El ladrillo es sacrificio y supervivencia en Viedma
Fabricar ladrillos es para mucha gente el único medio de vida, pero también implica un enorme sacrificio. Dejarlos terminados es un proceso largo, que se concreta siempre a la intemperie y con las condiciones climáticas más adversas. En Viedma-Patagones los ladrilleros están preocupados porque a la crisis que enfrentan todos se le suma ahora la competencia de otros fabricantes del resto de la provincia. Exigen más control para quienes no pagan impuestos.
VIEDMA.- Los hornos de ladrillo significan una alternativa laboral para varias familias de Viedma y Patagones. Esta tarea que implica el contacto permanente con el barro, la intemperie, el sol, el frío, la lluvia y el intenso calor del horno sufre -desde hace tiempo- una disminución en sus ventas. La aparición de vendedores ambulantes de ladrillos del interior rionegrino y de otras provincias ha sido el motivo.
No sólo ha disminuido ventas sino también trabajo.
Hoy son 20 los hornos que fabrican ladrillos en la Comarca Viedma-Patagones. Unas 500 personas en forma directa e indirecta dependen de esta labor.
Con la aparición de los vendedores ambulantes los horneros temen perder sus fuentes de trabajo. Por ello se reunieron con concejales locales y pidieron la intervención de ese cuerpo para evitar que «la venta ambulante clandestina genere más desocupación entre los obreros del rubro».
Leopoldo Cufré, uno de los horneros, sostuvo que «quien tiene que accionar es el municipio a través de la dirección de Seguridad e Higiene».
La Cámara de Comercio de Viedma se sumó a la preocupación de los fabricantes locales y de los trabajadores que ven menguar sus ganancias con lo que llamaron «competencia desleal y la venta clandestina ambulante que aumentó considerablemente en los últimos tiempos».
El reclamo de los trabajadores del sector se centró en la aplicación de la ordenanza que regula la venta ambulante y que estipula un cobro de canon de 500 pesos por día o 5.000 mensuales a los vendedores que vienen de otros lugares.
«El hecho es que los ladrillos provenientes de Conesa, Choele Choel, Allen e incluso de Mendoza se venden más baratos porque no pagan ningún impuesto ni tasa municipal», argumentaron.
La venta de los horneros foráneos, según lo denunciado por Cufré y la Cámara de Comercio «se hace en negro y los fabricantes locales no pueden competir porque no llegan a los costos».
Los precios de los 1.000 ladrillos locales oscilan entre 150 o 300 pesos los chicos, según la calidad, y de 300 y 400 pesos los grandes. Los vendedores llegados de otras localidades los ubican en el mercado entre 160 y 300 pesos ambos tamaños, respectivamente. En la mayoría de los casos denunciados, los valores rondan un 50 por ciento menos del precio que se vende en la Comarca.
La producción bajó considerablemente debido a varios factores. Las lluvias durante el invierno no permitieron fabricar importantes cantidades a causa de la constante humedad que no permite que el ladrillo se seque.
Por otro lado, el crecimiento de la construcción local y el uso del ladrillo visto como terminación de moda provocaron que la demanda superara la oferta de la comarca.
Esto generó condiciones ideales para la irrupción en el mercado local de vendedores ambulantes que provienen de distintas localidades del interior de la provincia y de Mendoza, principalmente.
A esta situación se agrega que además de precios más bajos, los ambulantes ofrecen ladrillones de mejor calidad.
El secretario del Colegio de Arquitectos, José Enrique García, indicó que «no es que los ladrillos de acá sean de mala calidad sino que los de afuera son superiores».
Un producto con horas hombre
VIEDMA .- El proceso artesanal de fabricación de ladrillos no ha cambiado. La actividad se asocia a las construcciones posteriores a 1850. Se sumaron algunas máquinas que facilitan la tarea pero el producto final contiene gran carga de horas hombre.
Un hornero de Patagones, Agustín Bellini indicó que «una partida de 40 mil ladrillos demora un mes. El proceso incluye la mezcla, secado al sol y horneado».
Reconoce que «es un trabajo duro e ingrato porque todas las etapas se realizan al aire libre. Es muy sacrificado en tiempos de excesivo calor que es cuando más se producen». Sin embargo, Bellini no tiene dudas en continuar, es la tercera generación de horneros en su familia.
La primera etapa demora seis horas y los ingredientes utilizados para hacer un buen ladrillo son tierra negra, greda, estiércol de caballo y arena. La fase siguiente es el corte de ladrillos y armado de bloques. Este proceso se hace en el suelo y se dejan secar al aire libre.
El secado tiene dos etapas. La primera está destinada al endurecimiento. Después se apilan y se los deja 10 días para que se sequen por completo. En invierno se extienden esos plazos y pueden demorar un mes sólo para secarse por completo.
Luego se arma la hornalla de cocción. Se apilan nuevamente cerca de 10 mil bloques y se prende fuego debajo. Esta etapa es la más importante ya que si quedan crudos o se arrebatan se pierde todo el trabajo anterior.
El secreto -según Bellini- es mantener el fuego constante durante 40 horas. Se utilizan maderas como la del chañar que produce llamas y no brasas. Así los ladrillos se calientan y se cuecen por contacto.
Competencia foránea
VIEDMA .- La competencia foránea fue planteada por los horneros a la intendencia capitalina. El reclamo está centrado en la aplicación de la ordenanza que regula la venta ambulante. «Si se aplicara, ningún vendedor de ladrillos podría venir con precios tan bajos», afirman.
Hace algunos meses, los valores para la venta ambulante se incrementaron para «proteger el comercio local y evitar la competencia desleal». Cada vendedor callejero foráneo pagaba antes 25 pesos por día y si era local aportaba 10 pesos. Las nuevas tarifas asignaron 500 pesos diarios o 5.000 pesos por mes para ambulantes de otras ciudades.
El pedido de los horneros fue acompañado por la Cámara de Comercio. Su titular, Carlos Zunzunegui insistió en «mayor presión y control de la venta clandestina ambulante» porque se trata de «mercadería que no paga impuestos de ningún tipo el comercio local no puede competir».
Mientras tanto, la directora de Seguridad e Higiene, Graciela Palazzesi afirmó que no existe en los registros municipales «ningún horno empadronado, por lo cual, no puedo afirmar paguen sus impuestos y tasas. Tampoco hay registros de la cantidad de trabajadores y de su situación laboral».
En ese marco, un hornero de Allen consolidó su competencia en Viedma con una solución temporaria: fijó un domicilio en la capital.
VIEDMA.- Los hornos de ladrillo significan una alternativa laboral para varias familias de Viedma y Patagones. Esta tarea que implica el contacto permanente con el barro, la intemperie, el sol, el frío, la lluvia y el intenso calor del horno sufre -desde hace tiempo- una disminución en sus ventas. La aparición de vendedores ambulantes de ladrillos del interior rionegrino y de otras provincias ha sido el motivo.
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