El adiós a Martín Suertegaray

Martín, aquí junto a Oscar Gadañoto y Sebastián Martínez, enseñaba los valores del rugby a los pibes del Roca RC.

Cuando Martín Suertegaray era presidente del Roca RC (1998/2003), un día charlando de lo que era ser dirigente del club donde había nacido, me habló del compromiso y del orgullo de pertenecer, pero también y por sobre todas las cosas, remarcó que había que saber “devolverle al club todo lo que nos dio”.

El término gratitud estaba tallado a fuego en la personalidad del Negro. Lo aplicaba para su club y también en la vida. Martín era desinteresado, querido, admirado y quizás sea por todo esto (y mucho más) que su repentina partida haya quebrado el corazón de quiénes lo conocían.
El Negro era un tipo de sonrisa amplia, abrazo de oso y amistad genuina. Incondicional de sus amigos, su verborragia encantadora y sin dobleces lo hacían una persona natural y despojado de medias palabras.

La exigencia y disciplina del rugby le pasaron factura a la salud de sus rodillas, aunque para él la mejor manera de mitigar el dolor era jugar, estar y pertenecer al mundo ovalado, ya sea junto a Verracos, la excusa perfecta para seguir ligado a los amigos que le dio el rugby, o en cuclillas enseñando los secretos del deporte a los pibes del M14 del club.

En una cancha de rugby, en un asado con una copa de vino tinto como testigo fiel o siendo navegante en una carrera de rally junto a Sebita Martínez, uno de sus más entrañables amigos, Martín era siempre Martín. No había mala copia en el reflejo que entregaba su figura. El Negro era genuino y si hay algo no podrá hacer la muerte será desterrar el recuerdo de un hombre que honró la vida como pocos.


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