La amenaza nuclear

La “Guerra de los 12 días” que enfrentó a Israel e Irán abrió un incierto panorama en Medio Oriente y el mundo. El frágil cese del fuego acordado no resolvió los temas de fondo del conflicto, con lo cual las hostilidades podrían reanudarse. Además, la crisis evidenció un grave retroceso de las vías diplomáticas para evitar la proliferación nuclear global, un punto por demás preocupante en un mundo multipolar, conflictivo e inestable como el actual.

El punto de quiebre de la escalada más reciente entre Israel e Irán fue la drástica intervención de Estados Unidos, que apoyado en sus bombarderos invisibles B-2 y las “bombas antibúnker” atacó los tres principales recintos nucleares de Irán, provocando daños cuya magnitud depende de la fuente consultada, pero que parecen al menos haber retrasado el programa atómico del país persa.

Como en cada ciclo de violencia en Medio Oriente, cada bando cantó victoria mientras todavía no termina el recuento de civiles muertos y heridos por los bombardeos mutuos.

Israel demostró que puede vulnerar la inteligencia y las defensas de su gran rival en la región, además de descabezar buena parte de sus altos mandos militares y científicos nucleares.

Estados Unidos ratificó el poderío devastador de su arsenal: logró frenar la escalada con un fuerte golpe de efecto, antes de negociar.

Irán, por su parte, asegura que los daños fueron relativos, que mantendrá su programa y ahora encontró argumentos para evitar cualquier inspección de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA). Su director, el argentino Rafael Grossi, fue amenazado y no podrá volver. (Ver página 21)

En este contexto, resulta preocupante la entronización de la doctrina de los “ataques preventivos” esgrimida por Israel y Estados Unidos para resolver una controversia que todavía tenía opciones de abordarse por la vía diplomática.

Como bien explicó el propio Grossi, las preocupaciones internacionales tenían asidero. Irán mantiene un plan nuclear supuestamente pacífico, para energía e investigación. Para estos fines no necesita enriquecer uranio más del 6 al 10%. Teherán ya tenía material enriquecido al 60%, según las inspecciones. Israel y estados Unidos temen que el régimen de los Ayatolás fabricara bombas atómicas, para lo cual necesita uranio enriquecido al 90% o más.

Es decir, Irán estaba a poco más de medio camino. Pero en la mayoría de los gobiernos occidentales existía la confianza de que la combinación de sanciones y supervisión internacional tenía chances de evitar el peor escenario.

Si la proliferación nuclear es un riesgo en todo el mundo, más aún lo es en Medio Oriente, donde abundan los conflictos, los gobiernos inestables y las alianzas geopolíticas cambiantes.

Por ahora Israel es la única potencia nuclear en la zona. Contrariamente a lo buscado, la superioridad militar convencional que mostró el país hebreo podría convencer a los ayatolás, y a otros países, de que la mejor manera de disuadir y “equilibrar” el poder israelí es tener armas atómicas. En plena crisis, un expresidente ruso aseguró que “hay países que están listos para entregarle directamente sus armas nucleares a Irán” (¿Pakistán, Corea del Norte, la propia Rusia?).

Hoy nueve países tienen armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña, China, Corea del Norte, India, Pakistán e Israel. Y pese al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, sólo un país renunció a ellas (Sudáfrica, en 1989), pocos las han reducido y muchos las han modernizado.

La guerra por la invasión rusa a Ucrania y las tensiones entre India y Pakistán son solo dos ejemplos recientes en donde la posibilidad de una escalada nuclear estuvo latente.

En contraste a lo que ocurre en Asia y Europa, en Latinoamérica desde el tratado de Tlatelolco (1967) y sobre todo Argentina y Brasil han mostrado que es posible la investigación y el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos renunciando a las armas atómicas, superando sospechas y rivalidades.

La región es un claro ejemplo de que no es con golpes de fuerza como se eliminará el peligro de una guerra atómica, sino con acuerdos para eliminar este tipo de armas y regresar a un sistema basado en la confianza, la cooperación y el respeto al derecho internacional.


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