Las dos caras de Milei

Las actitudes del gobierno nacional esta semana ante distintos hechos de la gestión hacen dudar a quienes ven, por un lado, una saludable cuota de realismo político que lo llevó a buscar consensos y a moderar posturas, y entre quienes advierten la permanencia de posturas ideologizadas y radicalizadas que llevan a una riesgosa confrontación política permanente.

Quienes abonan la primera impresión ven saludable la aprobación en la Cámara de Diputados de la Ley Bases y la reforma fiscal, en donde, a diferencia de enero pasado, el Gobierno cedió posturas, buscó consensos y aunar voluntades aún a riesgo de sacrificar la “pureza” de sus propuestas. Como en su admirado Carlos Bilardo, primó la búsqueda de un resultado político positivo, que la gestión necesita hoy como maná en el desierto, como señalaría el bíblico Moisés, otro de los líderes más citados por el libertario.

Quizás influyó en el cambio de actitud la potente marcha realizada por los universitarios una semana antes, donde, por primera vez, el oficialismo perdió el control de la agenda política y se vio superado por una movilización federal con vida propia y que no fue capitalizada por ningún líder opositor. Demostró que lo que el politólogo Julio Burdman llama la “aceleración revolucionaria permanente» de la política de shock empieza a encontrar límites concretos que podrían socavar una legitimidad que hasta ahora ha mantenido a pesar de la dureza del ajuste. Se desmitificó la idea de que LLA monopoliza el electorado joven y que incluso muchos de sus propios votantes se rebelaron contra el ataque a uno de los símbolos más potentes de la aspiración al ascenso social en Argentina.

La revisión de la política de “laissez faire” con las empresas de medicina prepaga y la postergación de las subas tarifarias en gas, luz y combustibles parecen indicar que Milei tomó nota de que la paciencia de la clase media ante su pérdida de ingresos no es un cheque en blanco.

Sin embargo, estas señales de realismo político conviven con actitudes confrontativas, polarizantes y agresivas del presidente en sus discursos cotidianos. El propio Milei, al festejar la aprobación de la Ley Bases, admitió que en su gabinete conviven dos bandos: los “halcones” de la motosierra y las “palomas” dialoguistas, pero lejos de ponerse como árbitro de ambas posturas, como podría esperarse de un líder, se encolumnó en el extremo duro. Y, a pocos días de recordarse el día de la Libertad de Prensa, volvió arremeter contra el periodismo crítico de su gestión. Todos los gobiernos se enojan y debaten con la prensa y eso es saludable para la democracia, pero llamar “ensobrados” a todos quienes lo cuestionan, celebrar la posible quiebra o ruina de alguna empresa periodística indica una saña preocupante contra quienes lo contradicen.

En estas semanas se definirá la aprobación del paquete legislativo en el Senado, donde su margen de alianzas y apoyos es más exiguo y las negociaciones más complejas. Como advirtió la senadora rionegrina Mónica Silva, no es descabellado que el proyecto sufra cambios y deba volver a Diputados. ¿Aceptará el presidente los límites de otro poder de la República o volverá a tratar como “nido de ratas” al Congreso y agredir a quienes piensan distinto?

El otro aspecto que debería reconsiderar el oficialismo es su elevada complacencia sobre las políticas ya implementadas. Si bien es cierto que puede mostrar logros fiscales y macroeconómicos, como la desaceleración inflacionaria y la estabilidad del dólar, muy apreciadas por la población, no debiera descalificar a quienes le señalan inconsistencias y problemas que el plan ya ha empezado a evidenciar. Sostener en el tiempo las reformas obligarán al Gobierno a mostrar más temprano que tarde resultados positivos, como alguna reactivación económica, generación de empleo y mejora de ingresos.

Abandonar dogmatismos y la campaña permanente, conciliar posturas y recomponer relaciones con otros poderes debiera ser el norte de su presidencia. Que, como las anteriores, será juzgada con la vara de si logró dar soluciones concretas a los problemas de la economía y mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.


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