina afianzando así lazos homosociales masculinos.

P: ¿Esa crisis que se genera es solo algo intra familiar o algo también relacionado directamente a la mujer en el trabajo?
R:
Son cosas indisociables. Yo creo que ambas. Este tipo de organización no solo afecta a las mujeres. También alcanza a los hombres, que tienen roles paternales que se ven trastocados. Estar a 4.000 metros de altura implica perderse cumpleaños, aniversarios o los actos de los chicos en la escuela. Pero para las mujeres hay un costo psicosocial mayor, por el “doble sombrero” que en muchos casos se traduce en hogares mono marentales encabezados por mujeres, que también sufren el desarraigo de trabajar en la mina. Ello tiene como correlato la necesidad de delegar en alguien más (en general otra mujer) las tareas de cuidado. Alguien que puede ser contratada, o que puede ser una madre, una tía, o una hija adolescente, que a la vez ve interrumpida su trayectoria escolar.

P: ¿Es factible para las mujeres penetrar ese “nosotros” minero masculino?
R:
La realidad es que en base a las entrevistas con las trabajadoras, percibimos que existen fuertes tensiones. En términos coloquiales “hay un derecho de piso a pagar” para las mujeres. No es posible para las mujeres insertarse a los equipos “como uno más”, sino que probar sus capacidades, sus saberes, legitimarse. E incluso al ser pocas o las únicas en sus equipos, están más expuestas a las violencias, el acoso, el desprestigio o la deslegitimación, entre otras conductas.

La foto que vemos hoy, es un estadío en el camino hacia la desegregación o una menor masculinización del sector. Hay una demanda concreta de las mujeres por participar de una actividad de alta rentabilidad.

P: ¿La fuerza física es una barrera?
R:
Históricamente lo fue. Y sigue siendo una limitante. Pero es una barrera que puede sortearse en base a la incorporación de tecnología a la industria, la cuál esta cada vez más accesible para el sector.

P: ¿Hay una demanda de la propia industria o de las mujeres para romper esos patrones?
R:
La foto que vemos hoy, es un estadío en el camino hacia la desegregación o una menor masculinización del sector. De parte de las mujeres hay un interés muy concreto de participar en una actividad de alta rentabilidad. Y es que en las provincias en donde están los proyectos mineros, en general no hay otro sector que genere empleo registrado, de calidad, y bien remunerado. Es un mito que no hay mujeres interesadas en participar del sector. Y hay además un proceso que lleva unos 30 años, en donde se ha incrementado la calificación femenina para la inserción en este tipo de industrias. Y respecto a las empresas, hay una dimensión global en la demanda de trabajadoras en la que empresas a gran escala dependen de directivas de sus casas matrices. Y otra en la que las empresas detectan una importancia estratégica, ya que al incorporar mujeres mejora la productividad, la aplicación de protocolos, y se “humaniza” la actividad.

PERFIL: Juan Martín Argoitía


Juan Martín Argoitia es Licenciado en Estudios Internacionales y maestrando en Economía Aplicada por la Universidad Torcuato Di Tella.
También es diplomado en Defensa Nacional por la Universidad Nacional de la Defensa y certificado en Estudios Globales por FLACSO Argentina.
Participó como consultor en el marco de la Asistencia Técnica de la Iniciativa Público-Privada para la Igualdad de Género en el Mercado de Trabajo (GCBA) y en paralelo se ha dedicado a la consultoría en el sector privado.
Es Investigador de Géneros de Fundar.


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