El mate nuestro de cada día

Aquí están desde los más profundos secretos hasta la historia, la buena compañía, su significado, los tipos de mate, el origen de la yerba y la tradición instalada en la parte más sureña de América Latina.

Costumbres

Un mate bien podría ser la llave para una futura amistad o un gesto de esos que quedan instalados en uno por siempre. Es tal vez la síntesis de un abrazo, una forma de demostrar afecto o simplemente gentileza.

Así de simple, a tal punto que al menos en la Argentina se convirtió en un símbolo inequívoco de lo que más nos destaca. Un mate es la bienvenida, es la charla amena, es el inicio o el descanso en una jornada de trabajo. El mate es el modo más simple y posiblemente el más barato de acercarnos al otro.

Si hay un sello que llevamos los argentinos por el mundo es justamente el del mate, el asado y el dulce de leche. No sé si en ese orden, pero son los productos por excelencia que nos distinguen. Quien viene a la Argentina seguro pasará del mundialmente conocido té al localmente famoso mate, sospechado en cuanto aeropuerto del mundo se lo ve pasar en miles de valijas de viajeros que no son capaces de dejarlo ni siquiera una semana.

Claro, la idea no es plantear si mate, dulce de leche o asado, porque pueden convivir perfectamente. Un mate en la previa del asado con un postre de dulce de leche bien podría ser la síntesis de una jornada donde los tres están presentes.

En 2013, el Senado de la Nación no hizo más que reconocer las virtudes del mate y el apego que tiene con la gente. Es tal vez lo más propio, que no distingue de poder adquisitivo ni de clases sociales. Es tal vez la infusión más instalada en cada hogar de la Argentina.

Tanto nos distingue que desde todos los sectores se habla del mate. Hasta el mismísimo Jorge Luis Borges dedicó escritos a esta ceremonia bien argentina.

“He tomado mucho mate cuando era joven. Tomar mate, para mi, era la forma de sentirme criollo viejo. Me lo cebaba yo mismo y creo que lo hacía muy mal porque siempre había flotando unos palitos sospechosos. Tenía dos mates, uno común, y otro de los que se llaman galleta. Y ahora, caramba, he perdido el hábito”.

Entre sus relatos contó que “en El Cairo uno entra en una tienda y le ofrecen, inmediatamente café, vino, frutas… Luego le dicen: ‘Bienvenido a Egipto’. Después, cuando uno pregunta el precio de algo, con toda cortesía le advierten. ‘¡No, señor! ¡Es un regalo!’. Pero se sobreentiende que esto es una convención y que no es un regalo que se deba aceptar. En seguida viene el regateo, que puede durar media hora o tres cuartos de hora. Uno ofrece cinco y ellos piden veinticinco y todo eso para que, finalmente, el precio quede en diez. Y es una maravilla porque si uno no compra nada, igual son muy corteses”.

“Ellos no han descubierto el mate, pero igual han encontrado una manera, casi más simpática, de perder el tiempo”.

Estadísticas conocidas en los últimos años indican que el mate es la bebida más consumida por los argentinos. Un 70% de los habitantes del país toma mate y buena parte de ellos lo prefiere a la hora del desayuno.

Algunos sostienen que sin dudas es la bebida más democrática, la que en un mismo acto se comparte entre más personas, que sin agregar nada más que agua se renueva y pasa de mano en mano. Ni hablar si el cebador es un conocedor del tema, que hace durar la yerba. Podemos estar un buen rato tomando mate entre varios sin que su calidad se pierda.

Según una publicación de “Clarín” de tiempo atrás, “en cantidad de litros es lo que más se toma en la Argentina. Bebemos unos 100 litros de mate por persona, por año. De agua, sólo 30”, señaló la ingeniera agrónoma Josefina Armendares, especialista en mate y asesora de CBSé.

En este escenario, es muy frecuente encontrar buenos y malos cebadores. Unos muy celosos de su preparación, mojar la yerba, acomodar la bombilla, echar el agua de tal o cual manera. Otros más displicentes que le ponen menos atención a la cebada. Claro, los resultados muestran la calidad de ambos, un mate que puede durar un buen tiempo sin lavarse y otro que apenas puede mostrar espuma en el inicio.

No imagino casas de argentinos donde el mate no forme parte de la rutina diaria, si las hay deben ser las menos, pero existen hasta aquellos que tienen siempre un equipo listo por si llega una visita que lo reclame.

Salud por los que a diario ponen en marcha estos nobles engranajes que se traducen en deliciosos mates, dignos de compartir con los demás.

Jorge Vergara

jvergara@rionegro.com.ar

Jorge Vergara


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