El miedo vuelve a mostrar su rostro


¿Fue declarada muy temprano la cuarentena? En el Reino Unido, con 250.000 casos y 36.000 muertes, se preguntan si no fue declarada demasiado tarde.


La pandemia del coronavirus ha abierto distintas hipótesis sobre los cambios que operará en las dimensiones humana y social. No son las menos aquellas que auguran un nuevo orden a partir de la fuerte intervención de los Estados en todo el mundo para detener el derrumbe vertical de las economías. La peste aparece para estas concepciones a la manera de un “deus ex machina” que podría actuar como ordenador de los desequilibrios y las desigualdades generadas por el capitalismo financiero. Un hecho imprevisible que altere el curso de las cosas, con consecuencias, no del todo explicitadas pero inquietantes, en la política.

En un artículo reciente, el francés Alain Badiou cuestionó las voces que en medio de la pandemia “claman por el acontecimiento fundador de una revolución increíble”. Badiou es un posmarxista y es uno de los filósofos más reconocidos en la actualidad en Francia. Su pensamiento se inscribe en el de un conjunto de teóricos que sobrevivieron a la catástrofe del socialismo real y al triunfo de la democracia parlamentaria (a la democracia “en su sentido mercantil”, como él mismo dice). Aún creer en un renacimiento de lo que llama “la hipótesis comunista”, pero advierte: “Es un sueño inconsistente y peligroso imaginar que el capitalismo contemporáneo, puede ser seriamente comprometido por lo que está sucediendo hoy”.

Como Badiou, desde el siglo XVI Maquiavelo nos recuerda: “No hay nada más difícil de realizar, ni de resultado más dudoso, que un nuevo orden”.

Estas cuestiones podrían resultar ajenas al espacio de debate público en la Argentina. Pero algunas fantasías construidas en torno al fin de la normalidad no parecen en realidad tan lejanas.

Sin duda habrá cambios. Pero no se puede adivinar qué va a dejar esta etapa ruinosa que estamos viviendo. Por sus propias debilidades, en la Argentina esas dudas se agigantan.


No hay espacio ni justificación para que la pandemia se politice. El presidente comparte un mismo destino con el gobernador bonaerense y el jefe de Gobierno de la Ciudad.


El Gobierno parece perplejo ante el avance en estas horas alarmante de la pandemia en el Área Metropolitana de Buenos Aires. El presidente Alberto Fernández se enfrenta a su desafío más temido: tener que volver atrás después de la dura prueba que le impuso a la sociedad. Verse obligado a endurecer las condiciones de aislamiento en las regiones más densamente pobladas, y también las más productivas, cuando la economía sigue en el fondo de un pozo. El presidente buscaba una diagonal, una vía para empezar a recuperar la actividad. Aún lo hace. Pero las dos curvas, la sanitaria y la económico-social, van camino a cruzarse. Es una incógnita cuál puede ser la respuesta de una sociedad más empobrecida y exhausta.

¿Fue declarada muy temprano la cuarentena en la Argentina? No hay quien pueda responder a eso. En el Reino Unido, con 250.000 casos y 36.000 muertes, se preguntan hoy si no fue declarada demasiado tarde.

“No hay sorpresa con lo que ha ocurrido, sino desesperanza”, dice en reserva uno de los médicos que asesora al presidente, sobre el drama de las villas porteñas. El primer caso en esos barrios apareció hace un mes. Los expertos aseguran que no hubo allí una búsqueda activa de contagios hasta que explotaron, en la última semana, con un crecimiento exponencial. “La situación es compleja. Van a seguir aumentando los casos todos los días. Harán falta medidas de aislamiento extremo para tratar de que esto no se expanda a toda la ciudad”, observa el mismo especialista.

No hay espacio ni justificación para que la pandemia se politice: Fernández comparte un mismo destino con el gobernador bonaerense y el jefe de Gobierno de la Ciudad. En una de las reuniones que encabezó el viernes el presidente dijo que, si quisiera, él podría tomar distancia del problema en la Ciudad y cargárselo a Rodríguez Larreta, pero que no lo hará. Fernández es porteño. Es inverosímil que de una catástrofe en Buenos Aires el presidente pueda salir indemne. Es finalmente el temor el que los une. El miedo ha vuelto a mostrar su rostro en todos los despachos.



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