Datos que duelen

Esta semana el Gobierno provincial difundió las estadísticas del refugio que abrió en la Ciudad Deportiva de Neuquén para atender personas en situación de calle, en medio de la ola polar. Desde que abrió el 26 de junio pasado, hace apenas 12 días, ha recibido a 249 personas, con un incremento diario muy fuerte: de 48 personas en la jornada inaugural a las 101 del pasado jueves.

Como sucede en otras jurisdicciones, la enorme mayoría de quienes acuden a este tipo de ayuda son varones jóvenes, de entre 18 y 39 años, aunque hay familias completas. Aunque no hay estadísticas a nivel nacional, se estima en base a estudios hechos en la Capital Federal, Gran Buenos Aires y ciudades como Rosario o Córdoba, pero también en Corrientes o Jujuy, que la población que vive situación de calle ha crecido un 14% entre 2023 y 2024 y hasta un 55% en los últimos dos años.

En nuestra región, informes de entidades solidarias alertan sobre el crecimiento del fenómeno en Cipolletti, Bariloche, Roca y en el Gran Neuquén, que incluye a Plottier y Centenario, además de la capital provincial.

La historias que relevó “Río Negro” en el refugio neuquino confirmaron las principales razones de esta tendencia, que tiene que ver con el aumento de la pobreza y la indigencia en medio de la crisis económica que atraviesa el país, pero que adquiere dinámicas propias por diversas situaciones.

Las razones por las cuales una persona termina en situación de calle tienen que ver, además de la falta de recursos, con problemas de acceso a la vivienda, adicciones, de salud mental, situaciones de violencia y otras que van a arrastrando a las personas a un creciente aislamiento y marginalidad. Las historias hablan de vínculos familiares y sociales totalmente rotos.

El estudio más completo hasta ahora, el Renacalle 2023, revela que el 41.9% de las personas en situación de calle residía previamente en una vivienda familiar, y los motivos principales de abandono fueron conflictos personales y expulsión de la vivienda. La mayoría sufrieron o ejercieron violencia. Casi la mitad lleva más de 6 años en esa situación y un 54% reconoce haber consumido sustancias psicoactivas (alcohol, drogas) que se agravan durante su estancia en la calle.

La combinación de situaciones de consumos problemáticos y problemas de salud mental que se potencian generan las situaciones más graves y crónicas, difíciles de abordar. Muchos ya no buscan salir de la calle, sino tranquilidad y recursos para consumir, lo que lleva a violencia entre pares, contra otros vecinos y propicia delitos, lo que termina judicializando situaciones.

Jueces, fiscales y defensores de Neuquén advirtieron hace días que son cada vez más los acusados de delitos que asisten a las audiencias que no llegan a comprender qué se les imputa ni defenderse de manera adecuada, seguir el curso del proceso o instruir a sus abogados. Su estancia en cárceles o comisarías no mejorará la situación ya que la mayoría no recibirá tratamiento ni capacitación, y se agravará su vulnerabilidad.

Aquí, como señalan varios expertos, es donde está fallando la Ley de Salud Mental. Aunque su redacción tuvo fines de protección ante situaciones de abuso y encierro innecesario, terminó haciendo muy problemática y engorrosa la internación temprana de personas con adicciones graves. Es urgente su reforma.

También hay falta de recursos y gestión en Nación, provincias y municipios para financiar equipos multidisciplinarios y articular jurisdicciones complica la atención temprana y expedita. Hay esfuerzos individuales loables, pero escasas respuestas institucionales.

En el corto plazo, la mejor alternativa parecieran ser políticas de Estado que fomenten redes de prevención temprana que articulen con instituciones (entidades religiosas, organizaciones sociales laicas) que en muchos barrios son quienes primero reciben la demanda individual o de las familias en problemas.

La rápida detección de situaciones de emergencia social evita la cronificación de la marginalidad y, sobre todo, permite abordar los problemas desde una perspectiva humana, alejada de miradas prejuiciosas o estigmatizantes e intervenir cuando todavía hay margen de recuperación. Pensar lugares donde no sólo se entregue comida o abrigo una noche, sino que recreen el sentido de comunidad y futuro para quienes se quedaron sin nada.