El arte de conectar emociones y circuitos

Leo Saccomanno encabeza un movimiento maker que busca hacer accesible la tecnología y provocar cambios positivos reutilizando objetos cotidianos.

Hay quienes confían en poder lograr una conexión emocional a partir de los desarrollos tecnológicos. Quebrantar la idea de que los códigos informáticos alejan a las personas y hacer que los sentimientos vuelvan a salir a flote. Leonardo Saccomanno es uno de ellos. Comenzó estudiando ingeniería electrónica pero su vocación lo llevó a fundar Bari Bits.

Fueron varios los factores que hicieron que Leo aún no termine sus estudios formales. Desde joven tuvo su propia oficina en la que desarrolló software para una compañía internacional. Pero aquello que terminó por atraparlo fue la oportunidad de ver de qué manera podía hacer que las personas cambien su entorno a partir del uso de la electrónica.

El momento de quiebre surgió hace seis años. Por aquel entonces Leo estudiaba en Rosario, pero de visita por Bariloche tomó contacto con un proyecto del centro educativo Cre Arte. El objetivo era hacer que una chica con movilidad reducida pudiera tener “más protagonismo” en sus clases de música.

Así nació el chupetronix, un oscilador controlado por fuerza que recibió ese nombre por el uso de “cajitas de chupetes recicladas” para contener una placa capaz de emitir sonidos con la presión de un solo dedo.

Pero el trabajo no estaba terminado. En su presentación el prototipo se rompió y Leo se encontró con un problema que terminó por solucionar su sobrino que por entonces tenía 11 años. “Eso me transformó”, dice acerca de la posibilidad de hacer que todos puedan formar parte de los procesos creativos.

La solución del niño fue tan original como eficaz. Utilizó una caja contenedora de cassettes de videos que resistió el uso continuo.

“Me gustó sacar esa idea de que tenés que ser un genio creativo y tener un montón de conocimiento técnico para resolver una necesidad con cuestiones tecnológicas”, dice sobre algo que definió como la popularización de un sector que, por sectores, se muestra inalcanzable para el común de la gente.

El chupetronix terminó por mostrar que la clave se encontraba en hacer que el proceso sea accesible no solo desde lo entendible sino desde lo participable.

Bari Bits

“Empecé a pensar la forma en la que los demás pudieran desarrollar sus inventos”, explica en un café con ideas, un espacio de trabajo con una fuerte impronta artística.

Sobre la mesa una serie de conectores dibujan un laberinto que despierta la curiosidad de los que están a su alrededor.

En el camino de su búsqueda se topó con Litlle Bits, una plataforma que incluye componentes electrónicos reutilizables para que cualquiera pueda materializar sus inventos.

“Little Bits se conecta con imanes y nunca te podés equivocar”, destaca Leo sobre el impacto que logró en el proceso creativo de una generación que poco conoce de largas esperas para encontrarse con el resultado.

La premisa continúo siendo la misma: remover a la tecnología del terreno de los “expertos” para que cualquiera pueda crear algo.

“Lo fantástico de esta herramienta es que la puede usar un chico de tres años”, resume sobre la practicidad de una herramienta que ordena el pensamiento lógico. “Lo más importante es la idea”, asegura Leo y concentra la atención sobre la imaginación, la experimentación y el ingenio.

Así fue como surgió la versión local de una comunidad que se expande por el mundo. “Lo que busco con Bari Bits se resume en motivar la confianza creativa”, explica sobre su rol como “diseñador”.

Leo prefiere correrse del rol de educador y habla sobre la forma de presentar propuestas concretar para “orientar” la capacidad creativa de cada personas.

Los talleres comenzaron en 2012. Rápidamente se transformaron en lugares de encuentro para el movimiento maker, reconoció por fomentar la transmisión de saberes.

Todo el tiempo se trata de compartir, inspirar a otros, conectarse y lograr nuevas ideas. “Hago talleres para chicos y cuando logran algo, buscan a alguien para compartirlo”, explica sobre un comportamiento innato que lleva a nutrir a una “comunidad maker”.

Existe un aliciente más: lejos de apartar a la persona de su alrededor, Leo inculca la transformación del entorno de los participantes. En los talleres sobran los módulos de Little Bits que, combinados con objetos de uso cotidiano, le dan forma a nuevas herramientas .

La idea es contar una historia en la que se aportan soluciones.

“Bari Bits es una comunidad maker en la que tenés la oportunidad de compartir con una persona afín un momento, sentirte parte de algo y que sos valioso”, argumenta Leo sobre el proceso que adoptó para hacer de la tecnología un instrumento que nos haga más humanos.

La parte social es esencial en las nuevas generaciones.

Una comunidad global

“Hay que sacar esa idea de que tenés que ser un genio creativo y tener un montón de conocimiento técnico para inventar algo”.

Leo desmitifica la necesidad de un gran bagaje técnico para crear.

“Me interesan mucho los procesos creativos y los ambientes de innovación. Me inspira la humildad y el diseño inclusivo”.

La comunidad maker hace que Leo se sienta cómodo y siga aportando ideas.

Una nueva fórmula para alcanzar el éxito

Las nuevas generaciones aprecian las experiencias. En un mundo cada vez más tecnológico y vertiginoso hay quienes prefieren hacer una pausa y volver a tomar contacto con el mundo sensorial.

Leo es uno de los jóvenes que eligió desconectarse de las redes social. Recién a comienzos de este año volvió a tener un smartphone.

Su alejamiento del mundo de las fotografías y los posteos de las redes sociales le permitió mejorar su vínculo con su familia y concentrarse en el desarrollo personal desde lo afectivo.

En 2012 construyó un instrumento musical que generó profundos cambios en su vida.

Su invento fue un éxito que acaparó la atención de organismos del estado y universidades que se sintieron atraídas por su capacidad. Luego le llegarían ofertas de empresas queriendo contar con sus servicios. De un momento a otro se había convertido en el modelo exitoso del joven con un futuro promisorio.

“No sé lo que te puede hacer exitoso económicamente”, reconoce sentado en un espacio de coworking en el que las ideas se perciben en el aire. Para él es importante dejar de pensar en uno mismo y trabajar con dedicación por los demás.

Leo tuvo trabajos formales. De esos que marcan un horario, proporcionan una computadora de escritorio y un cubículo ordenado.

“Hace falta lo social y motivacional”, repite sobre la llegada de nuevas generaciones que valoran las experiencias por encima de la educación tradicional cuestionando todo a su paso.

En su lugar propone la idea de reconocer que necesitamos a los demás “para que las cosas sucedan”.

En el 2011 desarrolló su primer software con un fin artístico. Un instrumento musical que relacionaba notas musicales con los colores del arco iris.

Los módulos de Little Bits forman una herramienta que permite ver el desarrollo del software con un fin creativo.

Datos

70
países integran la comunidad maker que utiliza los módulos que incorporan colores, luces y sonidos.
“Hay que sacar esa idea de que tenés que ser un genio creativo y tener un montón de conocimiento técnico para inventar algo”.
“Me interesan mucho los procesos creativos y los ambientes de innovación. Me inspira la humildad y el diseño inclusivo”.
En el 2011 desarrolló su primer software con un fin artístico. Un instrumento musical que relacionaba notas musicales con los colores del arco iris.
Los módulos de Little Bits forman una herramienta que permite ver el desarrollo del software con un fin creativo.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios