El auge de las Comedias musicales ¿Verdadero o falso?

El 19 de abril se reestrenó con muchos cambios una muy particular comedia musical, "Suspiros de monja", y pronto estará en la calle Corrientes "Si Eva se hubiese vestido". Pero aun con estas dos obras, no se puede hablar del estallido del musical.

Muchos se preguntan si Buenos Aires se ha convertido en la nueva Broadway por el auge de las comedias musicales, pero la realidad demuestra que sólo dos de los espectáculos que figuran en la cartelera de los diarios pueden ser considerados en esta categoría, por ahora. Ellos son Los Miserables y Mi bella dama, aunque algunos incorporan Los 101 Dálmatas, éste sólo cuenta con muy pocas canciones y no tiene una coreografía destacable como para formar parte del género. Por el momento sólo las primeras citadas disfrutan de un muy apetecible éxito de taquilla. Los Miserables convoca aproximadamente a 1.000 espectadores diarios, mientras que Mi bella dama logra reunir otro número también muy considerable: 800.

Hace unos años atrás se conocieron célebres comedias musicales, como por ejemplo el desembarco de Cats, al igual que el estreno de El beso de la mujer araña, con un elenco de primeras y conocidas figuras encabezadas por Valeria Lynch, Aníbal Silveyra y Miguel Habud, con Alberto Favero, dirigiendo la numerosa orquesta.

Pero este idilio con el género musical puede remontarse aún más atrás, por ejemplo, en la década del «60, cuando se estrenó la primera versión de Mi bella dama, con una pareja inolvidable integrada por Beatriz Bonet y Duilio Marzio, poco después otra dupla atrapó espectadores en Can-Can, ellas fueron Ambar la Fox y María Concepción César. Durante los años «70 el público pudo conocer otro tipo de musicales, más cuestionadores y conflictivos como Hair y Jesucristo Super Star (apenas un año más tarde que en Nueva York, donde se presentó en 1969). Ambos tuvieron serios problemas con la censura e incluso con inadaptados violentos que decidieron agredir a los teatros, donde se llevaban a cabo las funciones.

Otra figura inolvidable para este género fue Nélida Lobato. Durante diez años (1970-1980) ella demostró que se podía congeniar talento como bailarina con un físico escultural. No sólo fue vedette, sino que se transformó en protagonista de grandes musicales, como Chicago, en 1978.

Pero hay otra realidad para este tipo de teatro, que está representada por el fracaso de no lograr convocar al público. A mediados de este mes de marzo de 2000 se presentó El testigo, original de Jimmy y Carol Owen, en versión libre de Ariel Barrios Peralta. Fue anunciada como la «primera comedia musical gospel», aclarándose en la información de prensa que «gospel» era «la moderna melodía rítmica de alto contenido espiritual» . Con lo cual este espectáculo sería: «Una actualización de los mejores espirituals con el estilo que los caracteriza fusionando diversos ritmos musicales». El numeroso elenco estaba encabezado por Miguel Habud, quien aportó su extensa experiencia en importantes personajes musicales como los que encarnó en Irma, la dulce, El beso de la mujer araña y Las Hijas de Caruso. Esta ambiciosa propuesta con cincuenta actores-bailarines y cantantes debió bajarse del escenario del teatro Avenida a las pocas semanas de su estreno y es poco probable que emprenda la gira por algunas capitales de provincias como había anunciado.

En estos momentos hay dos musicales muy fuertes, en cuanto a presupuesto y despliegue escénico. El primero en presentarse fue Mi bella dama, transformación de Pigmalión, clásico de Bernard Shaw. Tuvo una doble importancia a nivel teatral este acontecimiento, porque el dueño del teatro incendiado, Alejandro Romay decidió volverlo a abrir. «El Nacional» tiene una historia trágica, ya que su primer edificio fue de 1906 y se rehace por tercera vez.

Dicen que se gastó sólo en la construcción 5.000.000 de pesos. A los que se sumaron otros dos millones para equiparar técnicamente (luces) y afrontar los gastos focalizados para esta puesta, como fueron la escenografía y el vestuario. Romay decidió que el director inglés, Max Gordon, el mismo que había montado Closer volviera a viajar para dirigir en este caso a un elenco numeroso. Sus principales intérpretes son: Víctor Laplace, en el papel del profesor Henry Higgins, Paola Krum como Eliza Doolittle, la florista vagabunda transformada casi en una princesa mediante las clases de fonética. Otro intérprete inolvidable a la hora de la cita es Pepe Soriano, que hace de Alfred Doolittle, padre de la joven, un borrachín simpático que conquista los mayores aplausos de cada función. Completan el reparto Aída Luz, como la madre de Higgins, Juan Manuel Tenuta, como el profesor Pickereing, Estella Molly, Alicia Mouxaut y Marcelo Trepat, aunque hay sobre el escenario diecisiete actores-bailarines más.

