El aguaribay

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Su nombre común de “aguaribay” o “gualeguay” es usado en amplias regiones de Sudamérica y es originario del Brasil, Uruguay y la Mesopotamia argentina. Su nombre técnico actual es Schinus areira (antes Schinus molle).

A pesar de su origen en regiones netamente lluviosas y con abundancia de agua, ha demostrado una increíble adaptación a diferentes climas, hasta el punto de que se está convirtiendo en un problema en Africa del Sur, donde se asilvestró de tal manera que se ha expandido en ambientes semidesérticos, a lo largo de cursos de canales y cunetas donde se acumula el agua de lluvia. En Australia, está invadiendo pastizales, bosques abiertos y zonas costeras y se lo puede encontrar asilvestrado también en La Florida, Hawai y hasta en el sur de Arizona y California, Texas, Luisiana y Puerto Rico.

En Europa se lo planta mucho en las provinc¡as más cálidas de Levante y Andalucía (España), así como en parques y paseos públicos. Su cultivo se extiende incluso más hacia el norte europeo. (fuente Wikipedia).

Su único límite son las bajas temperaturas, por lo que la frontera climática parece ser nuestra región del Alto Valle. Aquí en Roca tenemos en pleno centro varios ejemplares de muchos años, especialmente el ubicado en la calle Maipú, cerca de la estación del ferrocarril, y he visto otro ya más que centenario en una chacra camino al autódromo. Ha sido acompañante de los tendidos férreos y si bien en un primer momento lo atribuí a una supuesta propiedad de alejar moscas, ahora creo que se debe además a su buena resistencia a aridez y prueba de ello es que en los barrios altos de esta ciudad, donde el agua escasea, es el que más se planta en veredas y jardines… la gente común no sabrá de botánica pero “no masca vidrio” y si observa que un árbol “se la banca” y además es bonito, lo adopta.

Como árbol de calle me merece serias objeciones. Contrariamente a lo que sucede en los suelos arenosos, profundos y secos de nuestras “bardas”, donde su anclaje es bueno, en los arcillosos, pesados y con freáticas elevadas como son los del centro de las ciudades, he observado que ese anclaje es malo y suele ser derribado por los vientos. Une a ello que su follaje es perenne y por lo tanto impide el correcto asolamiento de las veredas en invierno y que sus ramas son péndulas, por lo que serán por siempre un inconveniente para el tránsito de vehículos e incluso de peatones.

Por el contrario, en los jardines puede ser un atractivo punto focal, siempre y cuando se le conceda el espacio suficiente para que exprese su “personalidad” y se tenga en cuenta que debajo de él, difícilmente puedan prosperar tanto el césped como otras plantas.

Teodorico Hildebrandt

eljardin@rionegro.com.ar


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