También el teatro «Opera» sufrió modificaciones para poder ser como lo que es ahora, el ámbito ideal para las comedias musicales. La inversión también astronómica de Daniel Grinbank (8.000.000) fue primero para poder presentar La Bella y la Bestia, en 1999 y todos los cambios que se hicieron en el escenario permitieron con gran facilidad este año traer la misma puesta en escena que se estrenó en Londres y Nueva York de Los Miserables. Con más de treinta intérpretes, esta versión de la novela de Víctor Hugo reúne todos los componentes imaginables para llegar al corazón, desde la historia de amor, hasta un héroe que es perseguido hasta el cansancio, por un malo que nunca falta.

Los especialistas aseguran que la única diferencia con las puestas del exterior es que aquí se redujo sólo en parte el número de extras. De una u otra forma, desde el programa de mano hasta la escenografía, sin olvidar el vestuario, es una fiel réplica de la que cualquier turista puede ver en los Estados Unidos o en las principales capitales de Europa. El libro de Alian Boublil, la composición musical de Claude-Michel Schonberg, las letras de Kretzmer y la producción de Cameron Mackintosh demostraron total fidelidad.

Como en los otros espectáculos los profesionales extranjeros (directores, coreógrafos, músicos, escenógrafos y técnicos) quedaron sorprendidos del nivel de nuestros artistas. Este tipo de espectáculos «importados» ya tienen una marcación determinada, con lo cual el director sólo debe llegar y reproducir exactamente lo que ya aprobaron otros públicos. No hay una nueva creación. Esto significa «comprar los derechos». La gran sorpresa se la llevaron cuando en sólo dos meses de ensayos la puesta ya estaba armada. Los argentinos consiguieron seguir el ritmo vertiginoso de estos especialistas en este tema musical y lograron estar a la misma altura de sus pares de Europa o de los Estados Unidos.

Es imprescindible decir que muchos de estos notables «miserables» vienen del campo de la lírica, pero demostraron en cada escena que la actuación no le es ajena. Ellos son: Carlos Vittori (la gran revelación para la gente de teatro, que no lo conocía), Juan Rodó (el «Drácula» que descubrió Cibrián Campoy y que el año pasado se transformó en la «Bestia» del anterior musical), Elena Roger, Liliana Parafioritti, Rodolfo Valss (estos dos intérpretes ya evidenciaron en numerosas puestas su talento para este difícil género) y veinte actores-cantantes más.

El éxito de estas dos últimas propuestas a pesar de elevado precio de sus entradas (la más cara de las plateas en el teatro «Opera» cuesta $50 y $40 en «El Nacional») confirman que existe un público dispuesto a pagar cuando de calidad se está hablando. Es probable que se conquiste a un turismo que llega de Uruguay o de Brasil, donde no es tan frecuente este tipo de superproducciones. Algunos aseguran que era una de los pocos ingredientes que le faltaba a Buenos Aires para confirmar su reinado cultural, con respecto al resto de América Latina. Quizás lo más alentador sea que existen actores, bailarines, cantantes, músicos y técnicos con capacidad para este tipo de género. Ambas puestas contaron con la dirección de extranjeros, pero resultó – más allá de las primeras críticas de puestistas nacionales – una suerte de beca de estudio para muchos argentinos. Trabajar junto a ellos que vienen de ciudades sumamente competitivas y con una larga trayectoria en las comedias musicales fue una buena muestra de cómo se aprende trabajando.

Los Miserables y Mi bella dama son propuestas para sonreír y emocionarse, sin olvidarse que la sorpresa está acechando detrás de una rigurosa técnica que permitirá salir tarareando más de una melodía.

Ana Seoane


Muchos se preguntan si Buenos Aires se ha convertido en la nueva Broadway por el auge de las comedias musicales, pero la realidad demuestra que sólo dos de los espectáculos que figuran en la cartelera de los diarios pueden ser considerados en esta categoría, por ahora. Ellos son Los Miserables y Mi bella dama, aunque algunos incorporan Los 101 Dálmatas, éste sólo cuenta con muy pocas canciones y no tiene una coreografía destacable como para formar parte del género. Por el momento sólo las primeras citadas disfrutan de un muy apetecible éxito de taquilla. Los Miserables convoca aproximadamente a 1.000 espectadores diarios, mientras que Mi bella dama logra reunir otro número también muy considerable: 800.

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